El 17 de diciembre de 2007, el antipático
Santiago Montoya asumió como titular de la Agencia de Recaudación
de la Provincia de Buenos Aires (ARBA), dando ritmo con riguroso sello propio y elocuente creatividad
a la política recaudatoria bonaerense.
Digamos, aunque nos pese, que fue un mal necesario, ya que
indudablemente ha sido uno de los mejores funcionarios en materia recaudatoria, batiendo
todos los récords históricos.
Sin embargo, aunque parezca insólito, el Gobernador Daniel
Scioli, títere de Néstor Kirchner, se vio en la necesidad de exigir su renuncia
a su cargo por comentarios inocentes formulados por Montoya a los medios y relacionados con su pretendida candidatura testimonial en
las próximas elecciones.
Resulta curioso que el Gobernador de la Provincia de Buenos
Aires haya reparado en este funcionario, cortándole la cabeza como un villano y
que, sin embargo, aún mantenga en sus filas, ante el Instituto de Loterías y
Casinos de la Provincia de Buenos Aires,
al corrupto funcionario que preside dicho ente. Nada menos que el coloso Luis
Alberto Peluso, hombre afortunado no por ser ludópata, sino por ser
indebidamente mantenido en un cargo que no honra, sino con el cual negocia
intereses personales para el y sus conspicuos amigos, entre los cuales
obviamente está el propio Daniel Scioli.
La renuncia de Montoya
"Presento mi renuncia a la dirección de ARBA tal como me fue
solicitada ayer por indicación suya por el ministro de Economía, Rafael
Perelmiter”, sostuvo Montoya en una carta enviada al gobernador Daniel Scioli.
Simultáneamente, Scioli designó como nuevo titular de la agencia a Rafael Perelmiter, quien
fue su contador personal y que se desempañaba como
ministro de Economía de la Provincia de Buenos Aires. Este último cargo será asumido
por
Alejandro Arlía a partir del lunes próximo.
En la dimisión escrita, formulada por el renunciante Santiago
Montoya, se afirmó que “fue un honor trabajar 7 años para la provincia” y agradeció
a Scioli por haber confiado en él “para llevar a cabo la mayor reforma del
estado provincial en los últimos 180 años” con la creación del Ente recaudador.
Sostuvo, además, que llevó a cabo una tarea “que sentimos
titánica y la desempeñamos con la mayor abnegación y entrega”. “No obstante,
continuó, hoy que me veo obligado a dejar el cargo cuando faltando más de tres
años de cumplimiento del período de mi designación, encuentro la satisfacción de
que ARBA ingresó en la fecha 303 millones de peso al tesoro, la máxima
recaudación diaria de la historia de la provincia”.
Aseveró que “aparentemente los motivos por los cuales usted
me pide la renuncia están relacionados con ciertos comentarios políticos que
produje al verme involucrado en versiones acerca de una candidatura que no me
había sido formalmente ofrecida”. “Lamento profundamente el desenlace, ya que
muy lejos estuve de cualquier intención de provocarle inconvenientes de carácter
público”, expuso.
Agregó que “así como los jueces hablan a través de sus
sentencias, en mi tarea de recaudación creo que los números constituyen la
evidencia contundente del tamaño de mi compromiso político con su gobierno y la
gobernabilidad”.
Sin embargo, estimado lector, el funcionario en cuestión fue echado
como un perro sarnoso… olvidando que ha sido uno de los pilares de la economía
provincial, y en varias oportunidades apetecido por el gobierno nacional e
incluso por funcionarios de la ciudad autónoma de Buenos Aires.
¿Jesucristo o Barrabas?
Cuando Herodes se negó a condenar a Jesús y lo remitió de
nuevo a Poncio Pilato, el gobernador romano quedó desilusionado. Había creído
escapar a la responsabilidad de decidir en el caso más embarazoso de su
experiencia como juez. “Entonces Pilato, convocando a los principales
sacerdotes, a los gobernantes y al pueblo, les dijo: -Me habéis presentado a
este como un hombre que perturba al pueblo; pero, habiéndolo interrogado yo
delante de vosotros, no he hallado en él delito alguno de aquellos de que lo
acusáis. Ni tampoco Herodes, porque os remití a él. Nada digno de muerte ha
hecho este hombre, así que lo soltaré después de castigarlo” (Luc. 23:13-16).
La sugerencia que hizo Poncio Pilato para satisfacer las
demandas de la turba, de castigar a quien había declarado inocente, era por
demás vil y cobarde. “La propuesta de azotar al prisionero fue el segundo de los
subterfugios criminales y cobardes mediante los cuales Poncio Pilato procuraba
satisfacer su conciencia y las demandas de la turba a un tiempo...
