Ya no da para más. A pesar del interesado voluntarismo de algunos medios por pretender que la gente salió masivamente a “pedir por el diálogo entre el gobierno y el campo”, nada disfraza la realidad de que la opción es de de hierro: o cambian o se van. No hay otra. Es que luego del acto de suprema prepotencia del sábado al mediodía, y el de inmenso autismo de la noche, con Néstor Kirchner a la cabeza, resulta más que evidente que el gobierno de Cristina Kirchner naufraga irremediablemente en las aguas del sinsentido. La imagen de soledad de esa noche atroz, en la que el matrimonio gobernante miraba las oleadas de bronca por la tele, totalmente aislada, resulta una postal flagrante de estos tiempos de descuento.
Poco importa que al filo de la medianoche, algunos pocos impresentables —como ilustran las fotos— hayan de nuevo tomado por asalto la Plaza de Mayo como si fuera propia.
En las mismas, los militantes todo por dos pesos entonaban agresivos cánticos en los que patentizaban su deseo de empeorar las cosas, haciendo las delicias de los que en estos meses le encajaron nafta al incendio. A unos metros de ellos, este cronista divisó al inefable Guillermo Moreno febrilmente mandando mensajes de texto, rodeado de una cohorte de sujetos de complexión tipo ropero. Cuando intentó fotografiarlo, un par de estos manifestaron que su presencia ahí estaba demás, cosa que captó al vuelo.
Apenas a unas cuadras de allí, el repudio masivo les había llegado como un viento del que nunca se olvidarán, proviniendo del Obelisco como del Congreso.
En el fondo, la convocatoria daba lástima, no sólo por la soledad en medio de la noche fría, sino por la estupidez evidenciada. Pues las cámaras de la tele mostraban una pancarta, que en resumidas cuentas sintetizaba el sentir de la mayoría: “Cristina, quedáte con la Plaza que nosotros tenemos la República”.
Fernando Paolella