¿Qué diferencia semántica existe entre
predicción y profecía? Mientras que predecir significa “anunciar por revelación,
ciencia o conjetura algo que va a suceder, el término profecía se refiere a
cierto (o más bien supuesto) don natural para predecir ‘cierta y
determinadamente´, hechos futuros dependientes de la libre voluntad humana”.
¿En qué consiste la revelación? En cierta
manifestación de una verdad secreta u oculta, según una de sus definiciones, y
aquí es donde se enlazan ambos términos: predicción y profecía.
El que predice basado en el conocimiento
científico y aquél que hace conjeturas a partir de circunstancias presentes, se
fundamenta en hechos sólidos y su predicción puede llegar a cumplirse. En cambio
el profeta que (como privilegiado) pretende poseer el don de conocer el futuro
por alguna especie de revelación, sólo se halla jugando a los acertijos y su
tarea entra de lleno en la categoría de las supersticiones y pseudociencias como
lo están los profetas, adivinos, astrólogos, pitonisas y todas las mancias.
Algunas personas se declaran abiertamente
profetas, mientras que otras que no poseyeron intención alguna de serlo, son
tenidas por tales por el público nesciente cuando algún hecho se corresponde,
aunque más no sea por aproximación, con alguna frase pronunciada o escrita por
ellos o un discurso hablado, grabado o trasladado al papel.
En el primer caso el vidente poseería
ciertas facultades supranormales con capacidad de ver y apreciar cosas vedadas a
la mayoría de las personas.
En el segundo caso, se trataría de ciertas
fuerzas ocultas o influencias de seres superiores que se posesionan de las
mentes de ciertos personajes privilegiados para inspirarlos y hacer que hablen o
escriban —sin poseer conciencia de que están haciendo profecías— sobre futuros
acontecimientos que deberán suceder ineluctablemente. Luego se dirá: “Tuvo que
suceder porque estaba escrito”.
Todo esto también se parece en algo a los
oráculos. Las palabras del profeta son oscuras, sibilinas, alegóricas,
metafóricas o expresiones poéticas. Luego, si ciertos hechos tienen alguna
semejanza con la “profecía”, ésta es tomada como valedera. Otras veces la
confirmación de ciertas profecías es buscada. De modo que, si se “quiere ver”
una confirmación profética, se la busca hasta creer haberla hallado en cierto
texto aunque éste no tenga nada que ver en absoluto con el tema del buscador de
vaticinios.
Para el cristiano, por ejemplo, el Antiguo
Testamento bíblico se halla salpicado de profecías (Véase del autor de este
artículo, el libro: El cristianismo al descubierto, Buenos Aires, Ed.
Reflexión, 2ª parte.). Uno de sus pasajes que es tomado en sentido profético
como anticipo de la pasión de Cristo es el de Isaías, capítulo 53, versículos 2
al 12, denominado “Cuarto poema del siervo”. Este poema ha sido dedicado por
Isaías al pueblo de Judá, cautivo en Babilonia, sin haber pasado por la mente
del “profeta”, ni remotamente, la venida de un Jesucristo, hijo de dios, para
salvar al género humano del pecado. El poema parafraseado por mí entre
paréntesis, dice así:
“Todos errábamos como ovejas siguiendo cada
uno su camino (las doce tribus de Israel) y el Señor ha hecho caer sobre él (es
decir, sobre el ‘siervó’, esto es sobre la elite de Judá en manos de
Nabucodonosor, rey de Babilonia [604/562 a. C.]), como castigo al resto de los
pobladores por “no hacer lo justo ante los ojos del Señor”, la iniquidad de
todos nosotros (de todo el pueblo).
“Maltratado se humilla, no abre su boca,
como cordero llevado al matadero (Judá llevado cautivo a Babilonia; y para los
cristianos: Jesucristo conducido al Calvario para ser crucificado), como oveja
muda ante los trasquiladores no abre su boca.
“Ha sido arrebatado por la opresión y el
juicio… Ha sido arrancado de la tierra de los vivos (alegórico), ha sido herido
de muerte por la iniquidad de su pueblo (alegórico: el destierro equivale a la
sepultura entre los impíos extranjeros), en la muerte fue igualado a los
malhechores (los babilonios opresores eran considerados malhechores), aunque no
había cometido violencia ni se había encontrado engaño en su boca (porque esa
fracción del pueblo era lo mejor de Judá, según juicio del autor del libro de
Isaías).
