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VATICANO Y TEORÍA DE DARWIN

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UN VETUSTO (Y YA RESUELTO) DEBATE
UN VETUSTO (Y YA RESUELTO) DEBATE

     Leo sorprendido en el diario La Nación del 4 de marzo del corriente, el siguiente título: Científicos y teólogos debaten sobre Darwin.
      
Parece mentira que a esta altura del conocimiento científico sobre la vida, aún se discuta si esta ha sido creada por un demiurgo (dios creador) o apareció naturalmente. ¡Vaticano con su teoría creacionista, versus evolucionismo basado en la extinción de toda forma viviente defectuosa!
     A mi entender, según mis conocimientos en biología, pienso que este debate es una clara pérdida de tiempo, pues ya no estamos en la oscura Edad Media, cuando sí cuadraba esta ya sempiterna discusión acerca del origen de la vida. En efecto, ya caímos “de bruces” hace 9 años en el  siglo XXI (según el calendario judeocristiano) en la era de la confirmación del origen natural de la vida y su evolución, y resulta ahora ridículo colocar sobre el tapete a una antiquísima polémica que comenzó allá lejos en el tiempo, con el afamado y certero libro El origen de las especies por medio de la selección nautral (1859) redactado por el ingenioso investigador Darwin, que levantó tanta polvareda en el ámbito de la cristiandad, y su no menos valorado escrito titulado: El origen del hombre y la selección sexual (1871).
     Remontarse al pasado de las ridículas polémicas sin fin, es un despropósito a todas luces.
     Según la noticia, se aclara que hoy el vaticano, de acuerdo con la teoría de la evolución de Darwin,  “no excluye que Dios pueda haber creado el universo”.
     También es ridículo que aún hoy, a 127 años del deceso del notable y lúcido investigador citado, aún se esté discutiendo si la raza humana desciende de un primitivo matrimonio de seres perfectos en cuerpo y “alma” (según un texto antiquísimo tenido por “verdad absoluta” por una porción de la humanidad), o fue y es una etapa de la evolución desde un unicelular hasta un pluricelular en sus múltiples versiones: anfibios (sapo, rana, escuerzo...), reptil cocodrilo, ofidio, ave, mamífero, simio, hombre).
     Evidentemente, sostener aún hoy día, en la era del descubrimiento de los quarks, del genoma humano (ADN) como programa que desarrollado produce tanto un virus, como una bacteria, un protozoario, un dinosaurio, un mamut, un elefante, una ballena y... a un autoclasificado Homo sapiens (especie esta polifacética en cuya rama muchos de sapiens “sapientes” tienen poco y nada), que todo, si bien no comenzó “de golpe”, fue dirigido por un eficiente arquitecto; todo esto y mucho más...  consiste, sin duda: ¡EN UNA NOTORIA PSEUSOCIENCIA!
     Y si la herramienta de su dios, según los deístas, ha sido dicha evolución de las especies (para quedar bien con Darwin), debemos aceptar que dicho demiurgo ha sido y sigue siendo ¡un verdadero chapucero! al valerse de un método tan cruel que no respeta vida alguna y las siega como el campesino a la cizaña para obtener, aún así, el triste resultado de seres viles por un lado y enfermos de las mil y una dolencias por otro (inventadas también por este indolente demiurgo, ya que antes de la supuesta creación no existía nada de eso en materia de ser viviente de carne, hueso y  cerebro sensible, con sus achaques).
     Por eso da risa,  lo ridículo de las discusiones en los debates sobre el genial Darwin en estos tiempos, en que todo ese tema ha sido ya dilucidado con creces por el conocimiento científico, y los ilusos teólogos ya no tienen nada que decir ante los avances espectaculares de las Ciencias Físicas, Químicas, y Naturales que dan un mentís a todo iluso y arcaico creacionismo, cayendo así los teólogos directamente, sin atenuantes, en una de las más evidentes pseudociencias.
     Podemos realizar un recuento del proceso viviente que viene desde el unicelular hasta el Homo sapiens y... el elefante.
     ¿Puede ser obra de un cierto “sabio” hacedor divino, la “creación” que costó infinitos yerros, sufrimientos, toda clase de horrores, a saber: accidentes naturales como terremotos, maremotos, tornados, huracanes, inundaciones por lluvias torrenciales, erupciones volcánicas, caídas de mortales rayos, muchos de ellos provocadores de grandes incendios forestales con muerte de innumerables “criaturas” de su propia factura; y siguiendo en el ámbito biológico, un mundo lleno de patologías: pestes, enfermedades incurables como el cáncer;  antiguamente la lepra, la peste bubónica, el tifus exantemático, psicosis de todas las especies hasta locuras asesinas, mortandad infantil, nacimiento de bebés contrahechos, verdaderos monstruos, toda clase de locuras incluso desequilibrados mentales asesinos, sádicos y... un largo etcétera de fallas psíquicas por causa “de un creador chapucero” que inventó un mundo inicuo.
     ¿Un demonio tiene toda la culpa? ¿Un Satán y su cohorte de diablos (y diablas) es el causante de todo mal en el mundo? ¡No me hagan reír señores teólogos, porque el tema es serio, muy serio y ya somos adultos!
     ¿Por qué? ¡Sencillo! Si antes de la soñada “CREACIÓN”, no existía más que un  dios bonachón, ¿de dónde diablos salió la maldad sin límites? (Al menos su posibilidad). De este tema parecen escapar los teólogos, huyendo a toda carrera. Si me responden que es el Diablo quien mete su asquerosa cola en la creación realizada por un ser divino bonachón y omnipotente que tiene ciencia de visión (es decir que conoce todo el pasado, el presente y el futuro al dedillo, incluso las diabluras que iba a protagonizar Lucifer y su cohorte de diablos), surge el tremebundo dilema para la teología (supuesta ciencia) que reza así: si el Creador en virtud de su ciencia de visión (atributo otorgado por la teología a su dios) sabía desde siempre el futuro de  su soñado mundo a ser creado, entonces ya tenía que conocer al dedillo todo, absolutamente todo lo que iba a suceder en su creación, incluso los horrores y toda clase de injusticias que iban a padecer sus pobres y  finalmente desvalidas criaturas, muchas de ellas (tratándose del hombre) sin ser sometidas a pruebas, me refiero a los bebés que mueren en el útero, los que mueren prematuramente una vez nacidos, los que fenecen antes de poseer el uso de razón, etc. etc., sin tener oportunidad entonces de pasar por las pruebas para saber si merecen el dulce Paraíso, o el torturante Infierno o sólo conformarse con el dulce Limbo.
     ¿Y el juicio final? ¿Qué diablos puede ser esto ante la razón? ¿Acaso este señor dios no conoce todo el futuro hasta la consumación de los siglos en virtud de su ciencia de visión según afirman los eruditos teólogos? ¿Estamos locos o qué?
     Colorín colorado, este cuento bíblico ha terminado, cuento que no merece ser tratado como tema serio frente a un plantel de científicos, porque se trata, en el caso de la teología (que pretende ser una ciencia según su propia denominación) tan sólo de una pseudociencia.

 

Ladislao Vadas

 

2 comentarios Dejá tu comentario

  1. Al leer el relato de defensa al Sr. Darwin, me he quedado sorprendido.Pero algo importante no se puede explicar con insultos a los teologos, en mi caso soy doctor y deseo saber : Còmo se iniciò la vida ? de manera clara y precisa. Porque todo lo que hasta hoy se ha dicho no explica nada, porque caso contrario ya no serìa teorìa sino pasarìa a ser ciencia, le guste o no le guste a los señoes teologos. Por favor respòndanme. GRACIAS

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