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Evita: la “santa” entre la escoria y el oro (Parte III / IV)

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UNA INVESTIGACIÓN NECESARIA
UNA INVESTIGACIÓN NECESARIA

Una “santa” malcomprendida

 

En el diseño de cubierta del libro de Martínez, “Santa Evita”, editado por Planeta, en 1995, se lee –aunque muy pequeño en relación a la tipografía del título- el parágrafo: “novela”. En algunas versiones no aparece esta mención, pero se agrega -con fin “marketinero”- la frase de Gabriel García Márquez: “Aquí está, por fin la novela, que siempre quise leer”. Un tanto grandilocuente la frase.

Incluso hay algunas copias de esta novela dando vueltas por Internet en las que no figura ni un subtexto, ni otro.

El género “novela” indica verosimilitud, que no es lo mismo que verdad. Podemos establecer que una información es verosímil cuando es creíble e inverosímil cuando no le es, con independencia de que los sucesos narrados sean verdaderos o falsos.

Se entiende con lo expuesto que el autor, quien sea, está libre de toda acusación: el lector común debería entender que es una novela, una ficción. ¿Debería?

Sin embargo, “Santa Evita” genera una serie de receptores que confunden la ficción y la resignifican con la verdad. 

1.    Un periodista de “El Universal” 

Dice Martínez en una interesante entrevista con el periodista Juan Pablo Neyret:
“En ‘Santa Evita’ se trata de buscar un efecto de veracidad, ya no de verosimilitud, un efecto de verdad (…) Tiro un anzuelo de ficción con la esperanza de que el lector lo reciba como verdad. Y ahí se plantea un problema ético, cuya solución es poner ‘Novela’ al pie, lo cual es una declaración de mentira, de fábula. La palabra ‘Novela’ al pie, que cuestiona el periodista de ‘El Universal’, es simplemente una defensa ética: ‘Señores, no crean esto, no le crean al autor, esto es una novela, por lo tanto, es un acto de mentira’. Él cayó en la trampa de otra manera, interpretó como verdaderos los hechos que son falsos, sin conocerlos, por supuesto”. 25

El periodista anónimo de “El Universal”, de Caracas, se confunde. No es el único… es sólo el primero. 

2.    Michael Wood, crítico de “London Review of Books” 

Pero ¿qué sucede cuando también troca un experto en crítica literaria? ¿Es también responsable como lector?

Esto acontece con el crítico de “London Review of Books”, Michael Wood, quien ataca a “Tomás Eloy [quien] usa la ficción no para derrotar la historia o para negarla sino para llevarnos a la historia que está entrelazada con el mito. Sus fuentes son de confianza dudosa, él lo dice, pero sólo en el sentido en que también lo son la realidad y el lenguaje (…) algunas de sus fuentes no deben ser sólo ficcionalizadas sino también completamente ficticias (…) no se trata (…) de las licencias que se toma el realismo mágico de las novelas de no ficción (…) Y la pregunta que aquí se formula es no sólo qué es verdad sino qué podría ser verdad (…) qué cuenta como verdad para nosotros, cuáles son los campos en los que nosotros creemos en las promesas de la realidad o descreemos de ellas”. 26

¿Es posible que “Santa Evita” confunda al experto de la Princeton University? Sí, de hecho sucede. Van dos.

Pero las malas interpretaciones siguen. 

3.    Un museo peronista 

En realidad, el error proviene de una mala interpretación de otra obra de Martínez, pero tiene que ver con Evita.

Cuenta el autor de “La pasión según Trelew” a Wood que quieren incorporar a un museo peronista la frase “Coronel, gracias por existir”, tomada de “La novela de Perón”, sentencia inventada por él y tomada como real.

Se justifica que “amparado en la libertad de mentir o fabular que concede el género ‘novela’, insinué que la había descubierto leyendo los labios de los personajes en los documentales que se conservan (ese dato sí es cierto) en los Archivos Nacionales de Washington DC que dice Evita a Perón cuando se conocen en el festival benéfico de 1944”. 27

Comenta a su motejador que para corregir ese error escribe un artículo con la aclaración adecuada, pero “ya no hay manera de convencer a los devotos de Evita que ella no lo dijo nunca”.
Por ende, se debería ser más cuidadoso. Máxime si el país odiado por Evita permite a un escritor argentino ver material tan “top secret”.

