A lo largo de estos últimos largos ocho años, el gobierno parece que aprendió poco o nada. En sus cotidianos y cada vez más frecuentes escándalos que afectan su gestión gubernamental, lo primero que atinan a hacer es negar el hecho.
Pero casi todos estos son tan graves, que no solo afectan al Estado y al gobierno, sino que toman tanta trascendencia política, que casi inmediatamente se potencian a si mismo y se tornan incontrolables en su difusión pública, tanto nacional como internacional.
Cuando el gobierno, ya tardíamente, ve que es imposible tapar el sol con la mano, empieza a tratar de despegarse del escándalo, poniendo distancias entre este y el hecho delictivo, para buscar de salvar su imagen.
Pero todo es realizado tan torpemente por sus voceros y operadores, que pareciera que parten de la base que los argentinos se tragan fácilmente cualquier sapo.
Como no se pudo ocultar la corrupción en la Fundación “Madres de Plaza de Mayo” se buscó en segunda instancia, salvar a la Presidente de la misma. El canciller Héctor Timerman con su habitual delicadeza y diplomacia expresó: “Es un dolor muy grande ver los ataques a Hebe, que no son a Hebe sino al Gobierno. Hay algunos que utilizan a Hebe en su campaña contra el Gobierno”.
Posteriormente ante las evidencias cada más comprometedores de la participación de Bonafini en este descomunal acto de corrupción, la directiva fue despegarse de ella y tratar de salvar la imagen de la Fundación.
No voy a relatar este nuevo grosero mega escándalo de las “Madres de Plaza de Mayo”, ya que está suficientemente tratado en todos los medios, inclusive en los del oficialismo. Simplemente reducirlo a unas pocas líneas a modo de condensado resumen.
La Fundación “Madres de Plaza de Mayo”, organización prioritaria y preferencial de la presidente Cristina Kirchner, una de sus principales banderas políticas, es una organización que recibió una enorme cantidad de fondos públicos y otros apoyos del Estado para tareas con finalidad social, entre ellas la construcción de viviendas.
Como en general en todas las cuentas públicas del gobierno, se desconoce con precisión el monto entregado, pero se estima que es del orden de $ 700 millones de pesos.
El apoderado de la Fundación, el parricida Sergio Schoklender, organizó varias empresas en las cuales tiene participación societaria, en una de ellas la principal, Meldorek, posee el 90% de participación y es la empresa constructora de la Fundación.
El standard de vida personal de Schoklender es similar a la de un magnate multimillonario de los EE.UU: automóviles y aviones privados de alta gama, lanchas y yates, alojamiento en lugares de turismo en hoteles de alta categoría, propiedades, etc.
Schoklender tiene dos títulos universitarios y se nota en su persona que es un individuo preparado y de rápidas respuestas. El hecho que se haya enriquecido en poco tiempo con una fortuna y bienes en tal magnitud y cantidad, hace pensar en jugosos retornos, que actuaba bajo un manto de impunidad o que obtenía recursos del narcotráfico o del lavado de dinero.
La presidente de la Fundación, la execrable Hebe de Bonafini, sabía el nivel de vida de su “ahijado” desde ya hace mucho tiempo.
También Cristina sabía el desmadre en el uso de los fondos públicos y la corrupción consecuente. Otros organismos del gobierno sabían de ello, entre ellos la Unidad de Información Financiera, por denuncias realizadas hace más de un año y por supuesto una serie de funcionarios, empezando por Aníbal Fernández, Abel Fatala, Julio de Vido y gran parte del gobierno. Era un secreto a voces.
El hijo putativo es solo la punta de un iceberg que esconde diferentes delitos con la complicidad del Estado.
Lo cierto es que todo tiene un tufillo nauseabundo y deja en clara evidencia sobre como se manejan los dineros públicos en este gobierno.
Cuando se refiere a dinero público, se habla sobre los impuestos que de una manera u otra, que todos los argentinos tributan al Estado. El dinero es el nuestro. Nosotros financiamos la vida y el buen pasar del parricida, su putativa madre y el resto de la organización.
Si se comprobase que efectivamente hubo retornos nos encontraríamos ante una asociación ilícita de una gran envergadura y complicidades dentro del mismo riñón del gobierno.
Recordemos la excelente relación de Bonafini con Cristina, que se demostraba públicamente cada vez que se veían y que era mencionada en la mayoría de los soliloquios de la presidente.
Es tan clara la maniobra de esta gigantesca estafa y seguramente otros delitos, que el tratar de minimizarlos u ocultarlos implica una verdadera subestimación de la inteligencia de los argentinos.
La presidente debería afrontar sus equivocaciones y errores y no disfrazarlas engañando a la ciudadanía. El costo de esa manera sería sustancialmente menor.
Los argentinos no somos tontos ni estúpidos y nos damos cuenta cada vez más claramente que Cristina, no controla el andamiaje político que creó su difunto perverso marido. Su notoria incompetencia permite que nos roben el país.
Alfredo Raúl Weinstabl