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EL CÓNDOR ROJO

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DE LA POESÍA CHILENA
DE LA POESÍA CHILENA

Sed de ti que me acosa en las noches hambrientas.
Trémula mano roja que hasta la vida se alza.
Ebria sed, loca sed, sed de selva en sequía.
Sed de metal ardiendo, sed de raíces ávidas.
Hacia dónde en las tardes que no vayan tus ojos
En viaje hacia mis ojos, esperándote entonces?
Estás llena de todas las sombras que me acechan.
Me sigues como siguen los astros a la noche.
Mi madre me dio lleno de preguntas agudas.
Tú las contestas todas. Eres llena  voces.


El Hondero Entusiasta/Pablo Neruda

 

   Neruda debe estar muerto de la risa, donde quiera que se encuentre con su cara de tortuga de tierra, viendo como le preparan, conmemoran, su primer cumpleaños en ausencia, su centenario. Él los organizaba minuciosamente, en detalle, y convertía en ritual la fecha, porque siempre lanzaba un libro. Invitaba a sus amigos, se disfrazaba. Su casa en Isla Negra era su infancia, un barco que la naufragaba en sus lentas aguas, y él la transformaba en un salón de teatro, donde ejercía su magia, con máscaras y atuendos de actor para la ocasión única del año. Su día, era la fiesta de la amistad y de la palabra, la solidaridad compartida, trilogía que siempre le acompañó en vida.
  
Neruda vivió la  Guerra Civil Española, la represión en Chile, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría y los tiempos de asombro del siglo XX, y fue su cronista, ejerció el derecho del poeta social, sin abandonar su poesía amatoria, al hombre, la naturaleza, escogió identificarse con la causa de las grandes masas, fue un “poeta de utilidad pública”. Chile, América, el mundo, no quiso olvidar nada de la inmensa geografía planetaria, y de su desolada infancia en el Sur, de los muelles del alba abandonados, amarga adolescencia y juventud residenciaria en el ignoto Rangún o la desgarrada España. Se propuso juntar las manos del hombre sencillo, construir esperanza, amar el amor, las pequeñas cosas, y le escribió a todo cuanto vio, quiso, respiró, y no olvidó ni a las piedras de Chile.
    Divertidísimo debe estar con eso de su estatua “estalinista”, que encargó  el Alcalde conservador del Opus Dei, Joaquín Lavín, en una irrefrenable pasión nerudiana, a la ex Unión Soviética. Sería enclavada en el centro de Santiago, como esos antiguos monumentos originados en alguna victoria o derrota en algún campo de batalla, o de homenaje a algún líder, cuya fuerza radica en el bronce, aunque nada es eterno, todo puede ser derribado, menos la palabra. Las palomas esperarán con ansias esa estatua y Neruda volará un poco con ellas y se seguirá abonando su poesía, como ocurre en las plazas del viejo mundo.
    El poeta fue enterrado en una tumba no escogida por su familia, sin calcetines, sin patria, despojado de sus casas, saqueada La Chascona en Santiago,  inundada, su última morada,  y entre bayonetas, avivado por la Internacional Comunista, en su última primavera, un odioso 23 de septiembre, a doce días del golpe militar que encabezó el general Augusto Pinochet Ugarte, quien sentía un odio visceral por el poeta que amaba todas las cosas y estigmatizaría a las Fuerzas Armadas con su frase lapidaria que los solados de Chile habían traicionado una vez más a la patria. Sus memorias, Confieso que he vivido, fueron prohibidas por años en Chile.
    Neruda es la historia del Chile contemporáneo y de su tiempo, imposible ignorarlo, absurdo suprimir su contexto histórico, mentiroso  transformar su paso por la geografía terrenal y humana, como un equilibrista de la larga noche de Chile y América, del trapecio de la historia, porque Neftalí Reyes Basoalto, hijo del Sur, oriundo de Parral, escogió su camino del aquí y ahora, y su poesía la transformó en un acto presente, vivo de su tiempo. Las urracas y los cuervos han tenido tiempo suficiente en este año del centenario, antes y después, para escarbar en su pasado y sacarle los ojos a su poesía, y no podemos asombrarnos en estos menesteres tan humanos, como la envidia. El autor de 20 Poemas de Amor y una canción desesperada, no fue  la perfecta estatua, que los chilenos erigirán posiblemente a más de 30 años de su muerte. Uno de los poetas, el hombre y su poesía, más discutidos del siglo XX, entre ambos extremos del amor y el odio, y también en el calmo valle de quienes sólo veían en él un poeta que le cantaba a Chile.
    El poeta de Isla Negra, que no era ni Isla, ni negra, sigue aún, todavía, en el centro de la historia y la polémica en Chile y en el mundo, un escenario muy distinto al que él vivió. Inútilmente se disecciona su poética, se parcela se obra, se juntan el aceite y vinagre, porque la poesía es la vida de un poeta, su historia, sus días, y nada permanece igual, ni siquiera en el Viajero Inmóvil, como le calificara Rodríguez Monegal.
    Se fue en un coro de  arcángeles comunistas, con el puño en alto, cerrado, en una larga calle de un Santiago ensangrentado, que vomitó la oscura noche castrense, que un general quiso iluminar con la quema y guillotina de miles de libros. Neruda estaba prohibido, y pienso que ahora debiéramos acuñar una frase en su homenaje, a la poesía, a todos los que sufrieron la tortura física y cultural: Prohibido no leer a Neruda. Y es lo que ha estado ocurriendo con sus más jóvenes detractores, improvisados lugartenientes del lugar común, de las frases hechas, que no han leído su obra y de hecho lo confiesan.
  
