Hace bastante tiempo que vengo reflexionando sobre una cuestión muy cara, tanto a los sentimientos de cualquier político de estirpe, como a los de aquellos políticos mínimos que son tan abundantes en todo el planeta, pero que en esta región del cono sur son epidemia. Aclaro que no soy periodista, no soy político y no soy experto; solo soy un habitante de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y si bien he viajado y conocido otras culturas, siempre me moví aquí. Digo que soy un habitante porque para ser ciudadano me faltan muchas cosas, simplemente he nacido en la Argentina. Necesito que me den muchas cosas que no me dan y que no creo me den en un futuro para sentirme ciudadano.
Cuando leo, veo o escucho hablar a nuestras autoridades, a nuestros "referentes" o, a cualquier funcionario funcional al sistema que impera, noto con absoluta sorpresa que siempre la culpa de todos nuestros males las tienen otros.
Voy al nudo de mis reflexiones respecto a un hecho bastante particular que se da en el mundo entero pero que aquí, por ser mi país, mi tierra y mi gente, me obliga a buscar respuestas. Tiene que ver con los medios de comunicación.
En este caso la culpa de todos nuestros males son los medios. Los malditos medios.
Ante mi reflexión constante frente a la posibilidad de que sean los medios los que fabrican la desaparición de personas, la trata y comercio de seres humanos y órganos, la mortalidad infantil apabullante que tiene nuestro país, la desnutrición, el desarrollo de enfermedades derivadas de la miseria más absoluta que se consideraban desaparecidas pero que tienen una morbi-mortalidad elevadísima, el narcotráfico y el narco lavado, la inseguridad sin límite y sin respuestas, la justicia lenta —cuando no, ausente—, la anomia de un estado carente de toda ética frente a la corrupción institucionalizada en todos los niveles de poder público y privado, empresas privadas que se enriquecen de la noche a la mañana gracias a sus adlateres oficiales, empresas públicas deficitarias con directores y gerentes enriquecidos, ONG y fundaciones que gozan de las prebendas de un estado complaciente y sin control, la payasada del Indek (cuyas consecuencias pagaremos todos y cada uno de nosotros), y la lista la podría continuar hasta llenar varias páginas.
Frente a esto, decía, no puedo menos que preguntar a quien corresponda si realmente creen que los 40 millones de habitantes que pisamos este suelo somos idiotas o no tenemos poder de raciocinio.
No voy a discutir acá el tema de la connivencia que ha habido en el pasado entre los medios, los políticos y otros especímenes para desarrollar políticas de estado que han sido desastrosas para el país y no han merecido jamás un tratamiento judicial, legal, periodístico o legislativo para dar cuenta de la verdadera dimensión de lo que se ha hecho en la Argentina.
¿Cuántas veces hemos escuchado algún ministro decir una cosa y luego otra, y más tarde otra, con absoluto desparpajo, con desidia y sin la más absoluta vergüenza?
¿Habrán entendido los que rigen los destinos de este engendro que desde que el mundo tiene Internet, el modo de informarse es absolutamente individual, único y cada uno puede acceder a lo que quiere, cuando quiere y como quiere y cada vez se hace más difícil que nos hagan comer vidrio?
De algo estoy absolutamente seguro, no puedo aceptar que hoy me digan que tal diario me miente mientras 6 7 8 Tiempo, o El Argentino me dicen la verdad.
¿Tengo que tragarme al "periodismo militante", a los filósofos e intelectuales de Carta Abierta, a los periodistas que durante años vivieron de la teta de grandes multimedios y por cuestiones meramente personales y de "bolsillo" terminaron siendo idiotas útiles del modelo?
Ruego de corazón por el alma de mi pueblo. Que el 23 de octubre no nos encuentre adormecidos. Despertemos de una vez por todas ante tanta lacra.
Me permito recordarme cada día una frase que revolotea mi atribulado cerebro desde hace mucho tiempo y que por supuesto no me pertenece: "Si pensamos que el mundo está como está por los malos, estamos equivocados. Somos muchos los buenos que miramos impávidos sin hacer nada".
¿Quién será el responsable, entonces, de tanta barbarie?
Saúl Cymbalista
socymba@gmail.com