Hace pocas horas, la Presidente del BCRA afirmó categóricamente que “hoy no existen condiciones objetivas en la Argentina para que hayan de ninguna manera procesos de aceleración inflacionaria”.
Asimismo, la Lic. Mercedes Marcó Del Pont sostuvo que la emisión de pesos que realiza la entidad no es una causa generadora de inflación, sino que el aumento de precios tiene relación exclusivamente con la oferta porque somos un país productor y exportador. “No hay razones monetarias para el aumento de los precios”, aseguró.
Completando el discurso falaz que tiene la obligación de sostener a como dé lugar, expresó: "No encontramos fuentes de inflación. Este modelo eliminó de cuajo dos fuentes que generaban las crisis del sector externo y devaluatorias, además de los desequilibrios del sector público". Rematando el repertorio de disparates inconmensurables con la argumentación que “si estas dos fuentes no están presentes, no hay inflación y tampoco hay raíces monetarias ni exceso de demanda".
Dentro del mismo esquema de abrumadoras estupideces, se inscriben las palabras del ministro de Economía Amado Boudou, cuando hace unos días decía que “la inflación no es un problema preocupante”, cerrando mas la idea que “no tiene” de la realidad, con la hipótesis de que, “de existir la misma, sólo podría afectar a las clases altas”.
Para completar la puesta en escena en este descollante espectáculo circense, el secretario de comercio Guillermo Moreno sigue proclamando a los cuatro vientos que “la inflación real es la que dice el INDEC” —mientras todo personaje más o menos conocido y afín al poder político de turno está obligado a adoctrinar a las masas que todo lo que nos dicen es verdad, y que hay que hacer caso omiso— hay quienes nos digan lo contrario, pero seguro son golpistas, gorilas, oligarcas o cuestión similar.
Sin embargo, lo más lamentable de todo esto no es la caradurez y el cinismo ilimitado de estos funcionarios para mentirnos en la cara bajo la apariencia de que ellos son idealistas y por eso defienden el famoso modelo K, sino que lo peor es que mientras la sociedad entera centra su atención en la piña que la diputada Graciela Camaño propinó ayer a su par Carlos Kunkel —el mismo que festejó a mandíbula batiente el sentido del humor de la Sra. Cristina Fernández recientemente viuda de Kirchner cuando le gritó públicamente “¡Ché Kunkel, te estoy hablando! Mirame cuando te hablo!”—, ellos, todos ellos oficialismo y oposición, siguen incumpliendo sus responsabilidades, negociando vaya uno a saber qué, defendiendo sus intereses sectoriales o aspiraciones personales y contribuyendo a la destrucción del país.
Todas las argumentaciones acerca de las mentiras aberrantes que cuenta este gobierno en materia económica fueron esgrimidas y fundamentadas por esta cronista en numerosas notas anteriores, desde hace meses, por lo que sobre este tema quizás ya no haya mucho más para decir. Sin embargo, de todos los males, resulta gratificante corroborar cómo, día a día son más los colegas en la materia que arriban a idénticas conclusiones, aún utilizando distintas metodologías de análisis y en el marco de ideologías diametralmente opuestas.
La verdad siempre cae por su propio peso, ¿será cuestión entonces de tener un poco más de paciencia?
Nidia G. Osimani