El diario mitrista añade que “durante una conversación con la diputada Bullrich, de trazar un sutil paralelismo entre lo que sucede en su Perú natal y nuestro país. ‘Vargas Llosa nos explicaba que en Perú se vive una situación de vacío por la incapacidad de la dirigencia opositora de unir fuerzas -relató luego Bullrich a ‘La Nación’-. Los hechos están a la vista: en el ballottage del 5 de junio próximo competirán [Ollanta] Humala y [Keiko] Fujimori, y afuera quedó una vasta porción de la sociedad peruana que debió dividir su voto entre el resto de los candidatos opositores’. ‘Cuidado: lo que sucedió en Perú es un ejemplo muy cercano para ustedes en la Argentina’, fue la sutil recomendación del premio Nobel, según recordó la diputada Bullrich. Con la vista panorámica de la noche porteña, el puñado de políticos argentinos allí reunidos aprovecharon para compartir alguna que otra charla informal.’¿Así que estás buscando un candidato a presidente?’, acicateó Bullrich a De Narváez. ‘Es al revés: son los candidatos a presidente los que buscan un gobernador’, retrucó el postulante a suceder a Daniel Scioli (…) El escritor se mostró agradecido por el recibimiento porteño. ‘Cuando llegué a Buenos Aires, me preguntaron si ya había recibido muestras de hostilidad [del kirchnerismo] y, por fortuna, pude decir que todo lo contrario, que me sentí abrumado por tanto cariño’, comentó el peruano, sabedor de que sólo mañana pasará la verdadera prueba de fuego, cuando inaugure la Feria del Libro”. 5
Confronten, confronten, que algo queda
En “Piqueteros intelectuales” dice que advierte “con sorpresa que los intelectuales kirchneristas comparten con aquel general [Videla] cierta noción de la cultura, de la política y del debate de ideas que se sustenta en un nacionalismo esencialista un tanto primitivo y de vuelo rasero. Porque lo que parece ofender principalmente a Horacio González (…) y demás partidarios del veto, por encima de mi liberalismo es que, siendo un extranjero, me inmiscuya en los asuntos argentinos. Por eso les parecía más justo que abriera la Feria del Libro de Buenos Aires un escritor argentino en consonancia con las ‘corrientes populares’”.
No me parece que los intelectuales mencionados apelen a la xenofobia para atacar a Vargas Llosa, pero sería positivo que confronten ideas y enriquezcan el diálogo. Por ejemplo, podrían explicarle que probablemente exista una visión de la patria en San Martín y Guevara, distinta de la suya.
Considera el ofendido visitante que “si tal mentalidad [la de los intelectuales k] hubiera prevalecido siempre en la Argentina el general José de San Martín y sus soldados del Ejército Libertador no se hubieran ido a inmiscuir en los asuntos de Chile y Perú y, en vez de cruzar la Cordillera de los Andes impulsados por un ideal anticolonialista y libertario, se hubieran quedado cebando mate en su tierra, con lo que la emancipación hubiera tardado un poco más en llegar a las costas del Pacífico sudamericano. Y si un rosarino llamado Ernesto Che Guevara hubiera profesado el estrecho nacionalismo de los intelectuales kirchneristas se hubiera eternizado en Rosario ejerciendo la medicina en vez de ir a jugarse la vida por sus ideas revolucionarias y socialistas en Guatemala, Cuba, el Congo y Bolivia”.
En otras palabras, a través de la buena educación y la ilustración podrían estos “xenófobos” desasnar al ganador del premio “Leopoldo Alas” e informarle que de acuerdo a la corriente histórica en que se pose, así interpretará el pasado. No es la misma la cosmovisión la de la Historia Oficial, Liberal o Mitrista que la del Revisionismo Federal-provinciano, Socialista o Latinoamericano.
De esta manera, podrían explicarle las diferencias entre un San Martín que lucha por la “Patria Chica” enfrentada al proyecto de la “Patria Grande Latinoamericana” o de la “Confederación de Estados latinoamericanos”. Podrían argumentarle qué hace Guevara en la Revolución Latinoamericana y cuáles son las coincidencias entre éste, San Martín y Simón Bolívar.