Evitaría así el investigar, caer en la acusación de algún lector crítico que lo juzgue de antiperonista, antievitista o aún peor: falsificador de fuentes. 28  

2.    La película “Evita” de Juan Carlos Desanzo con guión de Juan Pablo Feinmann 

Un tercer error de lectura de la “novela” es llevado al cine: “en ‘Santa Evita’ (….) escribí [formula el autor] que, después de la concentración del 22 de agosto de 1951, Perón se encerraba con ella en el dormitorio y le decía, impiadoso [sic]: ‘Tenés cáncer. Estás muriéndote de cáncer y eso no tiene remedio’. La escena no es histórica, por supuesto, y no puede encontrarse en documento alguno anterior a mi novela. Sin embargo, se ha convertido prematuramente en mítica. Se la puede encontrar ahora en una película de Juan Carlos Desanzo, “Eva Perón/La verdadera historia”, sin referencia a fuente alguna”. 29

En este fragmento, posterior a la novela, utiliza un calificativo importantísimo a la hora de analizar su discurso: “impiadoso”. Aquí estamos fuera de la novela. El autor resume a toda voz lo que piensa de Perón: es un “impiadoso”.

Contextualizo el fragmento del libro:

“Al terminar el Cabildo Abierto, Evita me pidió [a Julio Alcaraz] que la acompañase a la residencia presidencial (…) Subí con Ella a la antesala del dormitorio y la envolví en un edredón.

–Voy a pedir que le sirvan un té –le dije.

–Y otro para vos, Julio. No te vayas todavía.

Se sacó los zapatos y se desató el rodete. Ya ni recuerdo de qué hablamos. Creo que le recomendé un esmalte nuevo para las uñas. En eso estábamos cuando oímos reverberar voces en la planta baja. Se movilizaba la servidumbre de soldados, lo que era indicio de que el general estaba allí. (…)

–¡Evita, China! –lo oí llamar, con una voz que me pareció contrariada.

No quise molestar. Me puse de pie.

–Vos no te movás –ordenó la Señora. Y salió corriendo de la salita, descalza.

(…) Lo oí decir: –Eva, tenemos que hablar.

–Claro que tenemos que hablar –repitió ella.

Se encerraron en el dormitorio, pero la puerta maciza que daba a la antesala quedó

entornada (…) Sentado en la punta de la silla, tieso, oí toda la conversación.

–...no discutas más y hacéme caso –decía el general–. Dentro de un rato, el partido va a proclamar tu candidatura. La vas a tener que rechazar.

–Ni pienso –contestó Evita–. A mí no me van a presionar los hijos de puta que te han

convencido a vos. No me van a presionar los curas ni los oligarcas ni los milicos de mierda. Vos no me quisiste proclamar, ¿no es cierto? Ahora, jodéte. Me proclamaron mis grasitas. Si no querías que fuera candidata, no me hubieras mandado llamar. Ya es tarde. O me ponen a mí en la fórmula o no ponen a nadie. A mí no van a cagarme.

El marido dejó que se desahogara. Después, insistió:

–No te conviene ser terca. Te proclamaron. Pero no se puede ir más allá. Cuanto antes renuncies va a ser mejor.

La sentí desmoronarse. ¿O sólo estaba fingiendo?

–Quiero saber por qué. Explicámelo y me quedo tranquila.

–¿Qué querés que te explique? Vos sabes igual que yo cómo son las cosas.

–Voy a hablar por la cadena nacional –dijo ella. Su voz temblaba. –Mañana por la mañana.

Hablo y se acaba todo.

–Es lo mejor. No improvises. Hace que vayan preparándote unas pocas palabras. Renuncia sin dar explicaciones.

Sos un hijo de puta –la oí estallar–. Sos el peor de todos. Yo no quería esa candidatura. Por mí, te la podías meter en el culo. Pero llegué hasta aquí y fue porque vos quisiste. Me trajiste al baile, ¿no? Ahora, bailo. Mañana a primera hora hablo por la radio y acepto. Nadie me va a parar.

Por un instante, hubo silencio (…) Entonces, él habló. Separó las sílabas, una por una, y las dejó caer:

–Tenés cáncer –dijo–. Estás muriéndote de cáncer y eso no tiene remedio.

Nunca voy a olvidar el llanto volcánico que se remontó en la oscuridad en la que yo me

ocultaba. Era un llanto de llamas verdaderas, de pánico, de soledad, de amor perdido.

Evita gritó:

– ¡Mierda, mierda!

