La idea de un acuerdo de gobernabilidad fue lanzada el año pasado por el ex presidente Eduardo Duhalde y el dirigente radical Rodolfo Terragno, quienes han venido trabajando de común acuerdo para el diseño de algunas políticas.
Informaciones periodísticas dan cuenta de que los grandes partidos de la oposición negocian un acuerdo de gobernabilidad para 2011 y que aspiran a definirlo antes de fines de año.
Bajo distintas denominaciones —algunos hablan de “pacto republicano”, otros de “políticas para el desarrollo”— se trataría de acordar un conjunto de políticas públicas que serían respetadas, cualesquiera que fuera el partido que obtuviera el poder.
Estos acuerdos no deben ser confundidos con las alianzas o frentes electorales, dado que preservan el perfil individual y el programa más amplio de cada partido.
Cuestiones como las políticas de desarrollo productivo, la política energética, la educación y las relaciones exteriores, son candidatas naturales a formar parte del acuerdo. En materia institucional, temas como los poderes delegados, el ejercicio del derecho de veto, el uso y abuso de los DNU, podrían conformar la parte institucional dirigida a limitar los excesos del presidencialismo.
Finalmente, un pacto de no agresión, para acabar con las tradicionales políticas de confrontación simbólica, podría coronar el acuerdo.
La idea de un acuerdo de gobernabilidad fue lanzada el año pasado por el ex presidente Eduardo Duhalde y el dirigente radical Rodolfo Terragno, quienes han venido trabajando de común acuerdo para el diseño de algunas políticas.
En notas periodistas, se han pronunciado a favor de la iniciativa dirigentes políticos como Julio Cobos, Roberto Lavagna y José Scioli e intelectuales como Natalio Botana, Daniel Zovatto y Luis Alberto Romero.
Recientemente, el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio, hizo también un llamado a alcanzar un “auténtico acuerdo sobre políticas públicas” como modo de promover la cultura del encuentro y dejar de lado “la opción por los conflictos”.
Los cuestionamientos a una iniciativa de este tipo provienen de sectores intelectuales próximos al oficialismo. Así, por ejemplo, para Luis Bruschtein “en la Argentina hay conflicto, porque en el mundo hay conflicto, porque así es la vida de los seres humanos y porque una parte del conflicto es el desenlace y el acuerdo, tanto como la tensión, la negociación y la concesión. El peor país de todos ha sido cuando dijeron que no había conflicto, porque eso implicaba que se estaba silenciando a alguien”.
Para Edgardo Mocca, detrás del enunciado conciliador se esconde la intención de sacar de la agenda política todos los puntos que comprometen intereses y valores de los sectores más poderosos de nuestra sociedad.
En la misma línea, José Natanson opinó que “el pacto de la Moncloa es el último grito de la política argentina. Todos —dirigentes, intelectuales livianos y esa fuente inagotable de frases vacías que son la mayoría de los periodistas televisivos—, lo mencionan como la fórmula mágica para la felicidad”, ha escrito.
“Pero como todos los lugares comunes, el de la Moncloa también merece discutirse. El primer error, el más básico, consiste en suponer que el desarrollo español de las últimas décadas se explica por el simple hecho de que sus elites un día se pusieron de acuerdo alrededor de algunos temas básicos, ignorando el pequeño detalle de la ubicación geográfica: desde su reinserción en Europa, España ha sido el máximo receptor, en cifras absolutas, de los fondos europeos, creados por la Unión Europea”, añade.
Estas voces escépticas, que hablan desde las coordenadas de un pasado ideológico donde toda la política se reducía a “la lucha de clases”, carecen de razón.
Las ventajas de definir políticas de Estado para el largo plazo utilizando el método del consenso son evidentes, puesto que de este modo adquieren continuidad y quedan fuera de los vaivenes de los ciclos electorales. Estas prácticas no cancelan el espacio de la política, dado que se limitan a acotar un sector de políticas públicas compartidas, dejando librado el resto de temas a las diferencias ideológicas tradicionales que caracterizan a los partidos políticos.
Por otra parte, en un sistema presidencialista como el argentino es importante que el debate político deje de centrarse en las características personales de los candidatos y se organice alrededor de propuestas programáticas. La historia recoge innumerables casos de candidatos que no han revelado sus verdaderas intenciones políticas y que, al alcanzar el poder, han dado giros de 180 grados provocando un enorme desgaste al sistema democrático en su conjunto.
