La incertidumbre por los despidos
derivados de la crisis financiera global, la persistencia de una pobreza
estructura que "no sólo genera excluidos sino ya sobrantes" y la debacle de las
economías regionales a raíz de la protesta del campo y la sequía, son apenas una
muestra de las preocupaciones sociales que los obispos argentinos llevarán al
Papa entre marzo y abril. Los prelados llegarán a Roma en medio de la ebullición
por el caso del obispo Richard Williamson, a quien Benedicto XVI levantó la
excomunión junto a otros tres prelados de la ultraconservadora Fraternidad San
Pío X, decisión que desató una interna sin precedentes en el seno de la Iglesia
católica.
Se trata del mismo prelado que negó la existencia del
holocausto judío y a quien el Gobierno conminó ayer a abandonar el país "en un
plazo perentorio de diez días", bajo apercibimiento de "expulsión", por
considerar que sus dichos "agredieron profundamente a la sociedad argentina, al
pueblo judío y a la humanidad toda".
Sin embargo, esa decisión gubernamental "no afecta en
absoluto" la relación del Estado argentino con el Vaticano, según aclaró el
embajador ante la Santa Sede, Juan Pablo Cafiero.
El diplomático también distanció del escándalo Williamson
al Episcopado argentino, al asegurar que ese era "un caso marginal y no central"
para la Iglesia local, en coincidencia con los obispos que afirmaron "no
mantener ningún contacto institucional con los lefebvristas", pese a que
Williamson dirigía un seminario de ese grupo religioso, que no acepta las
reformas del Concilio Vaticano II, en la localidad bonaerense de La Reja.
Precisamente con Cafiero, algunos obispos mantendrán "conversaciones" en el
marco de la visita "ad límina", a fin de poder avanzar en temas bilaterales
pendientes, que generaron cierta fricción, como el futuro status del obispado
castrense, y la designación de su respectivo obispo.
El embajador, que afirmó hoy que en el Vaticano "hay un clima
más positivo hacia la Argentina", trabaja desde noviembre pasado en un "acuerdo
viable" —pudo saber DyN— para eliminar el Obispado Castrense, posibilidad que
Roma rechaza, o al menos se busca retrotraer el acuerdo bilateral a 1992, cuando
se elevó esa jurisdicción de vicariato a obispado. Cafiero opina que debe
revisarse su existencia porque ese obispado está constituido sobre cartas
reversales jurídicamente "endebles" y de "cuestionable validez", por no contar
con aprobación parlamentaria.
Pese a que en el Episcopado no confirman ni desmienten estos
"encuentros" con el diplomático, no es un dato menor que en el primer grupo, que
estará en Roma del 7 y el 14 de marzo, figure —entre unos 30— casi la totalidad
de la cúpula episcopal encabezada por el cardenal Jorge Bergoglio. Además, en
esa comitiva también viajarán el actual administrador diocesano del Obispado
Castrense, Pedro Candia, y el emérito Antonio Baseotto, a quien el gobierno
intentó echar sin éxito en marzo de 2005, tras la utilización de una frase
evangélica —tirar al mar a quienes escandalicen a los niños— que la Casa Rosada
interpretó como apología de los "vuelos de la muerte" en la última dictadura
militar. El resto de los obispos cumplirá el requisito canónico de visitar al
Papa y los dicasterios vaticanos, con sus respectivos informes pastorales, en
dos tandas. Una del 26 de marzo al 3 de abril, y la otra del 20 al 30 de abril.
Esos diagnósticos, que habitualmente irritan la sensibilidad
de los gobiernos de turno, incluyen además de cuestiones socio-políticas, otras
de especial consideración en un país católico, como pérdida acentuada de fieles,
escasa participación en los oficios religiosos y curva declinante de vocaciones
sacerdotales.
Guillermo Villarreal