En Duro de Domar recogen el guante de 678 y debaten largo y tendido sobre Tato Bores y su supuesta simpatía por “el modelo” (que jamás conoció). Opinan periodistas, publicistas, se altera Magdalena Ruíz Guiñazú y la escrachan en los programas de Diego Gvirtz, el hombre que le confesó alguna vez a Alberto Fernández que su salida de Canal 13 fue buscada y por dinero. Al buscar los monólogos del inolvidable Tato Bores, la pregunta parece obvia pero, en un país en que el gobierno nacional hace publicidad mejor que nadie —y con más plata que ningún otro en la historia reciente del país— y la confunde con periodismo, decidí ir a la fuente más confiable: su hijo, el director de cine, Sebastián Borensztein.

El director de Un cuento Chino, el hijo del entrañable Tato Bores, le respondió al periodismo militante que cree que su padre hoy sería kirchnerista, en nuestro programa radial Ahora es Nuestra la Ciudad. Borenzstein dijo que si su padre estuviese vivo y estuviese en televisión “haría crítica porque el humor político es, por definición, opositor”. Agregó que, como decía su padre, “el chiste de la suegra es en contra de la suegra sino sería chupada de medias y el humor político, cuando dice opositor, no es exclusivamente opositor al gobierno de turno sino a todo el arco político sino sería humor militante, para utilizar un término de moda hoy”.

Concluyó, sin medias tintas, que Tato Bores, su padre, “hoy sería crítico al gobierno actual”. Obviamente, el audio jamás será difundido por el poderoso establishment mediático impuesto por el oficialismo. Ese mismo día, Alejandro “Pitu” Salvatierra, uno de los líderes de la toma del Indoamericano, confiesa en una extensa charla con este escriba, mientras recorremos Ciudad Oculta, que el kirchnerismo es todo lo bueno y lo malo del peronismo y que a este gobierno le falta desprenderse de demasiados sapos que pululan en la franja intermedia del poder. Discutimos sobre las reales intenciones de las capas superiores, allí donde se decide el poder y no nos ponemos de acuerdo.

Mientras tanto, los programas “políticos” que tienen aire en la televisión actual, niegan la posibilidad de hablar de proyectos e insisten con la distinción entre “nosotros” y “ellos” cómo definiría la politóloga belga, Chantal Mouffe, al describir los nuevos populistas. En eso parece consistir la política, no en la falta de proyectos, sino en la instalación de una agenda, en la creación de un consenso entre ese “nosotros” que excluye a los otros y a los verdaderos e importantes temas de discusión como la corrupción, el sistema clientelar de la política, la zanahoria que se les da a los grupos extorsivos y que ya nadie puede quitar, el macartismo ideológico, la inexistente clase empresaria nacional y popular a los intereses del pueblo, la fiesta de los subsidios, el transexualismo intelectual y el financiamiento de la política y el periodismo, entre tantos otros posibles temas de discusión sincera.

Alguna vez, escribí que los políticos actuales solo buscan perpetuarse en el poder y los empresarios mediáticos, vender más ejemplares. En un auditorio repleto de seguidores del oficialismo, seducidos por la “lucha contra el monopolio” y los juicios a los represores de la última dictadura militar, me increparon de mala forma tildándome de golpista, anti política y marginal.

Cornelius Castoriadis, un filósofo y psicoanalista francés, que estudie en la universidad de Buenos Aires cuando sus palabras eran dignas (año 2002, hoy sería imposible leer ese texto en las aulas de la kirchnerista facultad de Ciencias Sociales) decía que “el rasgo más saliente de la política contemporánea es su insignificancia. Los políticos son impotentes. Ya no tienen un programa. Su único objetivo es seguir en el poder”. En ese sentido, mientras seguimos discutiendo si Tato sería K o no, ¿es posible no imaginar el nombre de Cristina Fernández de Kirchner en las boletas que se presentarán en octubre del 2011 en los cuartos oscuros?

 Luis Gasulla