Oí correr a las mucamas y me marché, sonámbulo, de la casa”. 30

Este diálogo que muestra a una Evita desbocada, mal educada y a un Perón entre timorato y siniestro sólo existe en la mente creativa del autor.
Explica Martínez que “esa frase fue tomada literalmente en la película ‘Eva Perón. La verdadera historia’. Yo me quejé al guionista, [José Pablo] Feinmann, y él me respondió ‘¿Pero, cómo, no era una entrevista?’. Le dije que hay un subtítulo enorme al pie de ‘Santa Evita’, que yo me he empeñado en que aparezca siempre, que dice Novela. Novela significa licencia para mentir, para imaginar, para inventar (…) En este caso, para crear un efecto de verosimilitud superlativa, uso las herramientas del periodismo: entrevistas, cartas, guiones, pero falsos”. 31

Por otro lado, se equivoca al mencionar al film como “Eva Perón/La verdadera historia”. Otro error.

En el afiche de la película se lee “Eva Perón”, a lo que se agrega: “Por primera vez, toda la verdad contada con rigor histórico”. Y al pie: “La pasión por el pueblo, la intimidad y el poder de una mujer única”. Un nuevo error: no es “la verdadera historia” ni presenta “toda la verdad contada con rigor histórico”.

La confusión aumenta cuando en la revista “Todo es Historia”, en el artículo de Marcela López, “Fotogramas para Evita. Historia y memoria en el cine”, se incorporan imágenes alusivas y al sumar el afiche oficial del film de Desanzo se agrega como epígrafe: “Afiche de ‘Eva Perón’, film de ficción”. ¿Es o no es ficción? Si es ficción ¿qué hay de verdadero e histórico? 32

Juan Pablo Feinmann clarifica que su texto es una “construcción” y no un reflejo de la realidad al explicar que “entre septiembre de 1995 y enero de 1996 escribí el guión cinematográfico del que sería, luego, el film ‘Eva Perón’. La Eva que traza esa película (…) tiene su ‘verosímil’ en un texto de Eva que ella dicta durante los días previos a su muerte (…) yo no menciono el texto del film, ni escribí escena alguna que mostrara a Eva dictándolo o meditándolo. Pero es el espíritu de ese texto el que dibujé en mi guión. La Eva de nuestra película era la Eva que había escrito ese texto. Se trata de ‘Mi mensaje’”. 33

Agrega el filósofo, que en la escena en que Eva habla con algunos dirigentes peronistas toma textos de “Historia del peronismo”, “pero otros los escribí o adapté especialmente para el film (…) El propósito era explicitar esa advertencia de Eva: los dirigentes se corrompen al contacto con el poder. El mayor peligro radica en la traición de los dirigentes, que abjurarán del espíritu popular y se entregarán al espíritu oligárquico, que dicen haber derrotado. Así, en esta secuencia, Eva dice: ‘Yo, compañeros, ya casi no le temo a la oligarquía que derrotamos el 17 de octubre. Lo que a mí me preocupa es que pueda retornar en nosotros el espíritu oligárquico (JPF, Dos destinos sudamericanos. Ed. Norma, 1999). Y sigue: Para que nadie se deje tentar por la vanidad, por el privilegio, por la soberbia y la ambición (…) Así Eva dice: ‘Voy a darles un ejemplo del espíritu oligarca: el funcionario que se sirve de su cargo es oligarca. No sirve al pueblo sino a su vanidad, a su desmesurada ambición. Son oligarcas, son ídolos de barro. La oligarquía que derrotamos el 17 de octubre está muerta o, al menos agoniza en estertores del fracaso’ (‘Estertores del fracaso’ era una frase inventada por mí pero muy verosímil en el lenguaje radioteatral de Evita). Y sigue: ‘¡Por eso le tengo más miedo a la oligarquía que puede estar dentro de nosotros? Y concluía insistiendo con obstinación: ‘(Todo esto) es fundamental para que no sean los peronistas…quienes destruyan al peronismo’”. 34

Errores y más errores. Ahora, entre el “espíritu”, “espíritu del texto”, pero espíritu al fin de cuentas. ¡Como para que el lector o espectador no se confundan! ¿Está la “santa” en relación con el “espíritu?
Lo dejo asentado para que los profundice el “holístico” Claudio María Domínguez.

Entiendo que los realizadores de “Eva Perón” embisten, contra la cúpula menemista imperante por ese tiempo y al decir de Feinmann son “los que realmente ofendían la memoria de Evita” y no la ficción de Alan Parker actuada por Madonna. 35

En la película de Desanzo, el diálogo de marras entre Evita (Esther Goris) y Perón (Víctor Laplace) es similar a “Santa Evita”, pero mucho más humano. Muestra a un hombre sensible y quebrado hasta las fibras más íntimas. Veamos…

Perón ingresa al cuarto y es recibido por una Evita molesta quien le increpa la hora de llegada.

E.:-Casi las doce de la noche, general. ¿No es que los militares se acuestan temprano?

