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VOCES DE ULTRATUMBA

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MÁS CHARLATANISMO PSEUDOCIENTÍFICO
MÁS CHARLATANISMO PSEUDOCIENTÍFICO

    A tal punto llega el convencimiento, para muchos, de la existencia de espíritus errantes (dicho sea de paso la religión católica no lo admite) que incluso se ha creído percibir voces de ultratumba en las hoy ya antiguas cintas magnetofónicas grabadas.
     Un tal Friedrich Jürgenson hasta llegó a escribir un libro titulado Radiofonía de los difuntos, que tuvo resonante éxito en Alemania en el año 1967.
     Jürgenson, de quien se decía que era políglota, “acababa de grabar en un bosque de los alrededores de Estocolmo el canto de un pinzón y al pasar la cinta magnetofónica, percibió unos sonidos que parecían una voz humana. Volvió a escucharla una segunda vez con mayor atención y oyó débilmente la voz de un hombre que hablaba en noruego acerca de las voces nocturnas de las aves. Esto sorprendió a Jüngerson.
     “A los quince días de aquello, en una grabación, después de un piar de pájaros, oyó una voz que se dirigía a él en alemán diciendo: ´Mi pequeño Friedel, ¿me oyes?’
     “Daba la impresión de que la persona que musitaba aquello hacía un tremendo esfuerzo para expresarse y que estaba llena de ansiedad.
     “No me cabe duda, comenta Jürgenson, que se trata de la voz perfectamente reconocible de mi madre, muerta cuatro años antes.
     “Durante los meses siguientes recibió otros mensajes que se dirigían a él personalmente. Eran débiles, prácticamente  casi inaudibles y tuvo que ejercitar su oído para comprenderlos. Para él no había duda alguna que esas voces procedían del más allá”. (Según Alain Sotto y Varinia Oberto, Más allá de la muerte,  Madrid, Edaf, 1984, pág. 95).
     Dado el revuelo que causó este “fenómeno”, pronto se plegó a sus investigaciones un tal Konstantin Raudive, psicólogo letón residente en Alemania (siempre de acuerdo con los informes aportados por Sotto y Oberto); este señor “captó en tres años, más de setenta mil mensajes y publicó el relato de sus experiencia con el título de Cuando lo inaudible se hace audible.
     “El contenido de las comunicaciones es, la mayoría de las veces, algo nimio  deshilvanado. Las voces pronuncian los nombres de los individuos presentes o de sus amigos, hacen referencia a acontecimientos que sólo conocen los participantes, evocan la vida en la tierra, pero permanecen evasivas y poco locuaces sobre el más allá. Con frecuencia algunas personas reconocen a parientes fallecidos. Son las que en esos momentos  tienen una comunicación personal con uno de sus allegados o porque niegan violentamente la realidad de esas voces.” (Ob. cit. pág. 98).
     ¿Conclusiones? Dos cosas pudieron haberle sucedido a Jürgenson.
      Primero: que los casetes, de mala calidad, y sobre todo si nos remontamos a los años ’50 o ’60 del siglo pasado, quedaron mal regrabados con ruidos de fondo de la antigua grabación, que pueden ser oídos si se aumenta el volumen del aparato reproductor. Esas voces  de la antigua grabación, pueden ser escuchadas si se aumenta el volumen del aparato reproductor. Esas voces de fondo, anteriores grabaciones semiborradas, pueden ser interpretadas como mensajes del más allá, por parte de personas sugestionables o creyentes fanáticos en la vida de ultratumba. Este pudo haber sido el caso de Jürgenson. Tampoco podemos descartar que lo que oyó Jürgenson fue realmente la voz de su madre fallecida cuatro años atrás, cuyas palabras pudieron haber quedado grabadas en el casete luego regrabado en el bosque con el piar de pájaros, quedando como débil grabación de fondo.
     Muchas veces tuve oportunidad de escuchar melodías o voces de fondo en mis propios antiguos casetes regrabados. Incluso frases pronunciadas por un loro hablador que poseía en mi casa y que durante la grabación pasaban inadvertidas para mi esposa y para mí, dada la repetición cotidiana de las mismas por parte del ave. También ladridos de perros y otros ruidos familiares a lo cuales uno se acostumbra y que “no se oyen”, suelen sorprender al ser escuchados como sonidos de fondo en una grabación. De modo que el señor Jürgenson bien pudo haber grabado todo sin advertirlo, distraído con los pájaros e incluso la mención de su propio nombre pronunciado por alguna madre que llamaba a su hijo del mismo modo y que él confundió con su propia madre en la frase: “Mi pequeño Friedel, ¿me oyes?”
     En cuanto a las experiencias de su entusiasta colega, el psicólogo Raudive, cabe la sospecha de que dado el éxito de su amigo, se lanzó a partir del año 1965 a “la caza activa de voces paranormales grabando y regrabando casetes, realizando probablemente una verdadera mistificación con el fin de adquirir notoriedad. Cuesta creer que haya sido lo suficientemente ingenuo como para aceptar que las voces añadidas hayan sido expresiones de los espíritus errantes de los difuntos, aunque tampoco podemos descartar la posibilidad de tratarse de un hombre muy crédulo.
     En el libro de Sotto y Oberto, se dice que es necesario un entrenamiento permanente para poder interpretar correctamente las sobreimpresiones. “Es un hecho que, una sola palabra da numerosas informaciones a la persona que conoce los acontecimientos en cuestión” (Obra citada, pág. 98). Esto ya es decir suficiente, pues se da a entender que se trata de mensajes sibilinos y aquí estamos ya en presencia de una similitud con los antiguos oráculos.
     En las voces de fondo de un casete, cada escucha puede reconocer e interpretar lo que le plazca si  posee mucho de  sugestionabilidad, creencias, predisposición y expectativa.
     Queda por saber –poniéndonos en el papel de crédulos- cómo podrían obrar los espíritus sobre los átomos de una cinta magnética para grabar, tan sólo débil y confusamente, mensajes o frases tontas como “Pobre abedul pequeño” y “graecula” (latín de “pequeña griega”). (Ob. cit., pág. 98).
     Por último podemos mencionar que algunos incluso han tomado las experiencias del déja-vu (tema ya visto en Tribuna de Periodistas) como supuesta prueba de la supervivencia del alma después de la muerte, y esto constituye para ellos otro argumento más sobre la existencia de los espectros que asustan a los vivos.
     Para ilustrar, podemos mencionar al filósofo británico de origen austriaco Karl Popper en su libro (en colaboración con John C. Ecles) titulado: El yo y su cerebro, (Barcelona, Labor, 1985, págs. 43 y 44), quien nos habla de tres mundos a saber: el físico y el de los estados mentales y los estados inconscientes.
     Algunos charlatanes basados en estas filosofías, no hesitan en lanzar a la venta sus libritos, aparentemente  bien fundados en pensadores de fama, para obtener éxitos de venta engañando a la gente, haciendo perder el tiempo, y dinero que debería ser empleado en la verdadera ilustración en vez de hacerles el panegírico a los chantas.

 

Ladislao Vadas

 

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