El brutal asesinato de un asistente de Susana Giménez,
no fue más que otro botón de muestra de lo que vivimos la inmensa mayoría de los
argentinos. Digo la inmensa mayoría y no todos los argentinos porque
evidentemente un grupo de la sociedad no lo sufre, como por ejemplo, algunos
políticos, jueces y/o fiscales. Pero claro, ellos tienen el privilegio de llevar
custodia, que dicho sea de paso la pagamos todos, o sea, el resto de la
sociedad.
De todas maneras, el avance de la delincuencia es tan
grande que hasta alguno de estos privilegiados cada tanto es víctima de la
“sensación de inseguridad”, como el resto de los mortales.
Pero volviendo al caso puntual del asistente de la diva
de los teléfonos, quien fue atado de pies y manos, apuñalado y, como si eso
fuera poco, tirado a una piscina con una bolsa en la cabeza, esto generó que los
medios fuesen a buscar a Susana Giménez y pedirle una reflexión sobre lo
sucedido.
Visiblemente conmovida, a pocas horas de ocurrido el
crimen, la conductora disparó frases como “Quien mata tiene que morir” o “Basta
con esta estupidez de los Derechos Humanos”.
Lógicamente, tan contundentes declaraciones
repercutieron en absolutamente todos los medios, y varios sitios de Internet
pusieron encuestas preguntando si compartían o no esos dichos y los programas de
radio invitaban a los oyentes a opinar sobre el tema.
Los resultados fueron contundentes, la mayoría del
común de la gente, más del 80%, opina que lo que dijo Susana Giménez está bien.
A modo de ejemplo, lo invitamos a que visite uno, y si
lo desea, también puede participar.
http://cadena3.com/encuesta.asp?id_encuesta=374 (1)
De todas maneras, el punto es el siguiente, ¿es
políticamente correcto decir lo que dijo Susana? Por supuesto que no.
¿Qué es lo políticamente correcto?
Muchos periodistas, especialmente los que se ponen el
traje —o se disfrazan— de progresistas, salieron a pegarle a Susana diciendo que
“era una barbaridad que haya dicho lo que dijo”.
Veamos primero, que significa decir lo “políticamente
correcto”. Para decirlo de manera fácil y sencilla, decir algo políticamente
correcto es tratar de dar una opinión sobre determinado tema sin comprometerse
demasiado, estar del lado del, supuestamente, más débil, y demostrar que se es
tolerante, incluso con los intolerantes. Lógicamente, esta opinión casi nunca va
acompañada de un argumento sólido o, peor aún, con alguna solución para el tema
en cuestión.
Los temas más comunes donde podemos encontrar
declaraciones políticamente correctas son, entre otros, defender los derechos
humanos, la ecología, mejorar el nivel de vida de los más necesitados, la
distribución equitativa de la riqueza o la redistribución de las riquezas, por
un lado, y oponerse enérgicamente a todo tipo de represión, la pena de muerte,
la discriminación, el capitalismo, el neoliberalismo, la acumulación y/o
concentración de las riquezas, el consumismo y, por sobre todas las cosas,
enfrentarse al peor de todos los males, la tan temida globalización.
Por supuesto que ninguna persona medianamente coherente
puede defender la contaminación o la destrucción del medio ambiente, o que
existan pobres e indigentes en ninguna parte del mundo, o la discriminación o
represión, pero, siempre hay un pero, lo interesante sería, en primer lugar,
develar quienes son los verdaderos responsables de estos flagelos; luego, como
se hace para revertir o prescindir de ellos y, por último, no caer en la
contradicción.
Seguramente, un periodista y/o político “progresista”
diría que es por culpa de los grandes capitales, las empresas multinacionales,
de las políticas neoliberales, de la concentración de las riquezas, etc., pero
jamás aceptarán que somos subdesarrollados por nuestra propia inoperancia,
cultura e idiosincrasia.
Tampoco se escucha decir, por parte de esta corriente
progresista, como se hace para prescindir o revertir estas situaciones. De ser
así, tendríamos que transitar todo un proceso de involución y volver a vivir
como en la Edad Media, dejando de lado la ciencia, la tecnología, cerrar los
laboratorios medicinales o las fábricas para evitar las contaminaciones.
