El ministro de Justicia Mariano Cúneo Libarona fue a exponer, ante la comisión de mujeres y diversidad de la Cámara de Diputados, cuáles son los puntos de vista del gobierno respecto de la materia que, entre otras decisiones, llevaron al cierre del ministerio de la mujer que había creado Alberto Fernández.
Si bien la presentación de Cúneo no fue brillante -porque se dedicó a leer un escrito que hasta parecía no haber ensayado porque lo leyó sin las entonaciones que, aunque uno lea, llenan de emotividad y sentido a lo que se lee- en un momento dijo que “nosotros” (refiriéndose al gobierno) “no creemos en la diversidad de género… nosotros vamos por la familia. La familia es el centro de la sociedad y la educación. Los valores familiares tradicionales son el amor, la unión, el trabajo, el estudio, la igualdad ante la ley. Promover los símbolos patrióticos, respetar y honrar a nuestros próceres. Esto resulta central para la armonía y la cohesión social. Nosotros rechazamos la diversidad de identidades sexuales, que no se alinean con la biología, son inventos subjetivos”
Estas palabras generaron un revuelo generalizado y un particular intercambio con la diputada radical Carla Carrizo que le exigió dejar de exponer sus posturas personales. “Usted está obligado a respetar las leyes vigentes. Lo que necesitamos es que usted estudie”, arremetió Carrizo.
La diputada se refería a la vigencia de la ley que hace justamente referencia a la diversidad de géneros que fuera sancionada en medio del éxtasis kirchnerista (mayo de 2012) contemporáneamente a que se estuvieran cocinando los robos más extraordinarios al Tesoro Público argentino y profundizando las bases de una miseria crónica completamente desconocida en el país y hasta exótica para una tierra con las potencialidades de la Argentina.
Vinculo estos dos extremos -que muchos podrán considerar independientes- porque esta columna entiende que, lejos de eso, la sanata de las “políticas de género” constituyeron uno de los más importantes arietes que el kirchnerismo utilizó para conseguir el doble objetivo de robar (con la implementación de estructuras estatales cuyos fondos fueron esquilmados) y, al mismo tiempo, de conseguir una masa de seguidores que mezclaban zombies (que creían mentiras) y vivos que descubrieron un yeite cómodo para vivir fácilmente de los dineros de los argentinos.
Hecha esta aclaración vayamos al punto central de este comentario que se propone destacar la persistente costumbre que tienen algunos para atacar a otros usando argumentos que, paradójicamente, son los que deberían aplicárseles a ellos en primer lugar.
Veamos, por ejemplo, este caso. Cúneo dice que el gobierno no cree en la “diversidad” de los géneros porque eso no se alinea con la biología y son inventos subjetivos. A eso la diputada Carrizo dice que no importan las opiniones personales del ministro o del gobierno y que, tanto uno como el otro, deben respetar las leyes vigentes, sin importar lo que opinen ellos.
La señora Carrizo parece olvidar que lo que reúne, justamente, todas las características de una “opinión” y no de una verificación empírica de la ciencia ES LO QUE ELLA PIENSA, no lo que piensa el ministro, que, más allá de haber sido expresado como que eso era lo que él o el gobierno pensaban, es lo que la ciencia tiene demostrado desde el inicio de los tiempos: solo hay dos sexos, el femenino y el masculino; todo lo demás son creaciones, precisamente, de la subjetividad humana.
Que la subjetividad humana que entiende que hay más variaciones de género que las de femenino y masculino haya tenido la fuerza político/ideológica en un momento circunstancial de la historia para instalar lo que es una opinión en el texto de una ley, no convierte a la opinión en realidad y, menos aún, en corroboración científica: esa idea sigue siendo una simple opinión subjetiva (tal como dijo Cúneo Libarona) que tuvo el respaldo político para hacerse ley en un momento determinado.
Siguiendo el criterio de la impresentable diputada Carrizo (cuya ignorancia es un ejemplo más de la lamentable composición intelectual del Congreso) si las circunstancias puntuales de un momento político hicieran que la OPINIÓN de que la Tierra es plana tuviera la fuerza político/ideológica para imponer su criterio en el Congreso y convertir en ley esa opinión, entonces que la Tierra es plana pasaría a ser la verdad porque esa es la ley vigente en la Argentina (eso es lo que le dijo Carrizo a Cúneo refiriéndose a la ley de género) ignorando la experiencia científica que demuestra que la Tierra es un cuerpo celeste elipsoide que gira alrededor del Sol.
Hoy se conmemora el 214° aniversario del nacimiento de Juan Bautista Alberdi (en cuyo recuerdo se celebra el Día del Abogado). Si Alberdi viera que la arquitectura institucional que él diseñó ha servido para llevar al Congreso a personajes como Carrizo (y otros y otras como ella, porque digamos que la radical no fue la única que le saltó a la yugular al ministro) no solo volvería a morirse sino que habría deseado no haber nacido.
Por otro lado (porque hay que decirlo todo), es una verdadera pena que valores tan altos como los que Cúneo enumeró ayer sean defendidos hoy por Cúneo. El ministro y su historia le hacen un flaco favor a los ideales que, paradójicamente, él dice encarnar.
También es triste ver como iletrados televisivos o el ignorante ex jefe de gobierno de la ciudad, Horacio Rodriguez Larreta, pretenden basar en el pensamiento “liberal” la desvalorización científica bajo el argumento de que si uno defiende el liberalismo debe aceptar la libre auto percepción humana, sea que ésta decida definirse como varón, mujer o delfín. Y, más aún, que la autopercepción de uno deba ser obligatoriamente aceptada por otro que no comparte esa “percepción” o, más grave aún, que éste último sea obligado a financiar, con los impuestos que paga, los delirios “autopercibientes” de los demás.
Explicar aquí cómo el liberalismo es un todo filosófico con frenos y contrapesos que actúan para que el hacer lo que uno quiere no se convierta en una liviandad que perfore los sustentos morales de la sociedad (lo que la llevaría, paradójicamente, a perder su libertad) resultaría demasiado largo y latoso. En todo caso se lo sugerimos a los que realmente y de buena fe quieran entender el funcionamiento acompasado del liberalismo. Un buen comienzo sería leer la obra de Tocqueville, por ejemplo.
Pero más groseramente podríamos decir, a modo de consejo, que en el uso de las libertades individuales cada uno puede tener la opinión subjetiva de autopercibirse como quiera (es más, no creo que haya un mejor ejemplo de la subjetividad que la “autopercepción”), pero si realmente su salud les interesa, cuando lleguen a cierta edad, a los hombres que se auto perciben mujeres, delfines o pájaros carpinteros yo les recomendaría que visitaran a un urólogo y se hicieran un control de antígeno prostático en sangre. Y a las mujeres que se auto perciben hombres, madreselvas del bosque o estrellas marinas, les recomendaría que visiten un ginecólogo para que ordene un papanicolaou de control. Por las dudas, no sé, digo… No creo que las subjetividades instaladas en la ley de diversidad de género sean buenas herramientas a la hora de prevenir el cáncer.