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CRÍTICA CINEMATOGRÁFICA

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CEREZOS EN FLOR
CEREZOS EN FLOR

CEREZOS EN FLOR

Ficha Técnica
Título: Cerezos en flor
Título original: Kirschblüten - Hanami
Dirección y Guión: Doris Dörrie
País: Francia, Alemania año: 2008
Género: Drama, Romance
Reparto: Elmar Wepper, Hannelore Elsner, Aya Irizuki, Maximilian Brückner, Nadja Uhl, Birgit Minichmayr, Felix Eitner, Floriane Daniel, Celine Tanneberger, Robert Döhlert, Tadashi Endo, Sarah Camp, Gerhard Wittmann, Veith von Fürstenberg
Web: cherryblossoms.hautetfort.com
Productora: Bayerischer Rundfunk (BR), Olga Film GmbH, Arte, ARD Degeto Film. Duración: 127 mts.
Estreno en Argentina: 2009.

    El romanticismo y los sentimientos más puros y nobles, que engrandecen la condición humana, apuestan a un futuro donde todo es posible: la finitud de la vida y el compañerismo en la pareja. Sólo hace falta atreverse y soñarlo.
    La historia del film, abreva en la obra literaria Cuentos de Tokyio (Tokyo Monogatari, 1953), la obra maestra de Yasujiro Ozu. Es el pretexto de Doris Dörrie —directora y guionista— para ubicarnos en una encantadora historia bifrontal: por un lado, el parlamento de encuentro/desencuentros de padres e hijos (de vidas incompatibles), y por el otro, un viaje inesperado a Japón. Exótico destino, donde uno de los protagónicos —Elmar Wepper (Rudi)— que encarna a un sujeto próximo a jubilarse, y que pretende redimirse de su monótona vida, y de su incomprensión a su pareja.
    Su mujer Trudi (Hannelore Elsner), romántica y soñadora de tiempo completo, sabe de la enfermedad terminal de su esposo Rudi. El médico de familia, le sugiere que partan juntos a travesías turísticas, y se transforman en “andariegos” de destinos inciertos. Es así, que parten con destino Alemania, a visitar a sus hijos y nietos en Berlín. Pero más temprano que tarde, perciben que la vida de los mismos, está en otra sintonía.
    Un viraje inesperado en la narración, pone a Rudi, en la encrucijada de continuar el viaje solo. El nuevo destino, Japón: arribando a Tokio, donde se celebra el Festival de los Cerezos en Flor, una oda a la belleza, la transitoriedad y los nuevos comienzos cíclicos. Es en esta parte de la trama, donde se despunta con creces la importante tarea de la directora Dörrie. Sensible, gran traductora de sentimientos encontrados, y “manager de escenas de profundo quebranto” - que el público agradece mudo y absorto en silencio sobrecogedor.
    Hay señales indelebles, que utiliza la guionista para realizar un camino seguro en la transmisión de los conceptos, y a la vez vehiculizan a los sentidos. Son esos conectores que jerarquizan la narración. Que rompen con los clichés y nos acercan a una red conceptual propia de una “película de autor”. Hay dos “imágenes generadoras” muy fuertes de este cuño: a) El monte Fuyi (de Japón), el cual dispara múltiples escenas de jugada dramaturgia b) Los cerezos en flor (de ahí el nombre del film), momento de resolución de la historia —y disparador de insondables escenarios— donde aparece una joven nipona, que velará por el cumplimiento postrero de Rudi.
    Los espacios condensados (donde sintetizan lugares, tiempos, discursos etc.), son magistralmente sembrados en el guión: las escenas jugadas entre Rudi y la adolescente japonesa, que explican el origen y la resolución del conflicto. Punto superador en dramaturgia de alto vuelo. Empero, podría argumentarse la ausencia de elipsis en la historia. (uso de recursos tipo Flasback, para imprimir más ritmo en la primer parte del film).
    Llama la atención, el uso consuetudinario de planos cortos y planos detalles. Tiempos de gran tensión en el relato, y de estética dura. Son los instantes donde la historia nos interpela exigiendo nuestra vinculación activa, no aptos para distraidos. Las escenas de “indagación sensorial”, nos obligan a bucear dentro de la estética planteada. Estas claves cinematográficas relevadas, entronizan a un excelente film.
    La triangulación dramática (de concentración y conflicto) es resuelto con singular pulso. Doris Dörrie demuestra ya su adultez como cineasta. Nos ilustra en un universo magistralmente instalado. En la clausura narrativa, la emoción, rompe en llanto. Y las lágrimas, que limpian nuestros fracasos, nos aleccionan que todavía estamos a tiempo de cambiar y ser felices, comprendiendo al ser amado.
    La flor del cerezo —del país del sol naciente— nos forja en el concepto que siempre hay nuevos comienzos. La niponesa, ladera de Rudi, fue esa “hija del sol”, que motivó el cambio. Cada uno de nosotros, la necesitamos. La hija del sol, como metáfora superadora —ya que sin ella (el sol)— no hay vida.

 

Gustavo Contarelli

Puntaje del film: 5 Tribunas.
Puntaje actor de reparto: Elmar Wepper (Rudi) 5 Tribunas

Referencias:
5 Tribunas: excelente/imperdible
4 Tribunas: muy buena
3 Tribunas: correcta - buena
2 Tribunas: regular
1 Tribuna: mala/pésima

 

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