“El Señor se ha complacido en aplastarlo,
lo ha hecho doliente haciendo de su vida un sacrificio de expiación, tendrá
descendencia, prolongará sus días (no dice que morirá en la cruz para luego
resucitar) y la voluntad del Señor se realizará por su medio (el reino terrenal
del futuro, de la casa de David cuando sea restaurado Judá).
“Después de las pruebas de su alma verá la
luz y será saciado. Por sus conocimientos, el justo, mi siervo (Judá)
justificará las multitudes y cargará sobre sí las iniquidades de ellos (de todo
Israel no de la humanidad, por supuesto).
“Por eso pondrá su parte entre los grandes,
hará botín de los poderosos (de los reyes poderosos de las naciones enemigas)
porque se ha despojado de la vida hasta la muerte (el cautiverio de los
israelitas equivale a una muerte) y ha sido contado entre los impíos (los
babilonios para los cristianos que simbolizan a los dos ladrones entre los que
fue crucificado Jesucristo), cuando llevaba sobre sí los pecados de muchos e
intercedía por los malhechores (por el resto de Israel infiel a su dios Yahvé”).
Aquí, en estos pasajes antiguos, es donde
los cristianos creen ver retratado a su mesías Jesucristo durante el drama de la
crucifixión, en un pasaje donde Isaías se refería a un tema totalmente diferente
de una supuesta salvación del mundo por parte de la segunda persona de la
Trinidad: el hijo de un dios hecho hombre. Esto último, el autor del libro del
Isaías, lo tomaría por un disparate, una broma, o una interpretación antojadiza
totalmente equivocada de su poema del siervo.
En otro pasaje, “el segundo poema del
siervo”, Isaías también llama siervo a Israel, pues pone en boca de Yahvé lo
siguiente: “Tu eres mi siervo Israel, tu, aquel a quien manifesté mi
gloria”. (Isaías, capítulo 49, versículo 3).
De modo que aquí, no existe profecía
alguna en el sentido cristiano ni de ningún otro.
Otro pasaje bíblico que los cristianos
toman por una predicción incuestionable, es el relacionado con la destrucción de
Jerusalén. En este caso, es el mismo Jesús quien lanza dicha “profecía”, según
así lo relatan los evangelistas (unos se copiaron de otros). Entre estos,
podemos elegir a Lucas para leer en el capítulo 21, versículos 6,
20, 22 y 24 lo siguiente: “Y cuando viereis a Jerusalén cercada por los
ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado”… “Porque estos son días
de venganza: para que se cumplan todas las cosas que están escritas… “Y
caerán a filo de espada (acotación: ¿justos e inocentes también?) y serán
llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada de las gentes,
hasta que los tiempos de las gentes sean cumplidos.”
Esta pseudoprofecía, tomada a la ligera y
aislada del contexto bíblico casi convence, porque, según la verdadera historia,
Tito Flavio Vespasiano, en el año 70, se encargó de reprimir una sublevación
judía cuyo final dejó en manos de su hijo Tito.
Fue entonces cuando las legiones romanas
incendiaron y destruyeron Jerusalén, vendiendo como esclavos o deportando, a
sus habitantes. Esto es lo que los judíos denominaron “Diáspora” (Dispersión),
dándose por cumplida, para muchos, la profecía de Cristo.
Sin embargo, si leemos atentamente todo el
capítulo 21 de Lucas, donde se halla inserta la pretendida profecía, pronto nos
daremos cuenta que sus palabras en su mayor parte, ¡no se cumplieron! En
efecto, el tema es más largo y trata nada más ni nada menos que ¡del final del
mundo! Se trata de un discurso escatológico. Sin embargo, ¡el mundo continúa su
marcha hasta el día de hoy!