Tal vez, recuerden a Manuel Ugarte y conmocionen a Vargas Llosa con las palabras del gran “unionista”: “Mi patria, ¿es acaso el barrio en que vivo, la casa en la que me alojo, la habitación en que duermo? ¿No tenemos más bandera que la sombra del campanario? Yo conservo fervorosamente el culto del país en que he nacido, pero la patria superior es el conjunto de ideas, de recuerdos, de costumbres, de orientaciones, y de esperanzas que los hombres del mismo origen, nacidos de la misma revolución, articulan en el continente, con ayuda de la misma lengua”. 6
Asimismo, podrían estos “censuradores” leer el fragmento de Vargas Llosa en el que dice que “el nacionalismo es una ideología que ha servido siempre a los sectores más cerriles de la derecha y la izquierda para justificar su vocación autoritaria, sus prejuicios racistas, sus matonerías, y para disimular su orfandad de ideas tras un fuego de artificio de eslóganes patrioteros. Está visceralmente reñido con la cultura, que es diálogo, coexistencia en la diversidad, respeto del otro, la admisión de que las fronteras son en última instancia artificios administrativos que no pueden abolir la solidaridad entre los individuos y los pueblos de cualquier geografía, lengua, religión y costumbres pues la nación -al igual que la raza o la religión- no constituye un valor ni establece jerarquías cívicas, políticas o morales entre la colectividad humana. Por eso, a diferencia de otras doctrinas e ideologías, como el socialismo, la democracia y el liberalismo, el nacionalismo no ha producido un solo tratado filosófico o político digno de memoria, sólo panfletos a menudo de una retórica tan insulsa como beligerante”.
Aprovechando la confrontación de ideas, estos “vetadores oficiales” podrían instruirlo sin recalar en la supuesta xenofobia y replicar la ignorancia que parece tener Vargas Llosa de la historia local, pues en la Argentina no hay un universal que nuclee a todos los nacionalismos. Sirva como ejemplo que no es igual el nacionalismo de Alejandro Biondini que el de Arturo Jauretche.
También, podrían responder a sus citas sobre Juan Bautista Alberdi, pues para Vargas Llosa “Si alguien lo vio bien, y lo escribió mejor, y lo encarnó en su conducta cívica fue uno de los políticos e intelectuales latinoamericanos que yo admiro más, el argentino Juan Bautista Alberdi, que llevó su amor a la justicia y a la libertad a oponerse a la guerra que libraba su propio país contra Paraguay, sin importarle que los fanáticos de la intolerancia lo acusaran de traidor”.
Sobre estos tópicos trataré en mis próximas investigaciones para “Tribuna de Periodistas”. Entre tanto, invito a Vargas Llosa que ahonde un poco más en la historia argentina y centre su atención en los “fanáticos de la intolerancia” que “acusan de traidor” a su admirado Alberdi. Se llevaría una sorpresa…
Néstor Genta
Citas bibliográficas y reconocimiento de autores:
5. Serra Laura. Velada opositora con Vargas Llosa.
http://www.lanacion.com.ar/1366773-velada-opositora-con-vargas-llosa
6. Ugarte Manuel. La nación latinoamericana. Caracas. Biblioteca Ayacucho. 1978. p.3.
Anexo:
“Sr. Carlos de Santos, Presidente de la Cámara del Libro.
