Desde mediados de 2008, y ya a comienzos de 2010 en Dólar ¿el principio del fin?, se adelantó desde este medio, que diferentes analistas internacionales (incluidos especialistas de FMI y del Banco Mundial) sostenían una postura reticente en cuanto al papel del dólar como moneda de intercambio entre países y como divisa de reserva.
Hace muy pocas horas, la nueva directora del FMI, Christine Lagarde, cuestionó seriamente la demora en los EE. UU. en aplicar políticas concretas tendientes a solucionar el déficit fiscal de ese país.
Lo concreto en este caso, es que no resulta dato menor que la mismísima máxima autoridad del FMI, exteriorice sus dudas acerca de la continuidad del dólar como moneda de reserva mundial si el congreso de los USA no llega a un acuerdo respecto del techo de su deuda pública.
La mencionada funcionaria manifestó que “hay realmente muchas preocupaciones” a nivel internacional en tanto muchas economías dependen de la economía norteamericana.
Lo único cierto entre tanta incertidumbre es que los legisladores estadounidenses continúan negociando y aún no logran alcanzar un acuerdo acerca de las medidas presupuestarias que deberían ir en paralelo al incremento del límite de la deuda.
Lo que ocurre en Estados Unidos es que si bien la devaluación del dólar implica inflación y perjuicio para la sociedad norteamericana, la necesidad de estimular el crecimiento económico hace que una de las políticas del Estado sea la recompra de bonos para mantener lo más bajo posible las tasas, y esto incide de manera directa en el valor de la moneda.
Lagarde por su parte expresó "Mi mayor aspiración es que los dirigentes políticos tengan el coraje y también la humildad de superar las susceptibilidades, las preocupaciones y las doctrinas políticas, que son perfectamente legítimas, por el bien de todo el país y por el de la economía mundial".
La realidad indica que una Casa Blanca demócrata intentando llegar a un acuerdo con un Congreso republicano antes del 2 de agosto para evitar el tan temido default no es algo sencillo de conseguir.
Si EE. UU. no se sigue endeudando no podrá pagar sus deudas, pero ese endeudamiento se hace cada vez más difícil dada su capacidad real para asumir nuevos compromisos.
Lo cierto es que la sola idea de un default técnico, esto es, retrasar los pagos de intereses por un tiempo, es “jugar con fuego”, ya que la mínima exteriorización de incumplimiento por parte de los EE. UU. implicaría desestabilizar la economía mundial. Sin embargo, existen algunas razones específicas inductoras del supuesto de que la sangre no ha de llegar finalmente al río, y probablemente se encuentre alguna salida de último momento, al menos, para salir del paso momentáneamente.
Todo esto, aunque exista convicción en los verdaderos centros del poder en torno a la extinción del dólar y nacimiento de una nueva moneda.
Beneficio de pocos, perjuicio de mayorías, como siempre.
Nidia G. Osimani