La CGT de Hugo Moyano desempolvó un discurso con duros términos en el que habló críticamente del neoliberalismo, de la exclusión social y de los intereses económicos extranjeros.
Pero el mensaje no fue dado en el contexto de un reclamo por aumentos salariales, por el combate al trabajo en negro o por la creación de puestos de trabajo, ni de alusión a la deuda externa o al intento gubernamental de restablecer relaciones con los poderes financieros supranacionales a los que denostó no hace mucho, sino en el marco de la embestida oficialista al presidente del Banco Central, Martín Redrado.
La central sindical kirchnerista atacó a Redrado describiéndolo poco menos que como el cancerbero custodio de las puertas del Averno y como miembro de una pléyade de responsables de muchos de los dramas que -de paso- hoy siguen atravesando la Argentina, vinculándolo al "neoliberalismo", a la "exclusión" y a los "intereses financieros transnacionales".
Mala la memoria de la CGT, ya que, en principio, Redrado está en ese puesto desde hace varios años, más exactamente desde que Néstor Kirchner accedió al poder. Y nunca en ese período se le ocurrió fustigar al economista, hasta no hace poco considerado una figura estelar por el oficialismo, como en estas candentes jornadas donde las principales víctimas, en definitiva, son las instituciones de la República.
Pero, en definitiva, la apología del Gobierno que hizo la central gremial fue una más de las piezas cegetistas que la sociedad está acostumbrada a escuchar desde 2003, cuando Moyano firmó su alianza con el kirchnerismo. De paso, el moyanismo lanzó palos para la oposición, poniéndola en el terreno de los "enemigos del pueblo". Pero semejante demostración de iracundia no se vio casi por las mismas horas, cuando Moyano y lo suyos comieron otro asado político -el segundo en dos semanas-, esta vez con la embajadora de Estados Unidos, Vilma Martínez, y congresistas norteamericanos.
Salvo, según lo trascendido, alguna chanza con tufillo a chicana, los dirigentes gremiales cuidaron el lenguaje y los modales, obedeciendo fielmente la orden gubernamental de actuar como dignos diplomáticos, en el marco de la recomposición de relaciones con la principal potencia mundial.
Es que el funcionario estadounidense Arturo Valenzuela -representante de su país para la región- había pegado en la línea de flotación al aludir a la inseguridad jurídica que sienten las empresas norteamericanas en la Argentina. El Gobierno en pleno salió a retrucar, luego la embajadora avaló a su colega pero también intentó poner paños fríos y sin pausa sobrevinieron los gestos de acercamiento conjunto.
En esa tarea la administración Kirchner embarcó también a la CGT, que por supuesto no iba a tardar un segundo en ponerse a disposición. Y la misma ausencia de énfasis sigue notándose a la hora de plantear los reclamos para el sector trabajador, salvo cuando se trata de los fondos de las obras sociales, un tema que desvela a los gremialistas y que es capaz de despertar las más ardorosas pasiones como alimentar espíritus vengativos.
Por ello hay sonido de tambores que amagan con alejarse del kirchnerismo y de acercarse a otros posibles candidatos del PJ, pero por el momento con el solo e indudable objetivo de presionar para conseguir beneficios. Seguramente si el Gobierno abre el grifo de manera generalizada -y modifica la línea del arbitrio del moyanismo, que tiene su listado de réprobos y elegidos-, esos gremialistas que amenazan veladamente con jugarse con todo en otras veredas no tendrían empacho en situarse firmemente bajo el sol oficialista.
Enero avanza tórrido, en materia de temperaturas ambiente y política, y no se espera que el clima cambie demasiado. Encima, tras las fiestas de fin de año y las vacaciones, los bolsillos se sentirán más escuálidos.
Algunos gremios han conseguido alguna mejora transitoria, otros esperan continuar con su política individual de acuerdo, sobre todo en algunas áreas de empresas de servicios. Pero la mayoría está expectante y, al menos públicamente, ninguno da el puntapié inicial. Salvo Moyano, que sin ruborizarse planteó negociar recién a mitad de año, como si la inflación fuera un fantasma que quedó arrumbado y herrumbrado en algún arcón de la historia. Como tarea complementaria, la dirigencia cegetista sigue comprometida con la misión de no generar o de neutralizar eventuales conflictos, para que el camino de la administración no siga tapizándose de problemas. Dicho de otra manera, año nuevo, vicios viejos.
Luis Tarullo
DyN