P.: Vengo de una reunión de gabinete.

E.: ¿Tan grave está la cosa, che?

P.: Difícil…

E.: ¿Y qué trataron? ¿Cómo gobernar el país sin mí?

P.: Quisiste tener tu 17 de octubre, Negrita. Y no te salió.

E.: ¡Vos te acordás de las palabras de Farrell en tu 17 de octubre: ‘¡Mándelos a sus casas!’. Vos mismo me dijiste esa noche: “a ningún milico le gusta el pueblo en la calle. ¿Y hoy que pasó, Juan? ¿Tampoco te gustó el pueblo en la calle? ¿Fue más fuerte el milico que el líder obrero?

P.: ¡No fue eso!

E.: ¿Y entonces qué…¿por qué Juan? ¿por qué no me proclamaste vos? Si sabías que no bastaba con Espejo y la CGT. Si no alcanzaba tampoco con el pueblo. Vos lo sabías. Solamente una cosa era necesaria…que agarraras ese micrófono y vos Juan Perón dijeras: ‘proclamo a Eva Perón candidata a la vicepresidencia de la República’.

P.: Pero no pude hacerlo.

E.: ¿Por qué?

P.: Tuve demasiada resistencia.

E.: ¿De quién, decime de quién?

P.: ¡De quién, de quién!!!! ¡De quién carajo va a ser! De los militares, de quién.

E.: ¿De los militares? Vos ya te enfrentaste otras veces a tus compañeritos de armas. Te juntaste conmigo y se lo tuvieron que aguantar, Juan.

Conmigo, Juan. Una actriz y una mujer de verdad…con un pasado y un cuerpo y sudores y olores de mujer. Entonces, ¿por qué carajo? , ¿ por qué no te jugaste por mí esta vez?

P.: Porque vos no podés ser vicepresidente…y no es por los militares, ni por los curas, ni por los oligarcas. Vos sabés porqué. Ya me lo dijiste.

E.: ¿Qué es lo que sé?, ¿qué te dije?

P.: Me dijiste que odiabas tu cuerpo, que sentías que te estaba traicionando, abandonando…que él había conseguido lo que ninguno de tus enemigos había logrado: derrotarte… Bueno… me duele en el alma decírtelo (con ojos nublados y sollozos)…pero tu cuerpo te abandonó…Chinita…te derrotó…

¡Tenés cáncer, carajo! ¡Tenés cáncer!

Es evidente que este diálogo es ficticio. Es creación del guionista. No hay testigos. Es a puertas cerradas. Es conmovedor. Sensibiliza por el texto y por las excelentes actuaciones de ambos actores.

Es el médico y periodista Nelson Castro quien aporta la investigación más completa sobre la enfermedad de Evita. Igual cae en la trampa que tiene Martínez a sus lectores, error que detallo en el apartado que corresponde.

Con respecto al fragmento de “Santa Evita” el ensayista Norberto Galasso pregunta al padre Hernán Benitez, qué opina de “la cuestión de la candidatura a la vicepresidencia y el renunciamiento de Eva. El autor –escudándose en que se trata de una novela- lo coloca a Perón en papel siniestro enrostrándole el cáncer a Eva para trabar su posibilidad vicepresidencial. ¿Qué opinión le merece esa versión?”. 36

Responde el confesor de Evita: “Supercherías, burradas. ¿Vamos a ver? (…) Piense en una mujer que está por operarse que debe suponer que tiene algo grave. Piense si está en condiciones de tener ánimo para pelear una vicepresidencia. De ninguna manera. En segundo lugar, observe, para no caer en la estupidez que le digan novelescamente. Ella era infinitamente más que un vicepresidente. La vicepresidencia la iba a encasillar en el Congreso. Significaba renunciar a su vocación, a su destino de la Obra Social, para reemplazar por algo para lo cual ella no estaba preparada. Y ella no tenía un pelo de tonta”. 37 (Continuará)

 

