En cuanto al texto en que el autor inventa la pelea entre Perón y Evita, subraya Galasso que “Martínez excede aquí los límites que un creador literario debe imponerse cuando los protagonistas de sus novelas son personajes históricos. La novela histórica, al humanizar a los protagonistas del pasado, los acerca al lector pero sus defectos o virtudes deben fundamentarse en datos ciertos, no en odios personales. Seguramente, el diario ‘La Nación’ provocaría un escándalo si en una biografía de Mitre, éste apareciese pinchándole un ojo a un adolescente, pues si bien Don Bartolo fue responsable de la muerte de miles de gauchos en el interior, la fantasía del novelista no puede adjudicarle un horror de este tipo que, aunque sea ficción, impacta al lector y se graba en su memoria, mezclando la realidad fantasía.
Del mismo modo, la crueldad extrema con que pinta a Perón en esta escena, excede lo tolerable en un novelista e ingresa lisa y llanamente en el ‘calumnia, que algo queda’, usados por políticos o intelectuales al servicio del odio antinacional. La verdad histórica nada tiene que ver con esta horrenda anécdota. Perón intentó que Eva completara su fórmula (…) pero ante la reacción adversa de los mandos militares (…) se encuentra obligado a retroceder. Y Evita, por sobre todo, una militante, por sobre todo disciplinadamente vertical a Perón (…) lo aceptó e incluso, si bramó de indignación habrá sido contra los mandos y no contra su esposo. Por otra parte, sólo un desalmado podría usar el argumento del cáncer, en esos momentos, de manera tan inhumana”. 38
Parece que el confundido es Galasso, quien cree que su criticado escribe “novelas impuras”…se cubre Martínez al justificar que “las fuentes sobre las que se basa esta novela son de confianza dudosa, pero sólo en el sentido en que también lo son la realidad y el lenguaje: se han infiltrado en ellas deslices de la memoria y verdades impuras”. 39
Errores, errores y más errores.
2. “Los últimos días de Eva” de Nelson Castro
Otro de los desorientados al considerar como fuente valedera a Julio Alcaraz, es el periodista y médico Nelson Castro. Al priorizar la novela “Santa Evita” confunde lo ficticio con lo real y usa una fuente apócrifa.
De cualquier manera, su trabajo “Los últimos días de Eva. Historia de un engaño”, es muy recomendable para quienes quieran profundizar en el tema.
En este apartado tomaré esa obra y “Los ‘cien días’ de Eva Perón” del médico Jorge Albertelli. Uso los fragmentos principales como para contextualizar la intensa trama.
La idea de una investigación sobre el “caso Evita” surge en 2006, cuando Castro recibe un email de una periodista que le comenta que su madre trabaja como administrativa en el Policlínico Presidente Perón, de Avellaneda, en la época en que el que la Primera Dama es operada. Le comenta que podría entrevistar a la testigo para incorporar al libro “Enfermos de Poder”. Justamente, al presentar ese trabajo en la Feria del Libro, sus colegas Magdalena Ruíz Guiñazú y Joaquín Morales Solá le consultan si no piensa incorporar la enfermedad de Eva Perón. Comenta el autor que recuerda una obra, que lee en su momento, escrita por Jorge Albertelli –la que cito más arriba- en la que relata toda su experiencia como jefe médico del equipo que atiende a la mujer del presidente.
Junto con uno de sus productores comienzan a buscar testimonios. Luego, se ponen en contacto con el Gerente de Noticias de “Canal 13” y “Todo Noticias”, Carlos de Elía, y nace la idea de montar un documental. Para ayudar a Castro se incorporan Ricardo Ravanelly y Cinthya Ottavino.
Siguen investigando y el trabajo queda plasmado en el documental “La muerte secreta de Evita” que “Telenoche”, emite en dos partes - 25 y 26 de julio de 2007-, y en una sola emisión por “Todo Noticias”, el 26.
Finalmente, el libro que contiene el error de tomar como cierto el testimonio inventado del peluquero, sale a la luz en 2007.
