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"El psicoanálisis ha destruido a la psicología argentina"

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DESOPILANTE ENTREVISTA A MARIO BUNGE
DESOPILANTE ENTREVISTA A MARIO BUNGE

Mario Bunge es físico, epistemólogo y filósofo. Acumula quince doctorados honoris causa, el premio Príncipe de Asturias, y ha escrito cinco decenas de libros. Centurión de una generación perdida, carga con 88 años, un apellido tradicional y sus ojos ya no tan azules. Resiste en graduarse de viejo, y alterna con gusto su prédica de vedette literaria con sus pregones políticos a mansalva. Un púgil de buen gancho. En 1960 cosechó fama con La ciencia, su método y su filosofía. Sin embargo, fue su monumental y ambicioso Treatise on Basic Philosophy (Tratado de filosofía básica) el que lo catapultó como filósofo a escala planetaria. Ocho tomos escritos en inglés entre 1984 y 1989; ninguna traducción aún al castellano, aunque Editorial Gedisa promete el primer tomo (Semántica 1. Sentido y referencia) para la Feria del Libro.

 

Siete años pasaron de su última visita al país, y ahora, invitado por la Feria del Libro, prepara las valijas para desembarcar nuevamente en Buenos Aires. Antes del arribo, Bunge, torrente infatigable de razonamientos y quebrantos, accedió a esta entrevista exclusiva.

—¿Qué expectativas tiene de su regreso?

—Buenas. Ansioso por ver viejos amigos y serle útil a los jóvenes, indicándoles caminos de investigación, inquietarlos para que vayan al exterior por un tiempo a especializarse en alguna rama de la ciencia que no se cultive en la Argentina. Porque la última vez que estuve advertí que mucha gente está atrasada de noticias. Siempre recuerdo un curso para profesores de Ciencias Sociales que di en la UBA en el ’95 donde me encontré que, salvo por uno o dos, la información se paraba en 1960. No tenían acceso a las principales publicaciones, y eso por un motivo sencillo: las bibliotecas argentinas están desnudas, ya no se suscriben a revistas, y si uno no lee revistas y sólo lee libros, no está al día. Sumado, claro, a que no se investiga. Por ejemplo, en la Facultad de Psicología de la UBA no hay un solo laboratorio de psicología experimental, están como en la Edad Media. Sólo se guían por libros, y no los mejores.

—¿Y por qué ocurre esto?

—Por el ansia de hacer dinero de la psicología mercantil, que promueve entenderlo todo con cuatro fórmulas fáciles: las psicoanalíticas. El psicoanálisis ha destruido la poca psicología que había en la Argentina. Y en cuanto a las ciencias sociales, las dictaduras destruyeron la escuela que había creado Gino Germani. A las dictaduras les molestan mucho las ciencias sociales; toleran la repetición sistemática de teorías ya apolilladas como la microeconomía neoclásica, pero no les gusta la investigación empírica de problemas sociales actuales.

—Pero hace casi tres décadas que en la Argentina hay democracia, y no se aprecian mejoras en ese campo.

—Tiene razón, pero también es cierto que los gobiernos democráticos surgidos desde 1952 no reforzaron la ciencia. Actualmente, el presupuesto dedicado a ciencia básica es 0,4% del PBI, mientras Brasil asigna el 1%, y acaba de duplicarlo. Países como los Estados Unidos o Alemania asignan seis veces más que la Argentina; China, diez veces más.

—¿Qué se puede esperar de un país que no invierte en investigación?

—Es un país que no va a ningún lado. La Argentina no está yendo a ninguna parte.

    Mario Bunge nació en Buenos Aires el 21 de septiembre de 1919. Hijo del médico y diputado socialista Augusto Bunge y de la enfermera alemana María Schreiber, se graduó en la Universidad de La Plata en 1952 con un doctorado en Físico-Matemáticas. Fue allí donde comenzó a dar clases de Física Teórica y Filosofía, hasta que en 1963 optó por emigrar debido al convulsionado clima político de entonces. Su tour migratorio lo llevó por los Estados Unidos, México y Alemania, hasta que finalmente, en 1966, echó raíces en Canadá, para dar clases de Lógica y Metafísica en la Universidad McGill.

—¿Cómo pasa sus días en Montreal?

—Muy a gusto. Por lo general me despierto a las 6, desayuno, leo el diario y después me pongo a trabajar, lo que significa estudiar, escribir y responder correspondencia; luego almuerzo y duermo una siestita. Puede ser que después tenga que salir, ir a la biblioteca, dar una clase. Más tarde miro el noticiero de la BBC y el de la ABC norteamericana, y luego, si hay una linda película, la veo. Antes de dormirme leo entre media y una hora.

—¿Qué está leyendo?

—El pez en el agua, la novela autobiográfica de Mario Vargas Llosa. Es muy interesante, pero lamentablemente Vargas Llosa insiste en hacer propaganda derechista, conservadora, tal vez para blanquear su pasado izquierdista. En todo caso, los argumentos que da no son muy persuasivos, porque evidentemente no ha estudiado muchas ciencias sociales. El cree que el libre mercado, principalmente en América latina, donde se está sometido a unas pocas grandes corporaciones, es la vía de la salvación. Igualmente, es siempre inteligente, provocador y escribe maravillosamente.