Leamos lo que expresó Jesucristo en el
capítulo 21 según evangelista Lucas (o al menos lo que dicho evangelista puso en
su boca):
“Y a unos que decían del templo que estaba
adornado de hermosas piedras y dones dijo (Jesús): `Estas cosas que veis, días
vendrán que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida’. Y le
preguntaron diciendo: ‘Maestro, ¿cuándo será esto? ¿Y qué señal habrá cuando
estas cosas hayan de comenzar a ser hechas?
“El entonces dijo: Mirad no seáis
engañados, porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: ‘Yo soy’, ‘El tiempo
está cerca, por tanto no vayáis en pos de ellos. Empero cuando oyereis hablar de
guerras y sediciones, no os espantéis; porque es necesario que estas cosas
acontezcan primero, pero no vendrá enseguida el fin. Entonces les dijo: se
levantará gente contra gente y reino contra reino. Y habrá grandes terremotos y
en varios lugares hambres y pestilencias; y habrá espantos y grandes señales del
cielo. Mas antes de todas estas cosas os echarán mano y perseguirán, y seréis
entregados a las sinagogas y a las cárceles, siendo llevados a los reyes y a los
gobernadores por causa de mi nombre… mas seréis entregados aun de vuestro padres
y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán a algunos de vosotros. Y seréis
aborrecidos de todos por causa de mi nombre. Mas ni un pelo de vuestra cabeza
perecerá. Y cuando viereis a Jerusalén cercada de ejércitos sabed entonces que
su destrucción ha llegado… porque estos son días de venganza, para que se
cumplan todas las cosas que están escritas… Y entonces veréis al Hijo del
Hombre, que vendrá en una nube con potestad y majestad grande…. De cierto os
digo, que no pasará esta generación sin que todo esto se realice. El cielo y la
tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.”
Vemos leyendo historia, que esta profecía en bloque, NO SE HA CUMPLIDO porque
los Evangelios han sido escritos a posteriori (a pesar de las oposiciones
de quienes a toda fuerza quieren demostrar lo contrario), es decir, por la
simple razón de que los hechos han sido relatados después de su ocurrencia.
Según informes fidedignos basados en estudios detallados, es perfectamente
posible aceptar que todos los evangelios han sido escritos en fechas posteriores
al año 70, es decir después de la destrucción de Jerusalén por los romanos.
Según los estudiosos sobre el tema las
fechas más comúnmente aceptadas son las que siguen: Marcos año 75; Mateo 85;
Lucas 80/85 y Juan 100/125 (Véase de I. Vicente Celia: ¿Qué es la Biblia?,
Buenos Aires, Editorial Claridad 1987, página 62).
¡Y aquí tenemos la trampa! Infinidad de
textos antiguos las tienen junto con mentiras, fábulas, mitos y “otras yerbas”,
pues ya vemos que “el fin del mundo” profetizado por un personaje endiosado
hasta el día de hoy “brilla por su ausencia”.
Lo mismo que de las pseudopredicciones
bíblicas, podemos decir de las otras, como las del famoso Nostradamus, médico y
astrólogo francés (1502-1566) quien publicó su célebre Almanaque
traducido a diversos idiomas; las de Cagliostro (José Bálsamo) (1743-1795),
muerto en los calabozos de la Inquisición romana; las de san Malaquías, obispo
irlandés (1094-1148) a quien se atribuye una profecía sobre los papas; entre
otros, antiguos y modernos.
Por ejemplo, Miguel de Nostradamus, en el
verdadero sentido de la profecía como don supranormal o paranormal para predecir
los hechos futuros, no ha profetizado absolutamente nada. Fueron sus
comentaristas quienes para vender libros con garantía de éxito y con fines de
lucro, han extraído del sibilino texto escrito por el astrólogo, lo necesario
para acomodarlo a ciertas circunstancias y hechos de determinada época,
presuntamente predichos.
Así Hitler, Mussolini, De Gaulle, la guerra
civil española, la Segunda Guerra Mundial, las sucesiones de los papas y aun una
Tercera Guerra mundial, se han creído ver en la imaginación de autores que
acudían al texto de las “Centurias” nostradamianas publicadas en número de 7 en
el año 1555 bajo el título de Almanaque y 3 más y fragmentos añadidos en
fechas posteriores.