Néstor Genta

24.25. Neyret Juan Pablo. Op. Cit. //www.ucm.es/info/especulo/numero22/t_eloy.html
26. Martínez Tomás Eloy. Réquiem por un país perdido. La construcción de un mito. Alfaguara. Buenos Aires. 2003. p. 346 y en Ficción, historia, periodismo: límites y márgenes. www.filo.unt.edu.ar/centinti/iiela/revista_telar/revistas/1/1.pdf
27. Martínez Tomás Eloy. Ibid. P.347 y en Ficción, historia, periodismo: límites y márgenes. www.filo.unt.edu.ar/centinti/iiela/revista_telar/revistas/1/1.pdf
28. Martínez Tomás Eloy. Ibid. p. 348. y en Ficción, historia, periodismo: límites y márgenes. www.filo.unt.edu.ar/centinti/iiela/revista_telar/revistas/1/1.pdf
29. Martínez Tomás Eloy. Réquiem por un país perdido. La construcción de un mito. Alfaguara (1996). Buenos Aires. 2003. p. 358
30. Martínez Eloy Tomás. Santa Evita. Séptima Edición. Planeta. Buenos Aires. pp. 116/8.
31. Neyret Juan Pablo. Op.Cit. http://www.ucm.es/info/especulo/numero22/t_eloy.html
32. López Marcela. Fotogramas para Evita. Historia y memoria en el cine. Todo es Historia. Nro.419. Buenos Aires. 2002. p.65.
33. Feinmann José Pablo. Eva Perón: mensaje y fanatismo. Todo es Historia. Nro.419. Buenos Aires. 2002. p.55.
34. 35. Feinmann José Pablo. Ibid. p.56.
36. 37. Galasso Norberto. Yo fui el confesor de Eva Perón (Padre Hernán Benítez). Homo Sapiens 

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Armin Vans

 

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  1. Impresionante como desde la mentira novelada se confunde al lector. Impresionante el trabajo que se tomo el autor en desgrabar la película de Desanzo. Algunos progresistas mienten desde la historia novelada o de la novela de la historia. Martínez fu un muy buen escritor. Pudo tener algún romance con el peronismo, su mujer era correctora de una revista peronistas y él decía que sólo pasaba a buscarla por la puerta. Lo extraño es la vuelta que pega cuando se va a EUA, de una excelente investigación como la de Trelew se convierte en antiperonista, antievitista y chupa todos los mitos negros del antiperonismo. Es notable como hasta Castro, un científico, cae en una cita inexistente. Lo mejor de los últimos días de Eva es el libro de Albertelli, un no peronista pero científico serio. No debemos caer en los extremos de los antitodo. Sebreli es quien destruye algún mito negro. Por lo menos aclara lo de Magaldi que es una mentira para dejarla como una cualquiera. Navarro es de lo mejor. Una colega historiadora de verdad.

  2. Hoy me tocó recordar a Joan (Nano) Benavent. Aclaro que no coincido con su visión ideológica, pero respeto profundamente la aguda capacidad intelectual y minuciosidad investigativa de sus trabajos. Haciendo honor a Gracián, la mejor síntesis que leí al respecto, es la de Nano; cuando bajo el título "Tomás Eloy, otro ejemplar inconducente y venal" dice: "Ahí lo tienen, vacuo y pretencioso cómo siempre. Tomás Eloy Martínez viene a ser, en términos conceptuales, el estornudo de Borges. No es el único crumiro que le sigue el rastro, pero sí es el más gratuito. El único mérito que brinda esta criatura mercenaria, fraguada en las cubas de plomo de tantas dictaduras militares, es su indigencia intelectual. Persuadido de ser el literato mayor de la intimidad de Perón, apenas destacó investigando su infancia, factor que se le agradece, aunque no se le tribute en letra mayor. Su fama es la urdiembre de la premura por justificar la nada vistiéndola con letra semiculta. Como justificante absurdo de una incompetencia escudada en el orgullo, ensayó con Perón el provecho de haberle entrevistado horas en Puerta de Hierro, para retratar su vínculo con López Rega. Pero fuera de este otro mérito, "La novela de Perón" es un texto redactado por el mal gusto. En su autobiografía (también novelada), Martínez declara no haber recibido amor en su infancia. De hecho tampoco la transmite. La prosa de un ejemplar que pretende lo que no puede, ofrece en "Santa Evita" testimonios históricos tan originales como su encuentro con Felipe Alcaraz (peluquero de la señora) en un mingitotrio público, rasgo canalla que no le impide arrebatarme conceptos de algún capítulo del Perón I, objeto de su segura envidia. Insertados en uno de sus artículos pasados por agua, lo imprimieron en El País. El procedimiento cuaja con sus bajas percepciones del alma humana. En alguna deposición me alude (sin nombrarme, Dios nos libre) "inescrupuloso", al señalar que Eva le dijo a Perón, "gracias por existir" en su imaginación de escritor. Lo cité en su momento con proverbial honestidad, desde luego; premura que el ganapán no asumió al saquear mi análisis. La anécdota prueba una vez más que la fama no sacia la angustia existencial ni la percepción de la propia pequeñez. La fama es "puro cuento", como dice el tango, cuando la implacable voz de la conciencia nos retrata tal cuál somos en el esmerilado espejo de la vida, o de cualquier instantánea..."

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