Para el presente informe me interesa establecer si Perón sabe de la enfermedad de Evita al 22 de agosto de 1951, a la hora de realizarse el mentado “Cabildo Abierto”. Anticipo que el final es abierto. Depende la ideología del lector.
Recomiendo que se lea o relea el texto completo del diálogo entre la pareja presidencial, tanto en el libro como en la película de Desanzo. Son vitales los giros para establecer la intencionalidad de ambos autores: Martínez y Feinmann.
Refresco un fragmento de ambos:
“Santa Evita”
(…) “–Sos un hijo de puta –la oí estallar–. Sos el peor de todos. Yo no quería esa candidatura. Por mí, te la podías meter en el culo. Pero llegué hasta aquí y fue porque vos quisiste. Me trajiste al baile, ¿no? Ahora, bailo. Mañana a primera hora hablo por la radio y acepto. Nadie me va a parar.
Por un instante, hubo silencio (…) Entonces, él habló. Separó las sílabas, una por una, y las dejó caer:
–Tenés cáncer –dijo–. Estás muriéndote de cáncer y eso no tiene remedio.
Nunca voy a olvidar el llanto volcánico que se remontó en la oscuridad en la que yo me
ocultaba. Era un llanto de llamas verdaderas, de pánico, de soledad, de amor perdido.
Evita gritó:
–¡Mierda, mierda! (…)”
“Eva Perón”
“P.: Porque vos no podés ser vicepresidente…y no es por los militares, ni por los curas, ni por los oligarcas. Vos sabés porqué. Ya me lo dijiste.
E.: ¿Qué es lo que sé?, ¿qué te dije?
P.: Me dijiste que odiabas tu cuerpo, que sentías que te estaba traicionando, abandonando…que él había conseguido lo que ninguno de tus enemigos había logrado: derrotarte… Bueno… me duele en el alma decírtelo (con ojos nublados y sollozos) …pero tu cuerpo te abandonó…Chinita…te derrotó…
¡Tenés cáncer, carajo! ¡Tenés cáncer!”
Castro y su equipo buscan evidencias en los testigos para concluir si Perón y Evita saben, desde un principio, de la terrible dolencia. Recurren a varias fuentes, aunque no son coincidentes los testimonios.
El 9 de enero de 1950, Evita concurre a un acto en el salón de actos del Sindicato de Conductores de Taxis. El día caluroso y la multitud la agobian. Se siente muy mal. Al retornar a la residencia, el cirujano Oscar Ivanissevich, ministro de Educación de ese momento, y el doctor Carlos Puig le diagnostican una apendicitis aguda. Al día siguiente, la internan en el “Instituto Argentino del Diagnóstico y Tratamiento”. La opera Ivanissevich y lo asiste Puig. El primero, observa que el apéndice está sano y, por ende, no es el origen de los dolores que la descomponen el día anterior.
Entonces, Ivanissevich “le realiza una exploración manual del abdomen y de la cavidad pelviana (…) es (…) cuando lo inquieta la ominosa sospecha de un cáncer. Y esa sospecha crece mucho más cuando (…) recuerda que dos años antes había operado a Juana, la madre de Evita, de una afección similar. Nada de esto consta en el primer parte médico que se da a conocer a las dos menos cuarto de la tarde, cuyo texto relata: ‘La esposa del primer mandatario (…) fue sometida a una operación de apendicitis aguda, sin complicaciones. Su estado general es satisfactorio’. Tampoco el segundo parte médico dirá nada de lo ocurrido en la operación” 40
Todo normal. ¿Todo normal? ¿No detecta nada el destacado facultativo? Pareciera que no.
Sin embargo, casi quince años después, comenta al periodista Hugo Gambini en una entrevista para “Primera Plana” que "le pedí que se sometiera a una nueva revisación y, una vez establecido el mal, sugerí una operación de matriz (útero). No quiso saber nada y se puso furiosa conmigo.
