Creación continua de materia; universo eterno; gran explosión inicial (big—bang); un universo pulsátil… son diversas teorías, y la más aceptada por ahora, es la del big bang y la menos tenida en cuenta quizás sea la de la creación continua de materia en el espacio. (Los matemáticos Herman Bondi y Thomas Gold, en su tiempo, calcularon que la creación de nueva materia debe realizarse en la proporción de un átomo de hidrógeno por hora y cada milla cúbica de espacio intergaláctico).
También se habló de un universo abierto (el universo de De Sitter) y de un universo cerrado, curvo y finito (el universo de Einstein); pero sea como fuere, a mi entender, siempre se está tomando la parte por el todo, y a continuación, voy a resumir mi propia hipótesis al respecto.
A mi juicio, lo que el hombre toma como el Todo, es decir este Universo de galaxias que puede ser avistado con los más potentes telescopios o percibido con los mejores radiotelescopios del mundo, es en realidad una parte del Todo.
El hombre en su pequeñez, no puede apreciarlo todo, aunque con asombro se habla de objetos como los cuásares y masas denominadas “lentes gravitacionales”, distantes 5000 o 10000 millones de años luz de nosotros, con masas de un poder gravitacional equivalente a mil galaxias.
El “globo” espacial formado de galaxias en donde estamos comprendidos con nuestro sistema solar y la Vía Láctea, cuyos límites nos lo dan tan sólo los alcances del instrumental que poseemos hasta el presente (y por ende son fronteras provisorias), esta cápsula cuyos elementos internos atisbamos con los telescopios y “oímos” con los radiotelescopios, a saber estrellas, galaxias, radiofuentes, etc., no tiene por qué ser todo el universo, ni aun añadiendo a su radio otros 10000 millones de años luz y más.
Sostengo que este universo de galaxias, que el hombre toma por el Todo, es tan sólo el resultado de un supersol que estalló y se está expandiendo hasta el presente. Pero el universo de galaxias, cual pompa de jabón que se expande, se halla rodeado de “más allá”. Se trata tan sólo de una burbuja en el Todo y lo denomino microuniverso.
Este microuniverso debe ser considerado como una miniatura que se halla enclavada en el Todo al que denomino macrouniverso. (Véase al respecto mi obra: El universo y sus manifestaciones, Ed. Sapiencia, Buenos Aires. Primera parte, capítulo IV.
Pero hay más todavía. Pienso que no sólo existe este microuniverso que nos contiene, sino que admito la existencia de otros supersoles de la naturaleza del nuestro. Unos en formación, otros en pleno estallido, algunos en proceso de expansión como el nuestro, otros contrayéndose en un proceso inverso y finalmente otros ya compactados y prontos a estallar.
A estos “supersoles”, ya sea concentrados o formando galaxias en expansión, los imagino rodeados de sustancia universal no galáctica, ni siquiera atómica, que forman una región, la región de la posibilidad de los microuniversos. A su vez esta región donde transitoriamente se pueden formar microuniversos, la imagino rodeada de otras regiones “más allá”, donde es imposible que se formen galaxias, estrellas, planetas… ¡ni átomos!
También pienso que alguna vez, estas regiones del Todo, es decir del Macrouniverso, que circundan la región productora de supersoles (miniuniversos), absorberán a ésta y la harán entrar en un torbellino en donde la materia será imposible, imposibles los objetos. No podrá haber nada de eso por tratarse de algo continuo, no puntiforme como nuestro mundo compuesto de átomos. Así es como ya no habrá entonces más objetos para contar, no más cantidades, números, nada, sino sustancia universal continua.
Allí entonces desaparecerá la posibilidad de la matemática tenida por eterna. No podrá haber ciencia de la cantidad porque no habrá nada que contar. La geometría carecerá de razón de ser, puesto que no habrá objetos, y lo que a nosotros nos parece ser hoy realidades eternas, dejarán de existir, máxime cuando no serán ya posibles tampoco los seres vivientes ni conciencias como la humana.
Mucho se ha especulado en el terreno mitológico. Yo especulo en el terreno de las posibilidades, aunque esto sea algo así como “metafísica” y no fruto de la experiencia.
Puede que algún día, la astronomía me de la razón. Puede que con telescopios mucho más potentes que los actuales se detecten otros universos pulsando más allá del nuestro, y que se hable entonces de pluralidad de supersoles o microuniversos que forman parte de una región del Macrouniverso total.
Esta hipótesis cosmogónica mía la añado como posibilidad a todas las teorías ya existentes. Pienso que el Macrouniverso es eterno, que la posibilidad de la existencia de los supersoles es transitoria, lo mismo que la vida y la conciencia.
Aquí, en este modelo de universo o más bien ahora Macrouniverso, la santa creación no tiene cabida, porque esta entidad absoluta preexistente desde la eternidad a todo acontecimiento es dinámica por naturaleza.
Dado que la naturaleza íntima de semejante universo, posee un potencial para una mayor acción, para una actividad acrecentada a desencadenarse en forma espontánea, es posible entonces el accidente
Las distintas regiones componentes pueden adquirir carácter dinámico explosivo, y esto basta para formar luego en cadena cosas que antes no existían como los quarks, protones, neutrones, electrones, neutrinos y todas las posibles partículas subatómicas.