En los escritos de Nostradamus podemos leer
cosas como éstas: “Padres y madres muertos, duelos infinitos, mujeres de luto,
pestilencia enorme. El grande ya no lo es más, todo el mundo termina”.
Podemos repasar ligeramente, cómo se
interpretan las palabras de Nostradamus, como si se tratara de un prodigio de
ingenio:
“La palabra duelo (deuil) empleada dos
veces, es un juego de palabras y quiere decir que habrá un gran duelo en las
márgenes del Deule, río que pasa a un kilómetro de Courrieres. La ‘pestilencia
enorme’ indica que habrá muchos cadáveres. ‘El grande ya no lo es más’ se
refiere a Lobet quien concluía su mandato”.
“Pero como se ve, estos versos pueden
aplicarse, inclusive con mayor facilidad, a la guerra ruso-japonesa, a la guerra
de los Setenta, a la catástrofe de la Martinica, a la pérdida del ‘Lutin’ o a la
explosión de Jena; para nombrar sólo algunas catástrofes que sucedieron más o
menos en la misma época que la de Courrieres. ¿Y si quisiéramos incluir otra
época? El más concienzudo intérprete moderno de Nostradamus, Ligeoix de la Combe
¡lo aplica a la Tercera Guerra Mundial!” (Oscar González Quevedo: El rostro
oculto de la mente, página 210).
Es necesario aclarar que Ligeoix de la
Combe, quien trabajó durante diez años sobre las profecías de Nostradamus,
refuta científicamente las interpretaciones antojadizas de las famosas
Centurias y no les asigna valor alguno, pues son aplicables a cualquier
acontecimiento histórico semejante.
Este juicio lo hago extensivo a toda
profecía de cualquier autor que sea.
Nostradamus tuvo notables yerros en sus
pronósticos claros y precisos, detalle que silencian sus comentaristas a favor,
y por su parte las predicciones sibilinas que abarcan generalidades, como hemos
visto, pueden ser aplicadas a circunstancias y hechos de cualquier época.
La misma fórmula que descubre a los
charlatanes es válida para desenmascarar a todos los agoreros, profetas y
clarividentes. Nadie puede conocer el futuro por iluminación.
Si por otra parte aceptamos la
predestinación, entonces las cosas deberían ocurrir fatalmente porque así está
escrito, esto es, decretado, y viviríamos en un universo bloque donde todo
estaría encadenado en una secuencia de causa-efecto sin posibilidades de cambios
de rumbos. Sería imposible improvisar, desviar el destino; cualquier “desvío” ya
estaría a su vez previsto, como “escrito” o planificado en un círculo más amplio
del curso fatal de los acontecimientos. En otras palabras, estaríamos enclavados
en un mundo donde las decisiones tomadas según el uso de nuestra supuesta
libertad de elección (libre albedrío) y el consejo, estarían también previstos,
predeterminados, “escritos” (como en el caso de la profecía de Cristo ya
mencionada, que advierte sobre las catástrofes en cierne, ¿para que se salven
sólo algunos?), y esto es un absurdo, nuestra libertad una ilusión, y nuestro
presunto escape del destino fatal mediante oraciones, deseos o toma de recaudos
para inclinarlos a nuestro favor, una pérdida de tiempo.
La profecía es imposible, y repito que
nadie puede poseer el don supranormal o paranormal de una visión de lo que aún
no ha sucedido ignorando la causa, pues es imposible que el efecto preceda a la
causa cuando tratamos de la precognición.
Comprobamos que algunos acontecimientos se
generan de improviso, son accidentes en muchos casos, sin nexo alguno con el
pasado y por ende, incalculables; como los procesos radiactivos espontáneos que
detecta la física cuántica. Ni los más eximios físicos cuánticos son capaces de
prever resultados calculados con precisión, cuando del comportamiento de
partículas subatómicas se trata, y menos podemos esperar entonces de los audaces
charlatanes que pretenden predecir el futuro.
De modo que, señores lectores, no le teman
al destino, más vale precaverse ante ciertos acontecimientos en cierne, para
escapar a tiempo de posibles desgracias, actuando con cordura y prudencia. Es
mejor que dejar nuestro futuro a merced de un supuesto hado, actuando con
imprudencia.
Ladislao Vadas