Estimado Carlos:
Ha cobrado estado público la sorprendente presencia de Mario Vargas Llosa como partícipe central de la inauguración de la Feria del Libro de Buenos Aires. Le escribo como ciudadano, como director de la Biblioteca Nacional y como lector que aprecia la literatura de Vargas Llosa, a quien he seguido desde La ciudad y los perros hasta El sueño del Celta. No me mueve así ningún despecho ni deseo de limitar su voz –que no precisaba del Premio Nobel para ser justamente difundida- al decirle que considero sumamente inoportuno el lugar que se le ha concedido para inaugurar una Feria que nunca dejó de ser un termómetro de la política y de las corrientes de ideas que abriga la sociedad argentina. ¿Pero no sería este el máximo nivel de facciosidad al que llegaría este evento que a lo largo de los tiempos atravesó toda clase de vicisitudes y supo mantenerse como digno exponente de la cultura universal del libro? Es sabido que hay dos Vargas Llosa, el gran escritor que todos festejamos, y el militante que no ceja ni un segundo en atacar a los gobiernos populares de la región con argumentos que lamentablemente no solo deforman muchas realidades, sino que se prestan a justificar las peores experiencias políticas del pasado. Mucho tememos que no sea el Vargas Llosa de Conversación en la Catedral el que hable en la Feria sino el Vargas Llosa de la coalición de derecha que en estos mismos días realiza una reunión en Buenos Aires. Considero que para la inauguración hay numerosos escritores argentinos que pueden representar acabadamente un horizonte común de ideas, sin el mesianismo autoritario que hoy aqueja al Vargas Llosa de los círculos mundiales de la derecha más agresiva (aunque so pretexto de liberalismo), que diferenciamos del Vargas Llosa novelista, que mantiene viva su sensibilidad como autor de grandes ficciones del realismo histórico-social. Lo invito a que reconsidere esta desafortunada invitación que ofende a un gran sector de la cultura argentina y que junto a las respectivas comisiones directivas de la Fundación El Libro determine que la conferencia de Vargas Llosa –que podríamos escuchar con respeto en la disidencia- se realice en el marco de la Feria pero al margen de su inauguración, y que para este evento inaugural, como es costumbre, se designe a un escritor argentino en condiciones de representar las diferentes corrientes artísticas y de ideas que se manifiestan hoy en la sociedad argentina.
Afectuosamente
Horacio González
Director de la Biblioteca Nacional”
“Piqueteros intelectuales”
Por Mario Vargas Llosa
El grupo Carta Abierta pidió a la Feria del Libro de Buenos Aires que me retirara la invitación para inaugurarla, por mi posición "liberal" y "reaccionaria". ¿Qué quieren, una nueva Cuba?
Un puñado de intelectuales argentinos kirchneristas, vinculados al grupo Carta Abierta, encabezados por el director de la Biblioteca Nacional Horacio González, pidió a los organizadores de la Feria del Libro de Buenos Aires, que se abrirá el 20 de abril, que me retirara la invitación para hablar el día de su inauguración. La razón del veto: mi posición política "liberal", "reaccionaria", enemiga de las "corrientes progresistas del pueblo argentino" y mis críticas a los Gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. Bastante más lúcida y democrática que sus intelectuales, la presidenta Cristina Fernández se apresuró a recordarles que semejante demostración de intolerancia y a favor de la censura no parecía una buena carta de presentación de su Gobierno ni oportuna cuando parece iniciarse una movilización a favor de la reelección. Obedientes, pero sin duda no convencidos, los intelectuales kirchneristas dieron marcha atrás.
Me alegra coincidir en algo con la presidenta Cristina Fernández, cuyas políticas y declaraciones populistas en efecto he criticado, aunque sin llegar nunca al agravio, como alegó uno de los partidarios de mi defenestración. Nunca he ocultado mi convencimiento de que el peronismo, aunque haya impulsado algunos progresos de orden social y sindical, hechas las sumas y las restas ha contribuido de manera decisiva a la decadencia económica y cultural del único país de América Latina que llegó a ser un país del primer mundo y a tener en algún momento un sistema educativo que fue un ejemplo para el resto del planeta. Esto no significa, claro está, que aliente la menor simpatía por sus horrendas dictaduras militares cuyos crímenes, censuras y violaciones de los derechos humanos he criticado siempre con la mayor energía en nombre de la cultura de la libertad que defiendo y que es constitutivamente alérgica a toda forma de autoritarismo. Precisamente la única vez que he padecido un veto o censura en Argentina parecido al que pedían para mí los intelectuales kirchneristas fue durante la dictadura del general Videla, cuyo ministro del Interior, el general Harguindey, expidió un decreto de abultados considerandos prohibiendo mi novela La tía Julia y el escribidor y demostrando que ésta era ofensiva al "ser argentino". Advierto con sorpresa que los intelectuales kirchneristas comparten con aquel general cierta noción de la cultura, de la política y del debate de ideas que se sustenta en un nacionalismo esencialista un tanto primitivo y de vuelo rasero.
