Las universidades públicas argentinas, fundamentalmente las “grandes” y “centenarias”, funcionaron tradicionalmente tan alejadas de la realidad y lo social, que carecieron de armas para enfrentar la alta deserción estudiantil, el desconocimiento de la oferta académica y el divorcio con las necesidades laborales y el perfil profesional.
En el Ciclo Básico Común (CBC) de la Universidad de Buenos Aires (UBA) por estos días expresaron su “preocupación” debido a que los ingresantes que quieren seguir alguna de las ingenierías se desmoralizan y abandonan en la cursada de Matemática, situación que no ocurre con el resto de las asignaturas.
Ello se debe a que esa materia, la reprueba el 64 por ciento de los aspirantes que cursar el Ciclo y quieren entrar a la carrera.
Según el director del CBC, Jorge Ferronato, una vez en la facultad de Ingeniería de la UBA, en Física II, materia de segundo año, “abandona el 50 por ciento de los alumnos” y llega a recibirse “sólo el 20 por ciento” del total.
En consecuencia, el “filtro” de los jóvenes no sería otra que su mal vínculo con los números para seguir las ingenierías.
Los directivos anticiparon que a partir del cuatrimestre que se iniciará van a ofrecer en tres sedes del CBC -Drago y Montes de Oca, de Capital y Mercedes, de Provincia- el dictado optativo del taller “Introducción a la Tecnología”, que deberán terminar con la entrega de un proyecto personal sobre la temática.
También la educación argentina enfrenta otros retos y contratiempos respecto a la necesidad y demanda de personal calificado por parte de las empresas, por un lado, y el “desgranamiento” y “dispersión” que por otro, generan la avidez de los ejecutivos por profesionales de la universidad pública que llega a seducirlos antes de su graduación con abultados sueldos.
“La facultad de Ingeniería no va a bajar nunca el nivel académico”, advirtió Carlos Rickert, coordinador de taller de Tecnología, al referirse a los “300 alumnos que les falta entre una y dos materias para recibirse en Informática y Electrónica y no se presentaron hace años y sabemos que están en el mercado laboral y bien pagos”.
Según la experiencia, luego de un tiempo regresan a las aulas, ya que la enseñanza interrumpida y la carencia de un título hacen que se desvalorice su formación.
En tanto, los académicos hacen también su autocrítica y cuestionan el histórico “aislacionismo” de la universidad con las demandas reales y sociales y en ese sentido plantean la actual formación “con un perfil para un país con desarrollo de la industria nacional y no de especulación con un dólar alto como en otros tiempos”.
La “patriada” de formar ingenieros, esta vez, no querrá dejar de lado a los humildes, ya que se anunció la apertura de nuevas sedes en barriadas vulnerables, como el bajo Flores y Villa Lugano.
Muchos jóvenes serán incentivados a conocer que la ingenería es algo más que la contrucción de puentes y edificios, sino también lo que se denomina como “industria cultural”, según los funcionarios de la UBA.
“Desde armar un escenario, el sonido, la gráfica, la informática y la electrónica, todo también pasa por las ingenierías”, señalaron en el CBC.
Según dicen, este es el camino que deberían seguir todas las casas de altos estudios.
Laura Hojman
DyN