Las primeras estimaciones privadas sobre
la actividad económica dan cuenta que en diciembre se registró una caída cercana
al 2 por ciento, respecto de igual mes de 2007.
Esto está marcando el inicio de un ciclo que llevará por
primera vez desde 2002 a la economía argentina a la recesión. Sin embargo, las
cifras pueden ser más ostensibles durante el primer trimestre de 2009, habida
cuenta que igual lapso de 2008, la actividad económica estaba a pleno.
Por entonces, las empresas registraron uno de los más altos
indicadores de actividad, adelantando producción debido a que temían una falta
de energía para los meses de invierno. Sin embargo, la escasez de insumo no se
produjo porque la baja en la actividad y un invierno suave moderaron el consumo.
Cuando se compare las cifras del movimiento económico entre
el primer trimestre de este año e igual término de 2008 se podrá observar una
caída pronunciada. En especial, si se replica, en otras ciudades, la situación
que afecta a San Nicolás.
Entre la baja en las ventas en la temporada de fiestas
navideñas y el menor movimiento turístico, se completará un panorama de
depresión económica. Los expertos privados estiman que si se mantienen los
actuales precios de los commodities que exporta la Argentina y el gasto
público no se expande, la actividad económica no registrará movimiento. Sólo con
una mejora sustantiva de los precios de exportación se podrá lograr un avance no
mayor al 2 por ciento. Pero el escenario se presenta bien diferente. Por un
lado, el gobierno se embarcó en un plan de obras públicas con la sola asistencia
financiera del Tesoro. Por otro lado, los vencimientos de la deuda obligan al
gobierno a trabajar en una delicada ingeniería financiera para llevar adelante
un mínimo aunque complejo canje de bonos.
Si el gobierno no libera las ataduras que impiden dinamizar
las exportaciones, si se aumenta el gasto público, y no se logran mejoras
financieras con el exterior, la economía argentina va camino a su sepultura. A
esto se le suma, la necesidad de dar una respuesta a miles de productores
rurales afectados por una inusual sequía que terminará impactando contra la
cuenta corriente del país.
Pero el mayor temor que subyace sobre el ejercicio 2009 lo
plantea una doble combinación de las elecciones de medio término y las cuentas
provinciales.
La tentación de los políticos de asegurar su viabilidad
después de 2009, los llevará inexorablemente a aumentar el gasto público, un
poco para atender necesidades insatisfechas pero principalmente para maquillar
su propia inacción.
Sin embargo, la jaqueca de los funcionarios oficiales se
genera en la delicada situación de las cajas provinciales. El 2008 cerró con un
saldo en rojo para el consolidado de las 24 jurisdicciones. La abrupta caída del
consumo en el interior del país, a partir del conflicto con el campo por las
retenciones, precipitó la debacle financiera en las provincias.
El auxilio por mayores remesas se comenzó a sentir en el
último mes cuando una gran cantidad de ministros provinciales, comenzó a
desfilar por los pasillos del Palacio de Hacienda en busca de fondos para poder
hacer frente al pago de salarios y aguinaldos.
El pedido de fondos a la Nación comienza a ser un clamor
unívoco desde el interior del país. El malestar entre gobernadores, senadores y
diputados se hizo sentir: "nosotros apoyamos los proyectos del Ejecutivo
nacional para prorrogar impuestos como el cheque y la emergencia, el blanqueo y
la moratoria. De ese dinero, nada va para el interior y ahora que la crisis nos
pega de lleno, la Nación comienza a poner trabas cuando pedimos fondos para la
emergencia", se quejaba un legislador.
Lo cierto es que la situación financiera del interior del
país no es nueva para la administración. Tanto el ministro de Economía, Carlos
Fernández, como el secretario de Hacienda, Juan Carlos Pezoa, ya le habían
planteado las dificultades de varias provincias al jefe de Gabinete, Sergio
Massa y a la propia Presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Para la Casa Rosada, las demandas electorales y las cuentas
provinciales conforman un movimiento de pinzas que se cierne sobre el horizonte
de octubre y que amenaza la paz habitual del cementerio kirchnerista.
Miguel Angel Rouco