El documento emitido por el FMI sobre la
situación de los países del denominado Grupo de los 20 (G-20), pone de relieve
que la crisis no sólo será intensa sino también prolongada.
Al menos, se extenderá durante todo el año y recién podría
hablarse de una tenue recuperación a partir de 2010.
El documento muestra que los países más desarrollados han
hecho destacables esfuerzos para ayudar a sus sistemas financieros y a sus
bancos y empresas y que deben estar preparados para cuando se supere la crisis.
Para los países de economías emergentes se trata de aplicar
correcciones sobre su política monetaria y su tipo de cambio. Mientras que los
países en desarrollo y que enfrentan dificultades, para hacer frente a sus
servicios de deuda y que enfrentan situaciones de restricciones crediticias, la
recomendación pasa por fortalecer su perfil fiscal y realizar los ajustes que
sean necesarios.
Esto último tópico si bien no está dirigido a ningún país
de ese nucleamiento, tiene un claro destinatario: la administración Kirchner.
El documento señala que "en algunos países los efectos de
la inflación han sido limitados y las expectativas están bien ancladas, lo cual
les permite aplicar un alivio monetario y aumentar la liquidez. Sin embargo, en
países con regímenes cambiarios administrados podría haber menor margen de
maniobra para aplicar un recorte en las tasas de interés por lo cual la crisis
pondrá presión sobre el tipo de cambio".
Más adelante, el informe puntualiza que "en países con
sólidas políticas macroeconómicas existe un mejor terreno para aplicar estímulos
fiscales y usar discrecionalmente medidas en apoyo a la demanda. Pero en países
que enfrentan condiciones severas y limitaciones en el acceso al financiamiento
sería recomendable un endurecimiento de la política fiscal junto con la política
monetaria, ante la caída en los ingresos y la falta de acceso al crédito".
La Argentina es el único país del G-20 que tiene
virtualmente los mercados financieros y de capitales cerrados y es el país que
más va a padecer la reversión de los flujos de capitales.
En el contexto actual de elevada incertidumbre y con los
inversores tratando de buscar refugio en activos de altísima calidad, las
probabilidades de conseguir fondos por parte de la Argentina son nulas.
De allí que el gobierno busca afanosamente tener fuentes de
financiamiento alternativas —sea vía utilización de reservas, ahorros
previsionales u otras—, para poder hacer frente a los vencimientos de 2009 y
2010. Pero la caída de la demanda sumada a la brusca baja de los términos de
intercambio y las restricciones crediticias configuran un escenario de
dificultades para los próximos meses.
La crisis comienza a pegar de manera importante sobre esta
parte del planeta. Se calcula que entre la caída en el precio de los activos y
la retracción de los consumidores el gasto caería cerca del 5 por ciento.
El deterioro de los términos de intercambio podría ser
peor que los efectos de la crisis financiera y el gobierno se vería aun más
limitado en sus posibilidades de conseguir nuevos canales de financiamiento.
Para algunos expertos, entre el paquete de estímulo
fiscal, los rescates bancarios y de las automotrices, los Estados Unidos
desplazarán del mercado financiero a quien pretenda conseguir fondos en un
mercado signado por la desconfianza, lo que en la jerga financiera se denomina "crowding
out". "La administración Obama va a emitir nueva deuda a largo plazo, se va
convertir en una aspiradora de fondos y todos van a querer prestarle al mejor
pagador del mundo y la Argentina va a quedar relegada al pelotón de fondo",
señalaba un economista del sector privado.
Con este trasfondo, con el ciclo recesivo recién arrancando,
con un enfrentamiento terminal con el campo, principal actor económico
doméstico, la administración Kirchner navega en una zona de peligro.
Miguel Angel Rouco