Las tres o cuatro mil páginas escritas por un poeta que acuñó versos que los chilenos hicimos del habla común, que fue de la melancolía  a la lucha social frontal, pasó por la metafísica, el surrealismo y todos los ismos habidos y por haber, no dejó de cantarle al amor, se ocupó de los oficios cotidianos, transformó la naturaleza en poesía, incorporó a América, a todas las patrias, a los gestos íntimos de su palabra,  son su carta de presentación más allá de este centenario, más allá de su muerte, más acá de la poesía. Fue un poeta rupturista a partir de Rubén Darío. No conozco poeta más debatido por la historia, argumento que utilizó la Academia Sueca para otorgarle el Premio Nobel de Literatura en 1971.
    Los chilenos, como era de esperar, son los que más confrontan al personaje y su obra. Me parece que ello habla de un poeta vivo, de una poesía vigente, de un hombre que hizo historia y eso es bueno para la poesía. Pero hay que leerlo, abandonar las viejas y nuevas anteojeras, revisar su obra como lo hizo Octavio Paz poco antes de morir y en la honestidad y brillantez de su crítica, lúcida, implacable, documentada, inteligente, desapasionada, alejada ya de la vieja retórica de la confrontación circunstancial y de los mezquinos, subalternos intereses.
   
Paz le comentó a  Jorge Edwards, quien lo reprodujo en su libro Adiós, poeta, que: ”El año pasado releí la obra completa de Neruda, desde la primer página hasta la última. Creo que en mi edición faltaban algunas cosas del final, pero leí entero y por orden todo l oque tenía. Mi conclusión es que Neruda es el mejor poeta de su generación.¡de lejos! Mejor que Huidobro, mejor que Vallejo, mejor que Borges. Y mejor que todos los españoles... ”
    Es un poeta muy irregular, desde luego, agregó Paz, pero en sus, mejores momentos es el mejor. Siempre lo he pensado así: uno de los mejores del idioma. Residencia en la tierra es un libro extraordinario, pero también hay poemas extraordinarios en las Odas elementales,  y más adelante.