Porque lo que parece ofender principalmente a Horacio González, José Pablo Feinmann, Aurelio Narvaja, Vicente Battista y demás partidarios del veto, por encima de mi liberalismo es que, siendo un extranjero, me inmiscuya en los asuntos argentinos. Por eso les parecía más justo que abriera la Feria del Libro de Buenos Aires un escritor argentino en consonancia con las "corrientes populares".
Si tal mentalidad hubiera prevalecido siempre en Argentina el general José de San Martín y sus soldados del Ejército Libertador no se hubieran ido a inmiscuir en los asuntos de Chile y Perú y, en vez de cruzar la Cordillera de los Andes impulsados por un ideal anticolonialista y libertario, se hubieran quedado cebando mate en su tierra, con lo que la emancipación hubiera tardado un poco más en llegar a las costas del Pacífico sudamericano. Y si un rosarino llamado Ernesto Che Guevara hubiera profesado el estrecho nacionalismo de los intelectuales kirchneristas, se hubiera eternizado en Rosario ejerciendo la medicina en vez de ir a jugarse la vida por sus ideas revolucionarias y socialistas en Guatemala, Cuba, el Congo y Bolivia.
El nacionalismo es una ideología que ha servido siempre a los sectores más cerriles de la derecha y la izquierda para justificar su vocación autoritaria, sus prejuicios racistas, sus matonerías, y para disimular su orfandad de ideas tras un fuego de artificio de eslóganes patrioteros. Está visceralmente reñido con la cultura, que es diálogo, coexistencia en la diversidad, respeto del otro, la admisión de que las fronteras son en última instancia artificios administrativos que no pueden abolir la solidaridad entre los individuos y los pueblos de cualquier geografía, lengua, religión y costumbres pues la nación -al igual que la raza o la religión- no constituye un valor ni establece jerarquías cívicas, políticas o morales entre la colectividad humana. Por eso, a diferencia de otras doctrinas e ideologías, como el socialismo, la democracia y el liberalismo, el nacionalismo no ha producido un solo tratado filosófico o político digno de memoria, sólo panfletos a menudo de una retórica tan insulsa como beligerante.
Si alguien lo vio bien, y lo escribió mejor, y lo encarnó en su conducta cívica fue uno de los políticos e intelectuales latinoamericanos que yo admiro más, el argentino Juan Bautista Alberdi, que llevó su amor a la justicia y a la libertad a oponerse a la guerra que libraba su propio país contra Paraguay, sin importarle que los fanáticos de la intolerancia lo acusaran de traidor.
Los vetos y las censuras tienden a imposibilitar todo debate y a convertir la vida intelectual en un monólogo tautológico en el que las ideas se desintegran y convierten en consignas, lugares comunes y clisés. Los intelectuales kirchneristas que sólo quisieran oír y leer a quienes piensan como ellos y que se arrogan la exclusiva representación de las "corrientes populares" de su país están muy lejos no sólo de un Alberdi o un Sarmiento sino también de una izquierda genuinamente democrática que, por fortuna, está surgiendo en América Latina, y que en países donde ha estado o está en el poder, como en Chile, Brasil, Uruguay, ha sido capaz de renovarse, renunciando no sólo a sus tradicionales convicciones revolucionarias reñidas con la democracia "formal" sino al populismo, al sectarismo ideológico y al dirigismo, aceptando el juego democrático, la alternancia en el poder, el mercado, la empresa y la inversión privadas, y las instituciones formales que antes llamaba burguesas. Esa izquierda renovada está impulsando de una manera notable el progreso económico de sus países y reforzando la cultura de la libertad en América Latina.