-Es la misma operación que le hice a su madre [le comenta Ivanissevich].
-Usted a mí no me toca, porque yo no tengo nada. Lo que pasa es que me quieren eliminar para que no me meta en política. ¡Y no lo van a conseguir! [responde Evita].
- Pero, señora, nadie quiere eliminarla, lo que queremos es salvarla... insistió el médico." 41
Jorge Albertelli en entrevista con Odille Barón Supervielle, para el diario “La Nación”, el 21 de mayo de 1994, comenta:
"Evita había sido operada de apendicitis hacía seis o siete meses por el doctor Oscar Ivanissevich. Éste, al conversar conmigo, me contó que cuando la operó, el apéndice estaba sano y que pensaba que la dolencia podía asentarse en otro lado. Le sugirió entonces a Evita que se hiciera ver por un ginecólogo. Ella rechazó la idea de manera violenta, con un carterazo al doctor Ivanissevich. Al día siguiente, este renunció". 42
Por su parte, la hermana de Ivanissevich, Magda Ivanissevich de D'Ángelo Rodríguez, envía una carta a “La Nación” que publican el 24 de mayo de 1994, en la que aclara que "el 21 del actual, la entrevista que Odille Barón Supervielle mantuvo con el doctor Jorge Albertelli. Hay en ella un párrafo que me exige (…) que desvirtúe cierta afirmación. 'Dice allí el doctor Albertelli: 'Evita había sido operada de apendicitis hacía seis o siete meses por el doctor Ivanissevich. Éste, al conversar conmigo, me contó que el apéndice estaba sano y que pensaba que la dolencia podía estar en otro lado. Le sugirió, entonces, a Evita que se hiciera ver por un ginecólogo’. Tal como está redactado el párrafo, aparece el doctor Ivanissevich como incapaz de diagnosticar la enfermedad y el lugar de ubicación del mal que sufría la ya famosa y joven enferma. La verdad es muy distinta. Cuando después de la operación de apendicitis volvieron los dolores, el doctor Ivanissevich le dijo a Evita:
'Señora lo que usted tiene es idéntico a lo que tuvo su señora mamá, que yo operé, estando hoy perfectamente sana, como usted sabe. (La señora Duarte murió varios años después que Evita). Lo suyo no es por ahora grave, pero si usted no se opera llegaría a serlo’. Ante el enojo de Evita, habló mi hermano con el general Perón, estando Juan Duarte presente y les dijo: 'Si la enferma no se opera, se irá consumiendo como una velita' (textualmente). Agregaré que, cuando el doctor Pack vino de los Estados Unidos a operar a Evita, visitó en primer lugar al doctor Ivanissevich -su amigo-, quien le detalló punto por punto qué encontraría al abrir el abdomen, cosa que el doctor Pack comprobó exactamente y así se lo hizo saber al doctor Ivanissevich, felicitándolo. Fallecida ya Evita, fue mi hermano a presentar sus condolencias al general Perón y éste le dijo:
Usted tenía razón, Iván. Pero ¿qué podíamos hacer? Es absurdo, por lo tanto que se quiera insinuar la ignorancia de un profesional que salvó muchas vidas y que ha honrado al país con su intachable personalidad y su internacional prestigio médico. Y todo lo que aquí cuento me consta por habérselo oído decir a mi hermano más de una vez. Como única sobreviviente del tronco familiar y próxima al viaje sin retorno, defiendo un nombre ilustre y, sobre todo, la verdad”. 43
En el texto no aparece la palabra “cáncer”.
El 23 de julio de 2000, (no en 2003, como figura en el trabajo de Castro) en entrevista con Ana D’Onofrio, comenta el médico Abel Canónico: "Ivanissevich contó que cuando le sacó el apéndice (a Evita) tocó algo raro en el útero. Pero nadie se atrevió a aprovechar ese momento para poner un espéculo vaginal y hacer un análisis. Ivanissevich sólo refirió lo que había notado al grupo de médicos que lo rodeaba”. 44
No menciona el cáncer.