  
Paz nunca fue un hombre de concesiones, aplausos fáciles, ni panegirista de causas propias o ajenas. Su recomendación implícita es leer la obra, lo único que puede defender a un poeta, creador o autor del tiempo y de futuros lectores.
    A lo largo de su vida, Neruda acuñó calificativos acerca de él y su obra de todos los calibres”: Un mal gran poeta”, como lo calificara un poeta español, cuyo nombre no recuerdo a “Vaca Sagrada”, un término muy chileno para definir lo intocable, donde sólo cabe la reverencia. Nicanor Parra, inefable personaje kafkiano de nuestra flora y fauna, un formidable poeta y competidor tenaz de Neruda, lo calificó como una catedral, una noche post golpe de estado, caminando con el suscrito en las proximidades del improvisado palacio presidencial pinochetista. La doble picardía parriana, del más grande monumento físico y representativo de la cristiandad universal, y con el sarcasmo, que se trataba de la primera catedral comunista. Vicente Huidobro, en su confrontación en vida con Neruda, le llamaba simplemente bacalao, término chileno despectivo. Pablo De Rokha, un poeta dionisiaco, el más grande temporal, huracán de las letras chilenas, dedicó un libro a Neruda (Neruda y Yo) y toda su vida la confrontó con el autor del Canto General. Tengo un ejemplar de esa obra pantagruélica, que deja  como un aspirante de primera comunión al satírico Quevedo. “Hombre gangoso tronchado, plagiario, Casiano Basualto, a quien le dedica sus Tercetos Dantescos, donde le llama chulo, judas, gallipavo senil, cogotero, astuto, ruin, flojo arribista, Caín”. Neruda respondió en duros términos en su época, y posteriormente, en sus memorias sólo le llama Perico de los palotes, un don nadie en Chile. Enrique Lafourcade, que expresa su “odio-amor” en su libro “Neruda en el país de las maravillas”, hurga hasta en la bacinilla del poeta y lo llama desde “El esbelto junco pálido” a “Poderosa momia sagrada”. Niega la receta nerudiana sobre el famoso plato del Caldillo de Congrio, poetizado por Neruda en sus Odas elementales.
    Tenía olfato Neruda, conocía la gente, se movía como una gran tortuga oceánica en tierra, no hablaba, cargaba Chile como un albatros herido en sus últimos meses, y seguía escribiendo, testimoniando sus días: me seguiré viviendo y publicarán hasta mis calcetines. Profecías de quien conocía la materia y el espíritu humano.
    Guatón burgués y comunista, le dijeron los amigos de la prosa de combate callejero. Padrinos del titular amarillo, de la prensa violeta. Los poderes fácticos fueron más implacables y se reconoció hace unos años que la CIA le dio un seguimiento permanente para que no obtuviera el Nobel de Literatura. Son algunos de los méritos de este hijo de ferroviario, huérfano de madre a un mes de nacer,  quien siempre fue y es leído por un vasto público universal, anónimo, popular, elitista, que va desde el Che Guevara a J. Kerry, probable presidente de Estados Unidos.
    Tuvo críticos más agudos, preocupados de su poesía real, como Enrique Lihn, quien dijo  que a él le interesaba el joven autor del discurso delirante de Tentativa del hombre infinito; El habitante y su esperanza y Anillos. Como comento en mi ensayo:
En Defensa de la poesía, Lihn llamó a Neruda uno de los últimos Aedos contemporáneos, y en su juventud recitaba de memoria Residencia en la Tierra. Nunca comprendió Lihn, comento en un ensayo, por qué Neruda “cedió” la vanguardia a Parra. Hernán Loyola, Rodríguez Monegal Jaime Concha, J.M.Cohen, Amado Alonso, son algunos de los críticos que han evaluado con mayor profundidad la obra de Neruda en los últimos 50 años.
  
