La clase dirigente argentina va definiendo
sus contornos. Se van conformando sus perfiles a medida que se profundiza la
crisis, y una mueca de cinismo se va apoderando de sus temibles rostros.
Las últimas horas han dejado en claro el desprecio de esa
clase por el resto de la población. Varios hechos jalonaron el derrotero de la
sociedad, vapuleada a estas alturas, por una altísima dosis de desidia y cuando
no, de autoritarismo.
La gira por España se ha convertido en una nueva edición de
marketing y a pesar de la reiteración de anuncios de inversiones ya previstas
por Telefónica y Repsol, la Presidenta trajo de Madrid un bolso
vacío. En el caso de la telco, los fondos destinados al área de
telefonía básica y banda ancha, se habían anunciado el año pasado, en especial
con el tendido de fibra óptica, esencial para la transmisión de datos, hacia las
regiones y localidades que aún no cuentan con ese servicio.
En el caso de la petrolera, los anuncios estaban contenidos
en el programa de inversiones presentado por el propio Antoni Brufau en 2007 y
que formaban parte de un paquete plurianual de unos 6.000 millones de dólares.
Esto es, nada nuevo. Mucho menos obtener apoyo de un
gobierno tan debilitado como el español tanto en su frente interno como externo.
Ni siquiera la gira sirvió para tener una posición de fuerza frente al
conflicto-litigio de Aerolíneas Argentinas. Quedó en claro, desde un
comienzo que la intención del gobierno argentino era llevar el caso hacia una
posición terminal, de manera debilitar el frente empresario y dejar a Marsans
en una situación de urgencia, ante el espinoso tema de los contratos de
provisión de aeronaves.
La idea de la Casa Rosada era congelar las negociaciones y
que Marsans urgido por Airbus tuviera que hacerse cargo de la
operación con sus costos financieros por la caída del contrato de compra de
aeronaves, en principio, destinadas a las compañías argentinas. Esto generaría
un costo financiero enorme para el grupo español y debilitaría su posición de
fuerza, lo que los llevaría a tratar de solucionar el diferendo cediendo gran
parte de sus pretensiones. En el peor de los casos, someterse a un arbitraje en
el CIADI y prolongar el conflicto unos cuantos años más y que otro gobierno se
hiciera cargo del asunto.
Pero esa endeble estrategia se desmoronó a poco de arribados
a Madrid. El CEO de Marsans, y presidente de la CEOE, la central
empresaria española, Gerardo Díaz Ferrán, se les adelantó e hizo un trabajo
fecundo a sus intereses y presionó hábilmente a la débil administración de
Rodríguez Zapatero que transita por estos días por su peor temporada en La
Moncloa y que acaba de anunciar la entrada en recesión de la economía peninsular.
En medio de una crisis económica, financiera y de empleo, lo
que le faltaba al gobierno de "Zetaparo" —así le llaman los españoles por los 3
millones de desocupados que registra el país—, eran nuevos escollos y encima con
problemas provenientes de negocios de ultramar.
El presidente español, rápido de reflejos y para sacarse de
encima a Ferrán incluyó sus demandas como el tema excluyente en la agenda
bilateral y la solución del conflicto de Aerolíneas acorde con la demanda del
grupo español, se convirtió en el único tema de conversación entre ambos
mandatarios.
El conflicto está lejos de solucionarse por más que
Marsans le meta fuego a la negociación, lanzando bocanadas como "la próxima
semana se firmaría el acuerdo" o "Airbus está de acuerdo con el cambio de
proveedor". Es más, Ferrán tuvo un desliz fuera de protocolo y derramó el tema,
sobre la mesa de la cena de gala, ofrecida por los monarcas españoles, captando
la lábil atención de algunos empresarios argentinos que inmediatamente se
hicieron eco de la versión de Ferrán y la enviaron hacia medios argentinos.
Por lo pronto, para la solución del conflicto, se deben dar
algunos pasos. A saber, que Airbus acepte el cambio de deudor, el estado
argentino por Marsans, y que el estado se haga cargo no sólo de la seña
sino del resto de la deuda financiera. Dos aspectos entran en juego aquí. El
primero, cambiar un deudor empresario con experiencia en el negocio y garantías
sólidas, por un estado fallido que no paga sus deudas, que no posee garantías
suficientes y donde sus aerolíneas presentan un déficit operativo de 1,5 millón
de dólares por día. El segundo tópico, Airbus es una compañía cuyos
dueños son los estados europeos y para realizar una operación con terceros
estados requiere la venia y la garantía de sus estados controlantes. Los
estados de la Unión Europea forman parte del denominado "Club de París" y la
Argentina está en default con ese nucleamiento, y lejos, de llegar a un
arreglo.
De resultas, el gobierno no encuentra salida para el
conflicto. Lo más probable es que Marsans deba asumir la operación con
Airbus —¿o perder la seña de 400 millones de dólares?—, demandar luego en el
CIADI, y los argentinos deban asumir no sólo, el costo de ese juicio, sino el
pasivo anterior y un déficit operativo anual de 500 millones de dólares anuales
que será pagado con el recorte de fondos a la educación, la salud, los
jubilados, etc, sólo para satisfacer y preservar los privilegios de la clase
dirigente.
Pero de regreso a estas playas, la administración Kirchner no
detiene su marcha y ante un brutal ajuste de tarifas —luz, gas y transporte que
impactó en los precios de todos los bienes y servicios—, el gobierno se despacha
con un índice de inflación de apenas 0,5 pct cuando los economistas privados más
cautos la estimaron en el triple.
Una vez más, la Casa Rosada apela a la burla y a la mofa en
medio de una crisis económica que amenaza con destruir miles de empleos. El
derrotero oficial sigue con total desparpajo. Ante la magnitud de la tragedia de
Tartagal, no tiene mejor idea que desempolvar la vieja receta demagógica. En una
muestra de la liturgia proselitista, entre la desesperación de la población y el
chapoteo en el barro de la comitiva oficial, la Presidenta lanzó su joya
dialéctica: "la verdadera tragedia es la pobreza estructural". ¡Vaya novedad!
"No puede ser que Tartagal esté sumido en la pobreza cuando produce 23 millones
de metros cúbicos de gas", fue otra de las celebérrimas quejas presidenciales
como si en sus potestades, no estuviera la posibilidad de cambiar esa situación,
al cabo de casi seis años de gestión y luego de un fenomenal crecimiento e
ingreso de divisas como nunca tuvo el país. La tragedia de Tartagal es producto
de la falta de inversión, impericia e imprevisión de la clase dirigente.
Tartagal es una muestra triste de la tragedia argentina.
Una vez más, la dirigencia argentina da muestras de su escasa
capacidad, de su enanismo conceptual y de una total falta de respeto y desprecio
a la sociedad, algo que bordea la humillación.
Una vez más…
Miguel Angel Rouco