Que un país deba darse una ley para decir que los ciudadanos condenados por la Justicia por robarle al pueblo no pueden presentarse a elecciones para representar al pueblo al que robaron, debería ser suficiente para dar una idea de la moral media que existe en ese país.
Ahora, que en ese país haya congresistas que quieran dictar esa ley y no consigan que sus colegas del Congreso le den quorum para tratarla, es una especie de refuerzo a una conclusión tristísima: la moral media de ese país prefiere elegir representantes que convalidan el uso de la función pública para volver millonarios a quienes la detentan mientras los que los eligieron y le abrieron esa chance los aplauden como focas.
En esa situación está la Argentina. En primer lugar tuvo que llegar al extremo de tener que dictar una ley para que lo obvio fuera además legalmente exigible y, encima, ni siquiera eso pudo hacer.
Que un país así haya sido arrasado por una corte de criminales que lo devastaron, que lo saquearon, que lo dejaron en pelotas y que ahora usan los mismos poderes del Estado que les permitieron robar para auto protegerse es una señal de degradación de tal magnitud que cuesta encontrar otra que la iguale.
Repito, pónganse en la cabeza el escenario: un país ha llegado a tal grado de descomposición que se ve en la necesidad de decir expresamente que los delincuentes no pueden ser candidatos y encima, cuando quiere convocar a la voluntad de los legisladores para aprobarlo ¡fracasa!
Naturalmente habrá varios diputados que deberán probar muy fehacientemente dónde estaban y qué estaban haciendo como para no dar quorum y tratar la ley. Y eso abarca ausencias en todos los bloques.
Pero naturalmente, los representantes de Union por la Patria (que faltaron en bloque) tendrán que elaborar una explicación muy fundamentada para justificar su postura que, en principio, no debe entenderse sino como una inclinación por la delincuencia.
Esto es, para los diputados peronistas lo que los norteamericanos llaman “the law of the land”, esto es, “la ley de la patria”, debe ser aquella que permite a los delincuentes presentarse a elecciones.
Repito: para el peronismo la law of the land de la Argentina debe permitir que los delincuentes puedan presentarse a elecciones. Lo cual nos lleva a otra conclusion auto evidente: el peronismo es un movimiento de delincuentes, porque si defienden delincuentes, son delincuentes.
Todo este razonamiento nos lleva directo a la triste pregunta que sintetiza la duda de por qué los argentinos han hecho de un movimiento de delincuentes que apaña delincuentes una fuerza mayoritaria o, de minima, una fuerza de peso electoral decisivo en el país.
La pregunta es procedente porque deja abierta la duda sobre la moralidad media, no ya de una clase política determinada, sino de la sociedad en sí misma.
Y más procedente resulta cuando, efectivamente, comprobamos que en la diaria, en la vida cotidiana, nos encontramos con conductas que son completamente condescendientes con actitudes rayanas con la delincuencia. Son hechos a lo mejor menores, “avivadas”, “ventajitas” o incluso “ponderaciones” hacia otros cuando nos enteramos que esos otros consiguieron algo a partir de una truchada.
Ese amor secreto por lo ilegal, por el atajo, por la complacencia con el disvalor y cierta rebelión contra el rigor de la ley, ha transformado al país en una tierra con una vision laxa sobre el delincuente, indulgente con el que roba desde la función pública y finalmente con un sesgo permisivo sobre el destino de los dineros públicos.
Viendo ese escenario, estoy convencido de que bandas que, bajo cualquier otra circunstancia, hubieran sido simples delincuentes comunes, han tomado las ropas del “político” para acceder a un nivel en donde los botines del robo tienen una escala que difícilmente hubieran encontrado si se hubieran mantenido en el terreno “privado” de la delincuencia.
La organización que los Kirchner le dieron a su accionar estuvo amparada en esa baja calidad moral de la sociedad que les permitió el engaño de presentarse como politicos, de robar, de usufructuar la impunidad de los fueros y los privilegios del poder y, encima, poder seguir presentándose a elecciones en busca de renovar ese refugio perpetuo.
