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El tira y afloje en el Consejo del Salario refleja tensiones entre empresas y gremios por fijar un nuevo piso para los sueldos mínimos, mientras el Gobierno busca impedir que se desate una carrera imparable entre precios y sueldos.
La inflación, no reconocida por el Gobierno pero sufrida por los sectores de la economía real y en especial los asalariados y jubilados, explica buena parte de las dificultades que encontró este año el Consejo del Salario Mínimo para acordar un nuevo piso de sueldos de referencia.
Es que la mayoría de los gremios grandes acordaron aumentos salariales por encima del 35 por ciento, y eso refleja que la sensación térmica de los sindicatos sintoniza un canal distinto al del INDEC, que presenta un costo de vida que se proyecta al 10 por ciento anual.
Un problema es que otros sindicatos, que acordaron aumentos inferiores, ahora presionan para reabrir paritarias, ya que la inflación se ubicó muy por encima de lo que lograron en las negociaciones.
El ministro de Trabajo, Carlos Tomada, trabaja contra reloj para tratar de acercar posiciones, con la expectativa de que la presidenta Cristina Kirchner pueda anunciar un acuerdo este mismo jueves.
Tomada pretende llegar a un consenso, pero si ese escenario no se logra tiene el poder, en el seno del Consejo, para imponer un nuevo piso para el sueldo mínimo.
En la actualidad, la distribución del ingreso ronda el 44 por ciento, por ahora lejos del "fifty-fifty" que promete el Gobierno.
El problema es que cada punto de inflación aleja las posibilidades de mejorar esa distribución. Distintos sectores de la economía aguardan que se defina al aumento del salario mínimo para cerrar sus propios acuerdos.
Todo indica que el nuevo sueldo básico será fijado por el gobierno en 1.875 pesos, lo cual representará un aumento del 25 por ciento respecto del actual.
Si esto ocurre, seguirá muy lejos de los 3.000 pesos mensuales que, según consultoras privadas, necesita una familia tipo para poder afrontar sus gastos básicos en alimentos y servicios.
Pero al menos permitirá que algunos sectores productivos y del comercio puedan tener una referencia para cerrar sus propios acuerdos.
También representará un mecanismo de presión para que millones de trabajadores en negro tengan un argumento más para lograr aumentos salariales.
José Calero
NA
Como esta situación ya le hemos vivido otras veces, sabemos como termina. Mal. Mientras los gobiernos quieran torcer las leyes de la economía creyéndose capaces de violar y superar lo natural, lo humano, se volverá a repetir la misma tragedia. Para colmo mucha gente cree que es el estado el que produce las riquezas y que hay que agradecerle cuando las reparte, invierte o roba.