En la historia política argentina, muchas veces descollaron los binomios morganáticos. O sea un presidente, o bien un dirigente político de alto vuelo, que a su lado tenía una mujer más o tan ambiciosa como él. Dejando de lado el archiconocido caso de Juan Perón junto a Eva Duarte, la relación de Carlos Menem con Zulema Yoma no merece aparecer en este podio ya que constituyó un episodio símil culebrón, que algo digno de estudio para la ciencia política. Actualmente, las disputas políticas en el seno del fragmentado justicialismo pasan también por una cuestión de faldas. A principios de este año, se asistió a un enconado enfrentamiento entre el dúo conformado por Eduardo Cabezón Duhalde e Hilda Chiche contra la otra pareja morganática, compuesta por Néstor Pingüino Kirchner y Cristina Botox Fernández. Luego de tirarse con artillería pesada, los contendientes aceptaron establecer una tregua estratégica.
A pesar de especulaciones al respecto, es innegable que el matrimonio Kirchner constituye una pareja perfecta. Mientras que a él le gusta mostrarse como un líder progresista, superador del entramado corrupto de la ortodoxia pejotista; ella se pone el sayo de campeona de los derechos humanos y depositaria de la memoria colectiva nacional.
Sin embargo, a pesar de los ríos de tinta vertidos al respecto, nada de esto es real. Según una investigación publicada en Noticias el viernes 24 de septiembre, escrita por Nicolás Wiñaski, los Kirchner representan la versión corregida y aumentada del caretaje menemista de la década del 90:
“Era un domingo de sol brillante y otoñal, perfecto para salir a caminar por el Central Park como hizo el matrimonio presidencial después del almuerzo. En esa caminata, Cristina Kirchner demostró que se había preparado en Buenos Aires para disfrutar del viaje: sobre sus hombros, cargada como al pasar, llevó una cartera de cuero blanco Ricky Sarkany que había comprado el lunes 13 por casi 500 pesos en el shopping Patio Bullrich, mientras la seguía de lejos, pero atento, su custodio. (...) La obsesión de la imagen. El lunes 20, a la salida del hotel Four Seasons donde el matrimonio presidencial durmió en una habitación de 600 dólares la noche –con spa incluido-, Kirchner se acercó a una periodista de un diario para pedirle un 'favor': 'Dígale a los fotógrafos que si me sacan una foto a mí o a mí mujer cuando salgamos a caminar, no les doy ninguna nota después'. Los reporteros argentinos cumplieron obedientes con el pedido –casi una exigencia- del Presidente. Es que la mayoría de ellos viajó a bordo del Tango 01, a costas del Estado, y temieron reprimendas. A lo largo de todo el viaje, la primera dama se mostró hostil con los periodistas y fotógrafos. A pesar de que se garantizó el cerco a la prensa, se tapó la cara cuando iba a ser retratada. Un diplomático que la acompañó durante varios días en NY aseguró que no vio a la Primera Dama de shopping. ¿Pero entonces porqué prohibió que la sigan los reporteros?. (...)
¿Qué hizo Cristina en su tiempo libre, en los momentos en que no acompañó a su marido para evitar soporíferas reuniones en la asamblea de la ONU? Su gran temor era ser fotografiada in fraganti recorriendo el Soho, la 5th Avenida, quedando en actitud frívola, una situación que puede ser comparada con lo peor de la década del 90 que ella y su marido tanto dicen detestar. (....)
Así son los Kirchner. Amantes del marketing y de los dichos estruendosos que luego pueden quedar en la nada. Cristina suele decir que no es Primera Dama, pero aprovecha todos y cada uno de los viajes de su marido para disfrutar las bondades y bellezas del exterior. Mientras tanto, el Senado, bajo su control, queda en stand by hasta su vuelta”.
Obsesionados por vender una imagen austera irreal, la primera pareja política se reinventa para la tapa de los diarios, huyendo de las cámaras indiscretas. Cuando la fotografía periodística recién daba sus primeros pasos, constituyó el terror de algunos indígenas porque creían que les robaba el alma. En el caso de los Kirchner es algo similar, pues la misma tendría el mismo efecto de un espejo revelador. Entonces, tarjeta roja para algunos clicks.
Todo por el marketing
Muchos entendidos de la ciencia del mercadeo, consideran a Saulo de Tarso (luego San Pablo) como el verdadero inventor de esta disciplina. Sirio de nacimiento, obtuvo la ciudadanía romana gracias a que su abuelo y padre habían tenido el buen tino de adquirirla. Fariseo fanático, vio el filón y se convirtió al naciente cristianismo luego de que aseguró haber tenido un encuentro espectacular con su fundador, Jesús. Se hizo bautizar por sus ex perseguidos, y dotado de una convincente oratoria, recorrió gran parte del Imperio Romano propagando esa buena nueva. Su misión fue tan exitosa, que este vendedor de ilusiones terminó sus días decapitado en presencia de Nerón en la mismísima Roma, luego de que su creación penetrara hasta el propio Foro.
A semejanza con este sirio piola, los Kirchner saltaron de la gobernación de la austral Santa Cruz al sillón de Rivadavia vendiendo el evangelio de la trasversalidad superadora del neoliberalismo, y del inmovilismo peronista-radical. “Podría decirse, por ejemplo, que mientras el Presidente advertía a los acreedores que no les haría una nueva oferta, los bonistas ni pestañeaban porque Kirchner ya triplicó su propuesta inicial lanzada meses atrás. A quienes ven en la señora Kirchner una luchadora por los derechos humanos, habría que mencionarles que ni ella ni su marido hicieron siquiera una misa por los desaparecidos algún 24 de marzo durante la década que gobernaron Santa Cruz. ¿Estamos ante estrategas del poder, verdaderos pragmáticos o simples enunciadores de doble discursos?”, señala acertadamente Darío Gallo en el mencionado semanario.
En el programa La Cornisa, del último domingo 26 del corriente, Luis Majul armó una mesa de opinión para debatir si realmente Kirchner utilizaba doble discurso. Remitiéndose a lo puntualizado por Gallo, puede inferirse que la pareja presidencial utiliza como estrategia de poder marketinero, esto es como esencia del pragmatismo postnoventista, el doble discurso. Para la corporación mediática se muestran como se enuncia más arriba, cuando en realidad son, como se puntualizó anteriormente, demasiado similares con su odiado Carlos Menem con la única diferencia que Kirchner detesta jugar al golf.
Si hay que reconocerle algo al monarca de Anillaco, era que se mostraba tal cual era, un frívolo farandulero sin remedio. Mientras que el matrimonio K, posan ante la opinión pública como sensibles sociales cuando en verdad poseen muchas características de cualquier arribista.
Como se dijo una vez, se puede engañar a algunos algún tiempo pero jamás se puede hacerlo con todos todo el tiempo. Por más que el oficialismo compre encuestas, que los medios se desgañiten vendiendo ilusiones, el geniecito Juan Domingo seguirá desde el más allá advirtiendo que “la única verdad, es la realidad”, y contra eso nadie la talla.
De lo contrario, el espejo de cristal trucho se hará pedazos y serán muchos los lastimados.