—Imagino que sus bibliotecas estarán bien nutridas.

—Ah sí, tengo varios miles de libros. Tenemos bibliotecas en muchas habitaciones. En mi estudio tengo tres, en el pasillo, en la habitación, en el sótano. Nunca hay espacio para tanto. De vez en cuando debemos regalar, donar o tirar a la basura; ésa es la suerte de los malos.

—Doy por supuesto que no tiene ninguno sobre psicoanálisis…

—Es que psicoanálisis no se lee en ningún lugar del mundo. A Lacan, por ejemplo, fuera de la Argentina y Francia, no lo conoce nadie ni se estudia; puede ser que en España, después de la invasión de psicoanalistas argentinos en los 70. Yo estoy en contacto con algunos psicólogos muy buenos y nunca oyeron hablar de Lacan. Esa es una aberración típicamente argentina: estar siempre atrasado en las noticias.

—¿Por qué cree entonces que el psicoanálisis está tan arraigado en este país?

—Mire, ése sería un buen tema de investigación. ¿Por qué? Bueno, porque el psicoanálisis es un muy buen negocio, entonces hay interés en que no progrese la psicología auténtica, porque de ese modo reemplazarían a los charlatanes que viven de él. Es muy fácil constituirse en analista profesional, es muy difícil convertirse en psicólogo científico.

Además de acabado sistemista, Bunge es un tenaz proselitista de esa Argentina que pudo ser pero no. Por eso, siempre, por las grietas de su discurso se escurre la retórica nostálgica de un tiempo que fue hermoso. La economía floreciente, la universidad y su “edad de oro”, lo posible y también lo ingrato. Silencio en las gradas: habla Bunge.

—En su libro “Crisis y reconstrucción de la filosofía”, señalaba que la filosofía estaba enferma. ¿Ha muerto definitivamente?

—No, yo no creo que vaya a morir alguna vez. La filosofía cuestiona ideas recibidas y construye visiones del mundo, y sin una visión del mundo sería difícil vivir. El problema es que la filosofía hoy no está en manos de generalistas, sino de especialistas… Estoy bajando las escaleras al sótano para ver si encuentro algún libro del escritor francés… Bueno, prosigo: la filosofía se ha profesionalizado. Cuando yo era muchacho, iba a las librerías de la calle Corrientes y me encontraba con títulos interesantísimos de filosofía que no habían sido leídos por profesores de filosofía, sino por aficionados. Y hoy quedan muy pocos amateurs, se ha profesionalizado, y cuando se profesionaliza no importa tanto el interés y la pasión, sino conseguir un puesto, una promoción, y entonces se produce mucha hojarasca.

—¿Entre esos libros de juventud estaba Heidegger?

—Heidegger no es filosofía, es macaneo puro, pero a diferencia del macaneo psicoanalítico, ni siquiera es divertido.

—Ah, encima es aburrido.

—(Se ríe) Y sí, es aburrido porque nadie entiende nada. Por ejemplo, decir que el tiempo es la maduración de la temporalidad o que el ser es ello mismo... Si se dice en castellano uno se muere de risa, pero dicho en alemán parece muy profundo. Claro que no todo lo que dice Heidegger es macaneo, sino que mucho de lo que dice es simplemente falso. Sus frases pueden dividirse en dos clases: las que tienen sentido y son falsas, y las que no tienen sentido, por lo tanto no son falsas ni verdaderas, que son las características del existencialismo, tanto de Heidegger como de Sartre. Es macaneo puro, y todo el mundo tiene derecho al macaneo, tendría que permitirse el existencialismo para todo consumo, pero sin obligar a nadie. Al masoquista, si le interesa lastimarse, que se lastime, pero después que no vaya al hospital pidiendo que lo curen (...). 

 

5 comentarios Dejá tu comentario

  1. "—Heidegger no es filosofía, es macaneo puro, pero a diferencia del macaneo psicoanalítico, ni siquiera es divertido. —Ah, encima es aburrido. —(Se ríe) Y sí, es aburrido porque nadie entiende nada (...)" Me parece claro que con ese "nadie" se refiere simplemente a él mismo: Este es el macaneo Bungeano.

  2. qué pena y qué vergüenza es ver a un peridista obsecuente, que cree que queda bien con el entrevistado porque asiente en todo. La muerte del periodismo. Y cuánto resentimiento hay en el supuesto cientificismo del entrevistado. Canadá le queda mejor que la Argentina. No sea cosa que lo analicen...jajaja.

  3. Carina, la petulancia de orate y la absoluta ignorancia que revela tu comentario es la confirmación perfecta de la verdad en lo decires del gran Mario Bunge. Gracias por tu aporte.

  4. A los psicoanalistas y en general a los idealistas, incluidos dualistas, mentalistas y todas sus raigambres, les duele mucho las verdades de Bunge, simplemente porque tiene todos los argumentos e inteligencia para esgrimirlas. Yo soy doctorando-PhD, magister y especialista en clínica y me consta la inefectividad y miseria operativa del psicoanálisis en mil oportunidades, un desperdicio y una aberración psicopraxiologica completa, que deberia excluirse de cualquier ambito clinico-terapeutico mediamente guiado por una deontologia y una moral serias al interior de la practica profesional.....

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