El término nace en los EE. UU. hace aproximadamente diez años y se forma de la unión de las palabras química (chemical) y estela, trayecto, recorrido, rastro, camino (trail). Pero empecemos desde el comienzo.
Es sabido que los aviones pueden dejar estelas o sendas de color blanco que se originan en las turbinas. La causa de éstas es la solidificación de los vapores que de allí emanan.
Hace algo más de diez años, pobladores de ciertas regiones de EE. UU., México, Europa, Australia, Oriente Medio, comenzaron a observar que éste fenómeno tenía una nueva particularidad, y es que éstas estelas no se diluían progresivamente como era habitual, sino que se cortaban de manera abrupta y reaparecían del mismo modo una y otra vez.
Observaciones posteriores identificaron un origen distinto al de las turbinas. Esta vez, salían de otras partes del fuselaje perdurando más de 30 minutos, período durante el cual daban lugar a una especie de bruma.
Como era previsible, ciertos investigadores privados se atrevieron a estudiar el tema, y luego de un determinado período de pruebas, arribaron a algunas conclusiones.
Por ejemplo, descubrieron que las emanaciones contenían gran cantidad de metales pesados y compuestos diversos como el flúor que ataca a una zona concreta del cerebro humano controlando la resistencia y haciendo a las personas más dóciles, inhibiendo su capacidad de confrontación y hasta puede llevarlas a la depresión.
La metodología no tiene nada de innovador, ya que durante la segunda guerra mundial se practicaban esas fumigaciones tóxicas con aviones sobre las tropas enemigas. Es más, existen documentos desclasificados por países que han tenido una activa participación en el mencionado evento bélico, que dan cuenta de experimentos pensados con miras a una futura guerra bacteriológica.
Hoy en día, se suele comentar que los médicos, catalogan a síntomas que no pueden explicar, como de “virus” o producto del “estrés”.
Existen científicos convencidos de que muchos de los fenómenos que vienen teniendo lugar a nivel climático y biológico, son consecuencia de las chemstrail.
Con relación a los efectos sobre los seres humanos, se cree que no solo el ritmo de vida agitado que nos toca transitar por estos días es la causa del incremento de la depresión, ataque de pánico, psicopatologías varias. También alergias, afecciones en los ojos, mareos, nauseas, dolores de cabeza, gripes, de características más virulentas de lo esperable, podría deberse a las chemstrail, según creen ciertos especialistas.
Lo único que trascendió hasta el momento y de manera extraoficial por parte de fuentes militares estadounidenses, que por supuesto, mantienen el más estricto anonimato, es que la “Operación Chemstrail” sería un proyecto conjunto entre el Pentágono y la industria farmacéutica. El objetivo sería experimentar el grado de éxito que podría tener la utilización de esta metodología frente a una eventual tercera guerra mundial de tipo bacteriológico. Sin embargo, aunque parezca que nada tiene que ver, aún mirando de soslayo lo que ocurre en el mundo en los últimos años, es imposible no advertir que la humanidad quedó dividida en dos grupos perfectamente diferenciables.
Por un lado hay una gran mayoría ya resignada a ser rebaño, y por otro, una minoría que lucha con todas sus fuerzas para liberarse y liberar a quien se atreva a querer dejar de ser rebaño.
La primera gran incógnita entonces es ¿ganará alguna de las dos o se aniquilarán mutuamente?
Nidia G. Osimani