La injusticia de esa monstruosa propuesta era del carácter
más execrable. Si Jesús era culpable, debió haber sido castigado; si era
inocente, debió haber sido inmediatamente puesto en libertad y se lo debió haber
protegido de los ataques de los judíos" (The Trial of Jesus, Chandler, vol. 2,
p. 129 y 130).
Si Jesús era culpable de los crímenes de los que se lo
acusaba, la mera flagelación no habría sido suficiente castigo; pero si era
inocente, tal como acababa de declararlo el juez, cualquier castigo sería
totalmente injusto.
A propósito de ese segundo intento por parte de Poncio Pilato
por escapar a la responsabilidad del caso, dice la Biblia de Cambridge: “Se daba
ahora la oportunidad de oro que Poncio Pilato debió haber aprovechado, de hacer
lo que él sabía que era lo correcto; y estaba realmente deseoso debido a que la
mansa majestad del Señor había causado en él una honda impresión... Pero los
hombres suelen vivir bajo la presión ejercida por sus propias acciones en el
pasado; y Poncio Pilato, con su ambición y crueldad, había ofendido de tal modo
a los habitantes de todas las provincias de Judea, que no se atrevió a hacer
nada más que provocara la acusación que se cernía amenazadoramente sobre su
cabeza... Fue en ese punto donde Poncio Pilato comenzó a ceder a la fatal
vacilación que se convirtió pronto en culposa, y que le impidió toda posibilidad
de evasión. Acababa de declarar al prisionero absolutamente inocente. Someterlo
al horrible castigo de ser azotado con la mera finalidad de satisfacer el
orgullo de los judíos, y humillarlo ante sus ojos, fue un desafortunado acto de
ilegalidad que debió haber sido inmediatamente repudiado como indigno del
sentido romano de la justicia”.
¿Montoya o Peluso?
Las comparaciones son odiosas, pero muchas veces sumamente gráficas.
Lo cierto es que, en la historia Poncio Pilatos ofreció a Barrabas que era un
asesino, y pretendió liberar a Jesús del karma.
Como dirigiéndose al vacilante juez que dudaba entre la justicia y la
conveniencia, un autor escribió: “Pilato: sé consecuente contigo mismo. Si
Cristo es inocente, ¿por qué no lo dejas ir libre y absuelto? Y si crees que es
merecedor de sufrir el castigo del azote, ¿por qué lo declaras inocente?" (Gerhard,
Harm, ch. 193, p. 1889, Greenleaf). Pero la turba rechazó indignada la solución
de compromiso que se le ofrecía, y pidió con insistencia la muerte de la
víctima.
En ese aprieto, Poncio Pilato probó otra treta para quitarse de encima la
responsabilidad del caso y alivianar su conciencia. A modo de feliz idea acudió
a su mente la costumbre que instituyera uno de sus predecesores, quizá el propio
Herodes el Grande. Al comienzo de cada Pascua el procurador ponía en libertad un
prisionero escogido por los mismos judíos. “Ahora bien, en el día de la fiesta
acostumbraba el gobernador soltar al pueblo un preso, el que quisieran. Y tenían
entonces un preso famoso llamado Barrabás. Reunidos, pues, ellos, les preguntó
Poncio Pilato: -¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás o a Jesús, llamado el
Cristo?
Pero los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud que
pidiera a Barrabás y que se diera muerte a Jesús. Respondiendo el gobernador les
dijo: -¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Y ellos dijeron: -A Barrabás.
Poncio Pilato les preguntó: -¿Qué pues haré de Jesús, llamado el Cristo? Todos
le dijeron: Sea crucificado” (Mat. 27:15-22).
Dicha elección resume el tinte político con el que se puede teñir una decisión o
bien disfrazar la realidad.
¿Daniel Scioli es Poncio Pilato respecto de Santiago Montoya? ¿Y eso significa
que Luis Alberto Peluso, titular de Lotería de la Provincia de Buenos Aires es
Barrabas y Santiago Montoya Jesucristo?
Conclusión
Con el mayor de los respetos, aunque indigne, por la desfachatez de la decisión,
de ningún modo puede el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Daniel
Scioli, decapitar a un funcionario que le fue sumamente funcional. Mucho peor que hablar es hacer o dejar de hacer, ser corrupto
e intentar disimularlo.
La cabeza que debió rodar es la de Luis Alberto Peluso, por sus graves hechos de
corrupción, más que la de Santiago Montoya por dar su parecer con palabras
inofensivas que en nada perjudican el erario público.
Basta de hacerse los distraídos. Hace falta acción, Sr. Gobernador, y si quiere ser Presidente de
los argentinos debe dejar de ser un muñeco y ejercer su cargo con confianza y
determinación. Ud. es quien debe tomar las decisiones en el ámbito provincial, y
no dejar que se las impongan.
Ud., señor Gobernador, eligió mal.
Carlos Forte
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