“Hace 87 años, nuestros padres fundaron, en este continente, una nueva nación cuya base es la libertad y la proposición de que todas las personas son creadas iguales. Ahora estamos envueltos en una gran guerra civil, probando si esta nación, o cualquier otra nación así fundada, puede ser duradera. Estamos reunidos en un gran campo de batalla de esa guerra. Hemos decidido dedicar una porción de este campo, como lugar de descanso final para aquellos que dieron aquí sus vidas para que esta nación pudiera sobrevivir. Es por tanto apropiado y correcto que lo hagamos. Pero, por otra parte, no podemos dedicar, no podemos consagrar, no podemos santificar este terreno. Los valientes hombres, vivos y muertos, que pelearon aquí, ya lo consagraron, más allá de nuestras pobres facultades para añadir o quitar. El mundo notará poco, ni mucho tiempo recordará lo que decimos aquí, pero nunca podrá olvidar lo que ellos hicieron aquí. Somos nosotros los vivos los que debemos dedicarnos aquí a la obra inconclusa que aquellos que aquí pelearon hicieron avanzar tan noblemente. Somos nosotros los que debemos dedicarnos a la gran tarea que tenemos ante nosotros: que tomemos de estos honorables muertos una mayor devoción a la causa por la que dieron su última cuota de devoción, que tomemos la noble resolución de que estos muertos no han de morir en vano, que esta nación, protegida por Dios, nacerá de nuevo en libertad, y que este gobierno, del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, no perecerá jamás.”. Este discurso memorable lo pronunció Abraham Lincoln cuatro meses y medio después de la decisiva batalla de Gettysburg, el 19 de noviembre de 1863.
Y en este rincón
“Me causó profundo dolor que los más favorecidos salieran a cortar rutas y a tirar la comida de los argentinos. Ese no es un signo de fortaleza, sino de intolerancia, que recuerda los golpes de 1955 y 1976, como presidente del PJ no voy a aplicar la cultura de la confrontación sino la del amor, la de unirnos todos. Allí estuvo en un bar Cecilia Pando con 100 personas que apoyaron a los genocidas: hubo sectores del 55 y el 76. No se puede tener un pie en un lado y otro en otro y ser políticamente correcto. Por eso, reclamo a la prensa que tenga responsabilidad mediática de la objetividad para ayudar a crecer al país. Estuvo preparada la idea de desgastar al Gobierno popular. El pueblo reclama una clase política que no claudique, que se ponga al frente de las necesidades de los argentinos. Me siento honrado de que la mayoría de los dirigentes del peronismo piensen que siendo presidente del partido puedo contribuir a mejorar nuestro país. Pero también quiero decirles que el PJ tiene que ser una herramienta política que permita cristalizar los sueños del General Perón y la inmortal Eva Perón. Esos sueños son los de construir un espacio, un movimiento nacional y popular que con el PJ como columna vertebral ayude a cambiar el país. Nuestra convocatoria es al conjunto de la sociedad”, dijo el ex presidente Néstor Kirchner el jueves 10 de abril ante 500 militantes de un PJ tan fracturado que da risa.
En la citada batalla la suerte de la Confederación "sudista" estaba echada, pues más adelante la victoria empezaba a sonreírle a sus oponentes de la Unión norteña. Dos modelos de país antagónicos y económicamente complementarios se enfrentaron en una maraña de tiros, durante el lapso comprendido entre 1861-65. En ese momento histórico de los EEUU, se signó que de cara al futuro el camino a seguir sería el marcado por la burguesía mercantil e industrialista.
Aunque en Argentina, felizmente sin duda, el conflicto del campo no terminó en una masacre, el lenguaje oficial para definirlo muchas veces rozó el empleado en las contiendas bélicas por su agresividad e intolerancia. Se analizó con detenimiento los discursos de la presidente Cristina de K, en los cuales parecía que llevaba adelante una cruzada manifiesta contra unos inexistentes fantasmas del Proceso, mientras su ladero Luis D’Elía propinaba puñetazos en las calles céntricas.
Y su marido, el Néstor, digitando desde el "concheto" Puerto Madero ese complejo andamiaje fascista buscando amedrentar, degradar y fracturar no sólo a los sublevados rurales sino también a aquellos díscolos contra la administración timorata de su mujer.
Un día antes de que ella recibiera a los cuatro dirigentes agrarios, nuevamente él utilizó el atril para demonizar, falsear la memoria histórica y propalar una batería de bravatas, contradicciones y mentiras para buscar rearmar el otrora poderoso movimiento nacional justicialista.
El error primordial de ambos consiste en ignorar de plano aquella oración memorable de Lincoln que se ofrece al principio, donde ese gran hombre define realmente lo que se tiene que esperar de un gobierno popular en serio. Que contenga a todos, sin distinción de credos, de billetera, ideologías, raza, y demás, para poder al fin, construir una patria de hermanos, “que no perecerá jamás”.
Fernando Paolella