Además de la obra de Castro, es prioritario el escrito de Jorge Albertelli, quien relata con lujo de detalles su experiencia en los “cien días de Eva Perón”. Agrega “me tocó vivir ese lapso bajo el mismo techo y contemplar la frustración médica, la impotencia material. Se hizo todo lo posible y también todo lo imposible. 45
El 21 de septiembre de 1951, el doctor Méndez San Martín, ministro de Educación, lo llama por teléfono y le solicita verlo en persona. A la 15 está en su casa, lo saluda y le informa que “la señora del Presidente está enferma gravemente, necesitamos su ayuda (…) mayores datos le daremos con el doctor Raúl Mendé (Ministro de Asuntos Técnicos) quien tiene en su poder el resultado de la biopsia efectuada a la señora Eva”. 46
Al llegar a la Casa Rosada lo recibe Mendé y le expresa “Doctor, lo que vamos a confiarle es en categoría de ‘secreto de estado’; comprenderá la obviedad de silencio obligatorio que adquiere como ciudadano argentino. Necesito su palabra de honor al respecto”.47
Le entrega “un papel plegado y dijo [que se] lo han entregado a mediodía. Era el protocolo de un informe de biopsia de cuello uterino a nombre supuesto, pero que correspondía a la persona de quien habíamos hablado con el Doctor Méndez. Desplegué el papel y sufrí un impacto emocional. Decía casi textualmente: Membrete: Instituto Argentino de Diagnóstico y Tratamiento; Firma: J. C. Lascano González (distinguido patólogo, bien conocido por mí). Epitelioma espino-celular con acentuada inflamación del estroma. Se observan células con activas mitosis y en los vasos del tumor múltiples embolias de células neoplásicas. Médico remitente: Doctor Humberto Dionisi, (a quien yo conocía, profesor titular de Ginecología de la Universidad de Córdoba, muy prestigioso, que gozaba de excelente concepto en el ambiente médico, tanto en su provincia como acá, en la Capital).
Impuesto del contenido, en medio del silencio de mis interlocutores y tras meditar un corto rato dije ‘Por la lectura del informe aprecio la gravedad del caso que me presentan; dirán en qué puedo serles útil’. Tomó la palabra el Doctor Mendé: ‘Sucede lo siguiente; el Doctor Dionisi, que ya está en conocimiento de este documento, ha manifestado la imposibilidad de hacerse cargo de la paciente, dada la lejanía de su sitio de residencia y de las múltiples tareas que actualmente está desempeñando. Reitera que está dispuesto a colaborar en todo lo necesario, pero cree que su tarea no sería cumplida a la altura de las circunstancias. Solicitó que otro ginecólogo se hiciera responsable, quedando él en carácter de consultor. Por lo tanto, Doctor Albertelli, conociendo ambos sus condiciones profesionales y personales le solicitamos quiera sustituir a su colega en la que entendemos será dificilísima tarea. El Doctor Dionisi, al cual le hemos hecho mención de su nombre, ha dado su aval, reiterándonos los buenos conceptos que tenemos de usted’.Después de pensar un momento contesté: ‘Acepto esta difícil misión porque creo que como médico, estoy obligado a ello, no habiendo razones valederas en contra. Eso sí, deseo tener una entrevista con el Doctor Dionisi y si es posible, un examen conjunto de la enferma para estar de acuerdo en la valoración del caso y el camino a seguir desde el punto de vista técnico, compartiendo responsabilidades’. Fue aceptada mi solicitud. Intervino Méndez San Martín, diciendo ‘Estamos de acuerdo. Hablaré con el Doctor Dionisi, que todavía está en Buenos Aires, para concertar la consulta, pero desearía que hoy mismo visite a la Señora; está algo ansiosa por resolver su problema. De manera que hablaré a la Residencia para saber si nos puede recibir esta tarde, así también podrá usted apreciar los elementos que ya están instalados allí y determinar si algo puede o debe ser agregado’. Los tres conversamos un rato más.