También admito para mi modelo de universo, la posibilidad de hallarse entrelazados o paralelos varios mundos, o diversas versiones de mundos y… esto no es ni de lejos ciencia ficción alguna como podrían pensar algunos los esotéricos de siempre. Así, en nuestro universo de galaxias, en nuestro propio planeta pueden existir mundos paralelos o entretejidos con el nuestro, pero indetectables para nosotros, de modo que todos los pseudocientíficos que especulan con esta posibilidad están garrafalmente errados. Y todo esto no es ¡por favor! ninguna clase de ciencia ficción como podrían interpretar algunos. La ciencia ficción, ¡allá ella!, yo me inclino exclusivamente a la auténtica ciencia experimental, y de ella saco mis conclusiones.
Nosotros, con nuestros limitados sentidos y nuestro relativo cerebro, podemos captar e interpretar respectivamente tan sólo una versión entre los múltiples mundos. (Véase del autor de este artículo: El universo y sus manifestaciones; Buenos Aires, Ed. Sapiencia, páginas: 13—15—24—59 y Tercera Parte, capítulo III, pág. 237 y sigs.).
Empero ya la ciencia nuclear y la astronomía comienzan a sospechar la existencia de otras dimensiones.
La teoría cuántica admite tal posibilidad. Cuando se habla de antimateria (por ejemplo), de posibles mundos espejados con el nuestro, también se está rozando mi hipótesis. Lo mismo cuando se mencionan los “agujeros negros” del espacio capaces de compactar la materia a volumen nulo, haciéndola pasar quizás a otra dimensión a través de un “túnel topológico”.
Se habla de una cuarta dimensión. No se descartan otras dimensiones más allá de la cuarta y muchas cosas por el estilo, como el raro descubrimiento del principio de incertidumbre de Heisenberg, según el cual es imposible determinar a la vez la posición y la cantidad de movimiento de una partícula con perfecta precisión. Si un experimento está proyectado para medir una de ellas exactamente, la otras se volverá indeterminada y viceversa.
El Macrouniverso eterno es entonces el que “crea” o más bien suscita situaciones circunstanciales como nuestro actual microuniverso de galaxias, originado a partir del big bang.
Esto significa que acepto la teoría del big bang como la más plausible en cuanto al comportamiento de todas las galaxias que huyan unas de otras según comprobaciones espectroscópicas fundadas en el efecto Doppler—Fizeau, señal de una titánica explosión. Admito entonces que nos hallamos comprendidos dentro de una gran catástrofe que abarca a todas las galaxias.
En lo que difiero de la astronomía clásica, es en el concepto de la estructura del universo, y pienso que la ciencia astronómica está tomando la parte (nuestro microuniverso de galaxias) por “el Todo”.
No obstante aun si nos atenemos a los modelos ya clásicos de universo esto es al universo abierto de De Sitteer o al universo cerrado, curvo y finito de Einstein, uno u otro como único, igualmente podemos prescindir perfectamente de un cierto creador de todo lo existente, hasta la última galaxia o más allá, si existe más universo.
En efecto. Basta con añadir la eternidad a dichos modelos, para pensar que alguna vez se tuvo que haber producido lo que hoy somos y nos rodea.
Una creación de la nada, choca con nuestra razón. Más lógico es admitir un universo increado eterno, en constante dinamismo que ora compone galaxias, estrellas, planetas y vida, ora se conturba de tal manera que ya nada de eso es posible.
Ya hemos visto desde los aspectos biológico, geológico, y ahora astronómico, que la sinrazón es el telón de fondo de todo acaecer. Al universo no le importa el sufrimiento la tragedia, el error, la conciencia de nadie. Prosigue ciego, sordo y mudo su marcha, pleno de accidentes en los niveles biológico, planetario, estelar, galáctico y mayores aun como lo fue la catástrofe del big—bang, según esta teoría.
Por consiguiente, la creación de la nada, es una mera ficción frente a la realidad y la eternidad del Todo.
Por otra parte una creación modeladora, esto es, obrada por un ser exterior al mundo quien toma sustancia universal (llamémosle quarks, protones, neutrones, electrones, etc.) y la empuja, agrupa, domina y forma galaxias, estrellas, planetas, vida, inteligencias, conciencias, este dios modelador por supuesto que no coincide con el ideado por la teodicea tenida por una ciencia, porque ya hemos visto que en este caso sería un dios limitado, no absoluto.
Se trataría de un poderoso a medias, ya que, el mundo se le “escapa de las manos” a cada instante. El accidente le juego malas pasadas pues, todo tiende hacia la desorganización, al caos de acuerdo a lo que ocurre con los planetas, las estrellas y las galaxias.
Y por fin, si vamos hacia el panteísmo, si el dios creador es el mismo universo, entonces debemos concluir en que igualmente se trata de un hacedor débil que jamás logra realizarse en su supuesta creación, y que, si fuera eterno y eficiente –tanto si se hallara inmanente al mundo o el mundo consistiera en su emanación— entonces ya tendría que haberlo logrado y por consiguiente este que habitamos debería ser el mejor de los mundos posibles, pero sabemos, y no me cansaré de repetirlo, que dista abismalmente de serlo.
Ladislao Vadas