La apertura cinematográfica del año fue
inmejorable: Petróleo Sangriento —film del director Paul Thomas Anderson—
que entronizó al Oscar como mejor actor protagónico a Daniel Day-Lewis. Sin
dudas, una de las obras maestras más importante de los últimos tiempos.
Reúne a su alrededor todos los condimentos de un éxito
perdurable: a) Una gran historia para contar b) Bien narrada c) Guión
convincente d) Montaje magnífico e) Un protagónico, el de Lewis, brillante,
imponente y majestuoso. En fin, una obra de arte aleccionadora y pedagógica, por
su apertura y enseñanzas. Elijo una escena memorable de la misma: la
ridiculización del pastor, por parte del magnate Plainview, quien desenmascara
la hipocresía de este vendedor de fe e ilusiones al mejor postor. La tragedia y
la comedia en contrapunto. Una película para recordar.
Tradicionalmente, la industria cinematográfica de Hollywood,
juega su presentación más fuerte a partir de marzo de cada año, y este no fue la
excepción. En segundo lugar, otra galardonada —casualmente con el Oscar a la
mejor película— Sin lugar para los débiles, transformándose en la segunda
rueda del tándem, de las mejores producciones de género dramático del
año. En dicho film, sobresale la actuación del actor español Javier Barden, cuya
máscara escénica es la de un asesino psicópata serial.
Cierran la partida del melodrama, consignas como: La otra
Bolena, pieza del director Justin Chadwick, Los Falsificadores de
Stefan Ruzowitzky, donde la idea de la supervivencia ante la adversidad es un
fin en sí mismo. Todo está subordinado a este principio. Mi hermano es hijo
único y Una mujer partida en dos, no pueden ser mejores broches de
esta industria cultural. La primera, Mio fratello é figlio unico, de neto
corte político, nos seduce con la moraleja de “las (supuestas) diferencias
políticas” no son tales. Una oda a la cordura y a la lógica democrática y
ciudadana. Daniele Luchetti, director del film, reflexionando sobre los derechos
de los ciudadanos y la libertad asediada por “nuestros fascismos interiores”,
logra una narración adulta y librepensadora. La fille coupée en Deux
—magistral producción del director francés Claude Chabrol— nos sumerge en la
estética francesa del amor sui generis. Todo lo contrario al amor “de lo
establecido en occidente”, el amor aquí propuesto por Chabrol, es rupturista.
Es una práctica impersonal. Es el amor jugado en el clasicismo griego o el
banquete. Representado en la mujer que es libremente entregada y poseída por la
comunidad de sus amantes.
Para mutar de géneros y lenguajes cinematográficos, nada
mejor que pensar en aventuras y fantasías. Nada mejor, que hacerlo de la mano de
un consagrado como Andrew Anderson, y Las Crónicas de Narnia —y el
Príncipe Caspian—, donde hace recaer en el personaje Aslan, el rey león, y su
mágico rugido, el dominio sobre la materia, el espacio y el tiempo. Tal
importancia reviste, que saber leer sus discursos guiará a los espectadores,
sobre los futuros probables. Su moraleja resulta quebrante: “Somos libres
por nuestros actos, ellos nos redimen. Comprendamos que las cosas no se repiten.
Nada pasa lo mismo dos veces.” Y sí, hasta la más conspicua pluma crítica, se
desvanece ante la ternura del león de marras.
Y con la estertórea voz del león Aslan, de Narnia, propicia
el viaje al mundo de las risas, el humor visceral e inteligente, hasta la
comedia negra inglesa. Nos referimos a dos películas: Muerte en un funeral
y Manuale d´ amore. La primera, dirigida por Frank Oz —difícil de
clasificarla por temor a los clisés—, ora comedia de enredo, ora comedia
negra, vislumbra el acidulado humor inglés. El entramado de la historia,
adquiere fuerza en la intensa dualidad: inserción dramática-remate de hilarante
comicidad. Es la característica transversal de la película. Una historia, que
se transformará por méritos propios, en un clásico del humor. Como
expresáramos en la crítica cinematográfica de la misma: El carismático tío
Alphie (transportado en su silla de ruedas), de lenguaje soez y quejoso, con
intervenciones breves y directas, logrará el clímax del humor a manos abiertas
¡Imposible no derretirse de risa!
La segunda, Manuale d`amore, de Giovanni Veronesi,
desnuda las distintas etapas que, según él, participa la construcción de la
pareja: “el enamoramiento” (flechazo), “la crisis”, “la traición” y “el
abandono”. El humor visceral romano, en este caso, es disímil al precedente
inglés, que usa a este aspecto de la condición biológica-humana, como catarsis
(incluso el llanto). Para Veronesi en cambio, el humor “a la italiana”, la
acidez histriónica y la carcajada, son vividas como un telón que tapa lo
insondable y lo absoluto: el temor a la soledad.
Gustavo Contarelli
Excelente síntesis. Siempre me guío por tu columna Gustavo, a la hora de elegir buenas películas. Gracias Vilma