Cada fuerza política que llega al poder, al momento de asumir, se olvida de todas las falencias advertidas al sistema, y sigue poniendo parches de manera interminable o conservando los ya existentes.
Nuestro sistema tributario podría definirse perfectamente como un engendro de magnitudes incontrolables. Y por eso, por esa imperiosa necesidad que tienen los poderes políticos de turno de controlarlo, es que lo siguen emparchando en lugar de dar los primeros pasos para empezar a sanearlo, a hacerlo más equitativo.
Un tributo es distorsivo cuando vulnera uno de los principios constitucionales en materia tributaria, esto es, la capacidad contributiva. Pero esto no queda allí, sino que además las transacciones comerciales se ven afectadas y en nada se favorece la competencia transparente.
Un ejemplo de esto es el Impuesto a
Hace más de 150 años Alberdi escribía: “Después de los cambios en la religión y en el idioma del pueblo, ninguno más delicado que el del sistema de contribuciones (...)”.
Sin embargo, a juzgar por el absurdamente complejo e inequitativo régimen tributario nacional vigente en este país, podría concluirse que nadie lo leyó o al menos, nadie quiso nunca entenderlo.
Nidia G. Osimani