o les oculté que mi impresión, aún sin examinar a la paciente, era el de un cuadro particularmente grave, que sería o no corroborado por la inspección clínica. ¿En qué fundaba mi pesimismo tan prematuramente? La juventud por un lado, y la presencia de mitosis abundantes (células muy activas), pero sobre todo las múltiples embolias intravasculares de células neoplásicas, presagiaban a no muy largo plazo tormentas de consecuencias imprevisibles. Obtenida la "luz verde" de la Residencia y quedando Mendé en su despacho, Méndez San Martín me acompañó, a fin de ponerme en contacto con mi futura paciente”. 48
En cuanto a la primera consulta informa Albertelli que “era la hora tercia del día 22. Nos encontramos con el Doctor Dionisi en la Residencia (…) Conversamos sobre el caso médico que nos reunía. En breves palabras me transmitió su impresión y vimos algunos protocolos de análisis clínicos que ya se habían hecho. En el ínterin llegó el Doctor Roberto Goyenechea, distinguido anestesista a quien yo había convocado (…) Una vez reunidos, saludamos a la paciente. Ya bajo efecto de anestesia total, el Doctor Dionisi y yo hicimos un prolijo y exhaustivo examen ginecológico.
a finalizado y vuelta a su lecho la enferma, quedamos los tres médicos a solas. Un breve silencio pensativo, reflexivo. Mi mente repasaba aceleradamente toda mi experiencia sobre el tema en cuestión. Terminados de higienizarnos, pasamos a un saloncito contiguo, nos sentamos y distendimos nuestros físicos y espíritus (…) La consulta que hicimos, a mi pedido, en ese momento, fue por la cuarta razón, no negándoles que el aporte que podía hacer el Doctor Dionisi era también médicamente valioso y bien recibido. La experiencia nos decía que, en general, las consultas de intercambio médico, eran más bien actos algo misteriosos para el entorno, que siempre espera revelaciones sensacionales o panaceas milagrosas. En el conciliábulo se hablaba mucho del enfermo y algo de banalidades, cuidando, al referir la opinión médica a los familiares, de no desautorizar al médico de cabecera, salvo circunstancias fuera de lo común.
- Y, ¿qué le parece, Doctor Albertelli? -
Ya bien maduradas mis ideas, contesté:
- Coincido en un todo con lo expuesto anteriormente por usted. El diagnóstico de enfermedad no ofrece ninguna duda, ya por el examen clínico como por la biopsia, que es concluyente. En cuanto al estadio evolutivo considero que es un cáncer endofítico de cuello uterino, grado III con compromiso parcial del parametrio izquierdo y bóveda vaginal del mismo lado. En la biopsia se detectaron numerosos émbolos neoplásicos.
Y siguió el diálogo, aumentado el número de interlocutores por los Doctores Méndez San Martín y Mendé.
- Bien, doctor, me alegra que estemos en un todo de acuerdo. ¿Qué piensa usted en lo referente al tratamiento?”. 49
Conversan sobre qué le conviene a la paciente y esperan a Perón para comunicarle el resultado de la consulta.
Albertelli relata que llega el Presidente, saluda y expresa “estoy en conocimiento de que se ha realizado un examen a mi mujer. Comprenderán que estoy ansioso por conocer el resultado del mismo y cuáles son las conclusiones a que arribaron”. 50
Continúa el dramático encuentro con el primer mandatario: “El primero en tomar la palabra fue Méndez: ‘General, quiero presentarle al Doctor Albertelli, a quien usted no conoce. Los aquí presentes le hemos pedido que sea el portavoz de nuestro veredicto. Le dejo, pues, la palabra’.