¿Qué clase de Argentina quieren los intelectuales kirchneristas? ¿Una nueva Cuba, donde, en efecto, los liberales y demócratas no podríamos jamás dar una conferencia ni participar en un debate y donde sólo tienen uso de la palabra los escribidores al servicio del régimen? La convulsionada Venezuela de Hugo Chávez es tal vez su modelo. Pero allí, a diferencia de los miembros del grupo Carta Abierta, la inmensa mayoría de intelectuales, tanto de izquierda como de derecha, no es partidaria de los vetos y censuras. Por el contrario, combate con gran coraje contra los atropellos a la libertad de expresión y la represión creciente del gobierno chavista a toda forma de disidencia u oposición.
De quienes parecen estar mucho más cerca de lo que tal vez imaginan Horacio González y sus colegas es de los piqueteros kirchneristas que, hace un par de años, estuvieron a punto de lincharnos, en Rosario, a una treintena de personas que asistíamos a una conferencia de liberales, cuando el ómnibus en que nos movilizábamos fue emboscado por una pandilla de manifestantes armados de palos, piedras y botes de pintura. Durante un buen rato debimos soportar una pedrea que destrozó todas las lunas del vehículo, y lo dejó abollado y pintarrajeado de arriba abajo con insultos. Una experiencia interesante e instructiva que parecía concebida para ilustrar la triste vigencia en nuestros días de aquella confrontación entre civilización y barbarie que describieron con tanta inteligencia y buena prosa Sarmiento en su Facundo y Esteban Echeverría en ese cuento sobrecogedor que es El matadero.
Me apena que quien encabezara esta tentativa de pedir que me censuraran fuera el director de la Biblioteca Nacional , es decir, alguien que ocupa ahora el sitio que dignificó Jorge Luis Borges. Confío en que no lo asalte nunca la idea de aplicar, en su administración, el mismo criterio que lo guió a pedir que silenciaran a un escritor por el mero delito de no coincidir con sus convicciones políticas. Sería terrible, pero no inconsecuente ni arbitrario. Supongo que si es malo que las ideas "liberales", "burguesas" y "reaccionarias" se escuchen en una charla, es también malísimo y peligrosísimo que se lean. De ahí hay sólo un paso a depurar las estanterías de libros que desentonan con "las corrientes progresistas del pueblo argentino".
En fin, el problema es simplemente la ideología. La izquierda argentina no acepta que el que tenga pensamiento contrario al suyo sea democrático por lo que siempre se asocia a la derechas con el autoritarismo. Cuba y China ¿no existen?.. El pueblo argentino tiene que aceptar que haya periodistas y escritores "militantes" siempre y cuando sean progresistas y sin embargo, ellos, no pueden aceptar que otro sea diferente. Vargas Llosa, habló en la feria del libro y fue clarito. Se nota la diferencia con nuestros intelectuales. Cuando se expresan, sus palabras, parecen jeroglíficos. Alardean, Vargas, señal de RESENTIMIENTO.
Coincido con lo expresado por JDiógenes. apelando a las clásicas consignas del pseudo progresismo de café palermitano, parece que la censura sólo existe cuando la pone en práctica "la derecha neoliberal" pero cuando "la izquierda nacional y popular" pretende hacer callar a quien no comparte su postura eso no es censura, sino disconformidad con el pensamiento del otro. Como si las dictaduras sólo pudieran ser "de derecha", parafraseando la maniquea -e inexacta- distinción a la que recurre habitualmente gran parte de la intelectualidad vernácula. Si los intelectuales que respaldaron el insólito pedido de González, en realidad, sólo buscaban debatir y , como dueños absolutos de la verdad revelada ( sustentada con aportes del gobierno), "enseñarle" a Vargas Llosa que está equivocado ¿cuál era el sentido de tratar de evitar que abriera la Feria del Libro? ¿No era ése el mejor lugar para el debate?
varguitas debría estudiar la historia argentina para no cometer horrores como los cometió. los argetinos también. los libros no muerden muchachos.
Dos burgueses (de la secta de los autodenominados elegidos) que nunca laburaron, prometieron acabar con la burguesia. Pero hicieron su revolucion en un pais donde no habia burguesia y se mantuvieron en ella por la fuerza MILITAR... porque siempre fueron y seran K gones