Utilizar íconos del pasado, y sobre todo
del reciente, para auto justificarse frente a las oleadas de descontento, es un
recurso tirado de los pelos que desprende un tufillo a último manotazo de
ahogado. Sobre todo, si va acompañado de un anuncio de envío al Parlamento de un
proyecto de ley sobre las álgidas retenciones móviles. El marco anunciado para
el mentado discurso por cadena nacional, un acto reivindicatorio de las víctimas
del bombardeo del 16 de junio de 1955, sirvió como excusa para compararse con
el ideario de Juan Perón, para después poner en el mismo plano a los golpistas
del 30, 55 y 76 con la Sociedad Rural, y con quienes salieron anoche a
repudiar el estilo autoritario de gestión de ella y su marido.
Y lo más gracioso del caso, fue la terca negativa de no
reconocer el empleo de métodos represivos parapoliciales, como los utilizados
anoche y durante la jornada del 25 al 26 de marzo; para culminar con la
invitación al acto de mañana en Plaza de Mayo a todo los sectores, “porque la
Plaza hace rato que dejó de ser sólo de los peronistas”.
Eso resulta demasiado difícil de digerir, como lo de la
súbita democratización de la susodicha, que en una tarde reconoce la existencia
del Poder Legislativo. Pues francamente, no se puede poner en pie de igualdad a
los que protestan en campos y rutas, con los aviadores probritánicos de
la Armada de 1955 y los grupos de tareas de la ESMA de 1976-83, como si estos
fueran los motores necesarios de una sociedad harta que sale a la calle porque
no puede más.
¿Cambalache o anacronismo interesado?
La tergiversación de la historia no es algo nuevo, pero lo
peor del caso es la parcialización interesada para anatemizar a un sector y
ponerlo irremediablemente contra otro. Es temerario afirmar desde la investidura
presidencial que quienes "cacerolean" buscan conspirar para derribar la
democracia e instaurar un régimen corporativo onda fascista. Sobre todo,
pretender hacer creer a la ciudadanía que la Sociedad Rural está detrás
de todo esto, como un cuco con largos brazos, es tomar nuevamente de
idiotas en bloque.
Pues, como se dijo en un análisis anterior, no existen ni
las condiciones ni los actuales no son los mismos factores de los años 70 cuando
el Departamento de Estado estadounidense propiciaba golpes de estado en
Latinoamérica. Establecer un criterio de igualdad con esto y la actualidad,
es trazar una hipérbole esquizoide que busca proseguir con el más rancio
gatopardismo.
Es risible y hasta trágico observar cómo este obstinado
matrimonio, en una época tan ricos gracias a Alfredo Martínez de Hoz y en otra
tan hinchas del neoliberalismo menemista, ahora se pongan tan rápidamente el
ropaje democrático cuando hasta el palacio llegan aires de cambio en forma de
ruidos de cacerolas.
Fernando Paolella