Tomé la palabra: ‘Lamento mucho ser el vocero de noticias que le han de resultar penosas pero me veo obligado a decirle la descarnada verdad, que usted debe conocer en su carácter de esposo y Jefe de Estado, en lo referente a la salud de una persona trascendente para el país. Reflexioné un minuto antes de proseguir. El caso de su señora esposa es sumamente serio, tanto por el carácter de la enfermedad en sí, como por los factores concurrentes que lo agravan respecto del pronóstico a no largo plazo. Su mujer padece un cáncer cuyo punto de partida está en el cuello del útero, tumor maligno relativamente frecuente, habitualmente agresivo, de difícil curación con los medios que tenemos hoy en día en las manos. Cuando el diagnóstico se hace temprano existe un porcentaje de curaciones. No es este el caso. La propagación del proceso es importante, lo que retacea las posibilidades favorables. La variedad de células malignas que presenta es desfavorable por el gran número de divisiones celulares, como se puede determinar en la biopsia; indican una actividad intensa en su crecimiento, que es condición negativa. La presencia de células malignas en la luz de las venas hace presumir que en un futuro no lejano se produzcan metástasis; de lo cual no hay evidencias por el momento. Por último, es sabido que la virulencia del tumor es tanto mayor cuanto menor es la edad. Su señora es muy joven. Este es el lamentable cuadro que se presenta ante nuestros ojos. No obstante, no creemos todo perdido y la obligación es no bajar los brazos y luchar.
Por lo tanto, hemos discutido y preparado un plan de tratamiento que no es otra cosa que utilizar los conceptos clásicos universalmente admitidos y que consisten en inmediata aplicación de radium para detener el crecimiento del tumor, lapso conveniente para que los tejidos se repongan de modo de soportar un acto quirúrgico calculado en aproximadamente cuarenta días, intervención quirúrgica y ulteriormente completar con Rx, esta vez externos. Si usted lo aprueba, deseamos no perder tiempo para iniciar este plan.
La cara del general trasuntaba su estado de ánimo. No interrumpió mi exposición en ningún momento. Su tristeza era evidente; hasta me pareció entrever una lágrima furtiva. Un manto de plomo nos abrumaba a todos los presentes y las palabras no salían de la boca. El fardo más pesado me había tocado a mí y si hablé como hablé, duramente, creí hacer lo mejor para no alimentar falsas esperanzas. Un silencio más bien prolongado.
Lo interrumpió el General: ‘Lo que acabo de conocer, si bien lo intuía, me ha afectado profundamente. Quiero que sepan que Eva representa algo muy grande como esposa, como compañera, como amiga, como consejera y como punto de apoyo leal en la lucha en la cual estoy empeñado. No puedo juzgar la parte médica; confío en ustedes y apruebo lo que aconsejen, así que procedan. Deseo ardientemente que la suerte no sea esquiva y nos ayude.
Un nuevo silencio.
Perón: ‘Les ruego que me disculpen; deseo retirarme y meditar un poco. Les agradezco de antemano todo lo que puedan hacer’.
Nos saludó estrechándonos la mano a Dionisi y a mí. Y se fue”. 51
(Continuará)
Néstor Genta
36. 37. Galasso Norberto. Yo fui el confesor de Eva Perón (Padre Hernán Benítez). Homo Sapiens Ediciones. Rosario. 1999. p.55.
38. Galasso Norberto. Verdades y mentiras acerca de Perón y Eva Perón. Una polémica abierta. Ediciones Ayacucho. Buenos Aires. 1996. p. 31/2.
39. Martínez Tomás Eloy. Op.Cit.p. 143.
40. Castro Nelson. Los últimos días de Eva Perón. Historia de un engaño. Vergara.Buenpos Aires. 2007. p. 29.
41. Ibid. p. 31.
42. Ibid. pp. 206/7.
43. Ibid. 209/210
44. Ibid. p.32.
45. Albertelli Jorge. Op. Cit. p.12.
46. Albertelli Jorge. Op. Cit. p.13.
47. Albertelli Jorge. Op. Cit. p.15.
48. Albertelli Jorge. Op. Cit. pp.16/7.
49. Albertelli Jorge. Op. Cit. pp.29/30.
50. Albertelli Jorge. Op. Cit. p.31.
51. Albertelli Jorge. Op. Cit. p.31/3.