Casi el único ejemplo del gran poeta materialista, dijo J.M.Cohen. Con extraordinario poderío, señala Jaime Concha, Neruda va cantando los ciclos de la naturaleza y de a vida, a la existencia mortal de los seres y el poder de germinación, la fertilidad irrevocable del Todo. Alude, el crítico chileno, sin duda, a Residencias en la tierra. Amado Alonso sostuvo que ”su poesía como escapada tumultuosamente de su corazón, romántica por al exacerbación del sentimiento, expresionista por el modo eruptivo de salir, personalísima por al carrera desbocada de la fantasía y por la visión de Apocalipsis perpetuo que la informa.”
  
 Gabriela Mistral, Nicanor Parra, Gonzalo Rojas, Andrés Sabella, Jorge Teillier, Oscar Hahn, Federico Schopf, Efraín Barquero, Rolando Cárdenas, de uno a otro extremo de la geografía chilena, se han expresado sobre la poesía de Neruda en términos elogiosos, cordiales, críticos en el buen sentido de la palabra, como colegas, chilenos, compañeros de juego, diría Ezra Pound y de franco admiración en algunos momentos. Teillier simplemente dijo: yo me quito el sombrero por Neruda.
    Neruda fue un poeta joven exitoso y a lo largo de su vida. Después de esa penuria al publicar con dinero prestado de Alone, Crepusculario, su poemario juvenil, todo marcharía sobre ruedas, relativamente, para el poeta, aunque su escala diplomática en el Asia fue monetarea y existencialmente difícil, pero nada comparable con sus crepúsculos adolescentes de Maruri 513 (Neruda dijo, según Volodia Teiteilboin, que podría olvidar todos los números, inclusive de su casa, los teléfonos, pero no el de Maruri), la bohemia lánguida santiaguina, tiempos de abandono a las nostalgias, a la soledad de las madrugadas, al lecho solitario, un tiempo realmente uniformado. De ahí saldría el Neruda total, el de siempre, que volvería sobre la madera de sus  vivencias eternas, en su permanente reciclaje de río nunca dos veces, pero sin una y mil veces. Con los años Neruda sigue en el centro del oleaje de la poesía chilena y castellana. Fue un poeta audaz, creativo, imaginativo, esencialmente chileno, americano, universal, y puso al hombre en el centro de su vida, a todo lo material y nombrable, a la naturaleza humana y geográfica, el amor fue su norte y sur, todos los puntos cardinales. Quiso construir una Casa a la poesía. Poeta viajero del hogar.
    En mis tiempos de país provinciano, encerrado entre la cordillera de los Andes y el río Mapocho, y envuelto en una vida muelle, juevenil, disparatada, conocí a Neruda a través de su vos gangosa en un Long Play de RCA Víctor. Ya lo he contado. En una vieja casona de un barrio popular se encendía el toca cintas y Neruda nos hablaba al corazón, de amor y viajábamos donde nadie puede llegar por nosotros. Un simple ejercicio del atardecer crepuscular de nuestra adolescencia, el joven Neftalí con su mirada melancólica, llegaba a nosotros húmedo de lluvia y sentimientos, era un invierno en Santiago, el frío hacía crecer las carencias juveniles, todas las nostalgias  sucedían en nuestros formidables e inagotables sueños y esperanzas. Ese fue nuestro primer contacto con el vate de Isla Negra, y después vendrían las lecturas silenciosas en los cuartos abandonados al alba. Debemos reconocer que su poesía amorosa desde Crepusculario hasta el final de sus días, incluyendo Residencia en la Tierra, los 20 Poemas, Los versos del capitán, sus Odas Elementales, Sonetos de Amor, son un himno para las parejas, que la mujer anónima atesora en algún lugar del planeta y suspira por el poeta.
    ¿Qué Neruda nos queda en este centenario? ¿cuántos se han subido a su carro a tocar la trompeta oficial de su poesía? Lo definitivamente cierto es que está presente de una u otra manera, no sólo en Chile, sino en el mundo. Es asombroso como se le recuerda y festeja. Se le critica ácidamente como si aún viviera, se le pide rendición de cuentas. Sus enemigos viejos que aún quedan y sus herederos, sienten que el poeta aún cabalga. No dejan de tener razón, su poesía es profundamente humana, material, irregular como dice Paz o Lihn, o que sólo la dejaría en 500 páginas, como señaló Hahn, sí, nada de eso importa para el viento de la historia  y de los pueblos, para el casillero sencillo del lector común y corriente. A éste le conmueve o no, la lectura, le llega el poema o pasa de largo. Siento que Neruda está en la memoria popular, que nos convoca por estas fechas en un rito especial por su emblemático centenario, pero su poesía tocó cuerdas, fibras íntimas. Allí la poesía anida. No requiere de paracaídas, cae como del pasto al rocío. ¿Por qué  se lee el poeta? Jewell, quien nació en Alaska, reina del Folk, quien  vende 20 mil copias diarias de sus discos, 7 millones en su joven historia, tiene a Neruda como su poeta favorito. ¿Qué resortes del alma toca el condenado del Neftalí? Neruda nos dejó un libro de preguntas, y también un camino, trazó su tiempo, cada poeta construye el propio, sin duda.
    Chile no ha sido generoso con sus poetas que le han dado fama mundial y un sello. Neruda y Parra, son, los únicos dos poetas reconocidos en verdad por el establecimiento. A Nicanor le costó más y por estos meses cumple 90 abriles. La Mistral fue el caso más atroz de la ingratitud estatal y de la clase provinciana regente del país austral. Ni Gonzalo Rojas, Jorge Teillier o Enrique Lihn,  fueron realmente reconocidos por Chile. Sólo migajas. Propinas, maravedíes. En este centenario debe haber más poesía en torno a Neruda. Poetas del Norte, del Centro y del Sur. Es una convocatoria de la Poesía Nacional.
    Escribir hoy poesía es un privilegio. Leer, pareciera ser una estupidez. La poesía y los poetas sobran, no hay tiempo para detenerse a reflexionar y amar. La palabra perturba. Incomoda un verbo que trasciende. Es mejor no despertar. Aturdirse con los escombros del día a día. Reciclar la cerveza, la chatarra televisiva, una especie  mezcla de aceite y parafina. No hay más tiempo que para seguir aturdiéndose detrás de las paredes hediondas de una vida insalubre mentalmente.
  