Ya dijimos ayer que -si la sociedad está cambiando y ese cambio incluye esa vision sobre la moral media que debe imperar en the law of the land– el gobierno cometería un grave error manteniendo en el ring electoral a este contrincante bajo el argumento de que el cambio social lo expulsará definitivamente de la contienda por la vía indiscutible del voto. ¿Y por qué seria un error? Pues porque no está claro que el giro de la sociedad hacia una postura moral rigurosa este completado, Hay muchos indicios (y la votación de ayer es uno más en ese sentido) de que hay aún una base en la sociedad que tolera o incluso estimula conductas reñidas con la ley y con la ética.
Los latrocinios kirchneristas eran largamente conocidos ya en 2019 y, sin embargo, una mayoría social allanó el camino para que los Kirchner, de la mano de la “máscara de Fernández”, llegaran de nuevo al gobierno.
Entonces yo no estaría tan confiado de que el “cambio” esta vez sí haya llegado al nivel de rechazarlos y que tuvieran su merecido en el terrenos del que tanto tiempo se han ufanado: “las mayorías populares”.
Y para los que estén preparados para utilizar entonces el argumento de la proscripción y de que yo propongo el dictado de una ley para impedir que Cristina Kirchner sea candidata, rápidamente les digo que no sería esa ley la que le impediría competir sino el mero sentido común que indica que alguien que le robó al pueblo (y cuyo robo quedó demostrado en un juicio justo repleto de una contundente evidencia y en el que ella tuvo la oportunidad de defenderse) no puede aspirar a refugiarse una vez más en los fueros que entrega la voluntad popular para esquivar las consecuencias de sus crímenes. Esto es, Cristina Fernández de Kirchner no debería poder presentarse a elecciones aún sin ley de “ficha limpia” porque eso es lo sano; lo contrario denota una actitud enferma de la sociedad.
Aun así, el signo que indica la profundidad de la enfermedad es que la comunidad de auto percibidos “intelectuales” de la Argentina, en lugar de hacer foco en estas groserías, se preocupen porque el Gordo Dan hable de “brazo armado de las fuerzas del cielo” sin darle una chance a que sus supuestamente sofisticados cerebros interpreten las frase como lo que es: una simple metáfora. Máxime cuando muchos de ellos callaron cuando “brazos armados” verdaderos andaban por la calle matando gente. Parecería que para estos “intelectuales” ciertos desvaríos sí pueden tener “brazos armados” reales porque ellos son mas compatibles con un romanticismo de cartón, antes que con los problemas concretos del hombre de a pie.
Ninguno de ellos es útil para nada más que articular un conjunto de alambicados pensamientos detrás de los cuales creen que hay sofisticación cuando solo hay un verso mentiroso y retorcido: si no saben lo que hay que hacer, al menos no le busquen el pelo al huevo para intentar voltear al que sí lo sabe. Simplemente corránse y dejen trabajar al que está tratando de suturar las heridas abiertas por aquellos que a ustedes les parecen más “simpáticos”.
Apuesto a que Alberdi también habría sido bastante “inútil” si se lo hubiera puesto a lidiar con las practicidades de la vida. Pero dedicó todos los minutos de su existencia a ensalzar la tarea de los “prácticos” y de los que sí conocían los secretos efectivos para hacer de la vida un curso más fácil, afluente y armónico; jamas gastó un párrafo de su invalorable literatura para menoscabar a los que sabían llevar a la realidad de los hechos las bondades que el estimulaba desde las abstracciones de sus ideas.
Lamentablemente en la Argentina han cobrado vuelo un conjunto de buenos para nada que, incluso desde su profunda ignorancia práctica, pretenden no solo poner obstáculos a las tareas de los hacedores sino, incluso, defender, en muchos casos, la supremacía moral de los que luego probaron ser no más que una banda de ladrones.