Otro ejemplo clarísimo de contradicción es que se
reclama permanentemente por hospitales bien equipados para que toda la población
pueda tener acceso a la medicina, cosa que es totalmente lógica y comprensible,
pero ¿cómo se hace para fabricar un tomógrafo, un quirófano o sencillamente un
bisturí o una jeringa descartable sin instalar una fábrica?
Y por supuesto que nadie puede estar en contra de la
educación ¿y como fabricamos libros o pupitres sin talar árboles, o pintar
escuelas sin una fábrica que haga la pintura? estos ejemplos son tan básicos
como reales, y tan contradictorios como interminables, pero queda bien
defenderlos y esgrimirlos como bandera.
¿Existe la opinión pública?
Algunos sociólogos sostienen que la opinión pública no
existe, ya que una cosa es lo que un individuo piensa íntimamente y otra muy
distinta es lo que dice en público.
Dicho esto en otras palabras, muchas veces no se dice
en público lo que realmente se piensa porque no es, precisamente, lo
políticamente correcto.
En muchos casos, no sólo se dice lo políticamente
correcto, a veces se hace; un ejemplo de ello fue cuando Carlos Menem eliminó el
servicio militar. Hizo lo políticamente correcto, ya que en las siguientes
elecciones, eso le valió los miles de votos de los jóvenes que se “salvaron de
la colimba” y, por supuesto, de las madres de esos jóvenes.
Pero Menem, también dijo, en una ocasión, algo
políticamente incorrecto, y fue cuando se pronunció a favor de la pena de muerte
para ciertos delitos, como violación seguida de muerte, secuestro seguido de
muerte y a los responsables del narcotráfico.
En ese momento, la opinión pública le cayó con todo su
peso, hasta que tuvo que dejar de hablar del tema.
Sin embargo, cualquier persona común y corriente puede
elaborar su propia encuesta, preguntando a amigos, familiares y compañeros de
trabajo que opina sobre los dichos de Susana Giménez, y seguramente, la mayoría
le dirá que coincide con ella, y es porque esas declaraciones están basadas,
sencillamente, en la aplicación del sentido común, que no es más que interpretar
lo que nos dice el común denominador de las personas. Por supuesto, no existe
ninguna forma de comprobar empíricamente dichas afirmaciones, dado que no
estamos tratando una ciencia exacta; pero si podemos encontrar una respuesta
satisfactoria aplicando la lógica, que según la Real Academia Española,
significa: “todo aquello que es consecuencia de lo natural y legitimo”.
La pena de muerte no soluciona el problema de inseguridad
La inmensa mayoría de los responsables de reflejar la
opinión pública, los comunicadores sociales, difícilmente dirán en público que
están a favor de la pena de muerte o, tan si quiera, de aplicar la mano dura,
por más que íntimamente lo piensen.
Uno de los principales argumentos es que de ninguna
manera la pena de muerte solucionaría el problema de la inseguridad, entonces
hablan de estadísticas que nunca muestran o en tal caso son de dudosa
confección, y dicen: “en los países donde existe la pena de muerte no se
solucionó el problema de la delincuencia”. Claro que no, obviamente que esa no
es la solución, pero si aplicamos el mismo criterio, tampoco se solucionó el
problema de la delincuencia en los países que existen cárceles, o sea
absolutamente todos.
De hecho, no existe país en el mundo donde no existan
cárceles, y mucho menos países donde estas estén vacías. Construir más cárceles
tampoco solucionará el problema de la delincuencia, pero no por eso habría que
prescindir de ellas.
Lo mismo ocurre cuando se habla de aplicar leyes más
duras, o de bajar la edad de imputabilidad, queda políticamente correcto decir
que eso no sirve para nada, pero si un chico de 17 años viola y mata a la hija o
nieta de alguno de ellos, seguramente no dudaría en querer matarlo con sus
propias manos. ¿Usted tiene alguna duda? YO NO.
Pero, como decía el General, la única verdad es la
realidad, y la realidad indica que la delincuencia está creciendo a pasos
agigantados, la realidad dice que la mayoría de los ciudadanos honestos coincide
con lo que dijo Susana Giménez, y lo peor de todo, es que la realidad indica que
estamos en esta situación por la inoperancia e ineptitud de nuestros
funcionarios, ya sean legisladores, Jueces o Fiscales, pero hay algo peor
todavía, y es que no se escucha a nadie hablar del tema, y mucho menos aportar
una solución.
Pablo Dócimo