Finalmente, como recuerda Daniel Zovatto, a diferencia de Brasil y otras naciones de nuestro entorno, no existe entre las élites dirigentes de nuestro país un acuerdo que, respetando las diferencias, de continuidad a un proyecto de Nación. Somos un país sin proyecto estratégico, sin una visión compartida que sintetice lo que se quiere ser en el mediano y largo plazo y la forma de lograrlo.
Por lo tanto, acierta Fernando Straface, director del Cippec, cuando vincula los consensos con la calidad institucional y reclama a quienes participamos en la vida política de nuestro país, “promover el debate sobre las políticas como camino central hacia la reconstrucción de una gobernabilidad de calidad en la Argentina”.
El siglo XXI marcha de manera acelerada y no nos espera, añade Zovatto. “Debemos escapar de una vez por todas de esta ‘miopía estratégica’ que nos tiene atrapados desde hace tanto, del cortoplacismo, de la improvisación, de la ley del odio y la discordia interna que sigue vigente y que hace falta derogar para siempre”, aconseja.
Aleardo Laría
DyN
Sr Aleardo Laría: De acuerdo a mi escaso pero leal saber y entender no solo hace falta más debate político sino que los partidos políticos debieran defender otros valores como el patriotismo, la responsabilidad, la ética, etc, además de un sometimiento total a la Constitución Nacional. ¿Como van a debatir si no tienen planes de gobierno, por lo menos conocidos, ellos debaten y pelean en el nivel de lo que la Mole Moli califica como "el puterio" Si hubiese partidos políticos serios y con intenciones de cambiar las cosas para bien de los ciudadanos, podrian haber hecho un acuerdo para un gobierno transitorio que haga las grandes modificaciones que deben proseguir por varios periodos presidenciales como la explotación energética, educación, trasparencia de la economía, lucha contra la delincuencia, jerarquización y depuración de la justicia, reducción de gastos de estado para eliminación de impuestos y tantas otras cosas absolutamente necesarias. Además de modificar el sistema electoral para eliminar las listas sábana. Estoy convencido que hasta ahora no ha aparecido un partido político que realmente piense en los ciudadanos , solo les interesa llegar, "agarrar la manija" y beneficiarse ellos. Atentamente
Estimad@s foristas: En un análisis serio y desapasionado, que es la única clase que funciona y da resultados, se pueden advertir varios hechos que serán determinantes en los próximos años. En primer lugar, el sector del peronismo que se encolumna detrás de Neshtor y sus acólitos cuenta con una cantidad importante de votos. Es probable que esta cantidad esté en el orden del 30-34% de los votos a nivel nacional. El peronismo disidente cuenta con un caudal menor, quizás el 30% de votos, y el panradicalismo (esa entelequia que se quiere construir pero parece el mito de Sísifo) mas los socialistas cuenta con otra minoría que puede estar en el orden del 30-35%. El resto se reparte entre los pinistas y otras expresiones de izquierda. En este marco hipotético, nadie llega en primera vuelta. Por lo tanto, asumiendo que Neshtor gane en segunda vuelta, deberá necesariamente arreglar con alguna fuerza que le proporcione el resto de los votos, y lo mismo cabe afirmar si pierde: el que resulte ganador deberá confluir con otra u otras fuerzas políticas para arrimar el bochín. Si esto queda en un mero acuerdo electoral, como fuera la Alianza que llevó al poder a De la Rua, es muy difícil que puedan resolver los varios y graves problemas que dejarían los K a sus espaldas. Esto significaría que Neshtor volvería a ser presidente en el 2015. Por otro lado, si el acuerdo político abarca una serie de temas básicos y en definitiva un plan de gobierno, que incluya a sectores de la oposición, las posibilidades de Neshtor en el 2015 se desvanecen y la Argentina podría resurgir de sus cenizas. Pero no nos engañemos. No será con recetas económicas neoliberales que obtendremos una situación mas desahogada y podremos finalmente encarar los gravísimos problemas que hoy no sabe, quiere o puede enfrentar el gobierno K. Será con un acuerdo político y una economía moderna, acorde a los tiempos. No-K no significa Martínez de Hoz ni Cavallo. Un abrazo, saludos a los señores periodistas y a mis amig@s foristas. Jorge A. Rodriguez