 Un criminal no piensa, no lo necesita. Si no fuera detenido, volvería una y otra vez al lugar del crimen. Su huella son sus actos pasajeros, lo absurdo, intrascendente, el vicio de la estupidez.
  
 La poesía es una celada entre la realidad y los sueños. La pared es lo que escoge el ciudadano común y corriente, y el que se cree ilustrado, también. La poesía es un arte de alto riesgo. Un acto poético, es suicida para el estado, los poderes fácticos, la burocracia, e inclusive las Editoriales, que ignoran este Arte mayor, que han transformado en una adolescente descarriada.
   
La poesía desmantela el orden. Es peligrosa, no es lineal, ni es un documento público que se pueda notariar. Un poema verdadero nos e deja reprimir, inclusive escapa de su lector. Siempre ofrece nuevas alternativas ala imaginación, a la capacidad de aventura, ventura, del pasajero que se sube a su viaje por y dentro de la palabra. El poema respira cuando es verdadero y pone a respirar al lector. Cuando el poema y el lector respiran juntos, estamos ante una operación de identificación mutua, típicamente amorosa y realizada. Es el acto supremo que ofrece el poema. Ahí se desprende de sí mismo, el texto y el autor y se transforma en otro. Es la comunión perfecta, el diálogo, un trasvasije mutuo. Dos cuerpos que se unen.
    El poema busca su alma gemela. El autor, reparar en parte su soledad. Ganar para sí otras vidas, vivencias, mundos. El poema es un planeta propio, único, e irrepetible, cuando es verdadero.
    El poeta escribe porque no tiene otra alternativa. Es su oxígeno y asfixia, la palabra que lo contiene y él refleja en el papel.

Rolando Gabrielli


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