A más de dos semanas de que el Gobierno impusiera restricciones al mercado cambiario para tratar de frenar la fuga de capitales, la situación sigue siendo confusa para la mayor parte del público, ya que el sistema sigue sin contemplar infinidad de situaciones.
Los casos son de los más diversos, y van desde quienes tienen ahorros de años en pesos y prefieren preservarlos de un medio que juzgan hostil por inflación, precios volátiles y escasas posibilidades de inversión, más allá del consumismo puro.
Tampoco son contempladas, en primera instancia, las indemnizaciones, las ventas de bienes e inmuebles, y las simples donaciones de un familiar o amigo para determinado fin, que puede ser la concreción de un viaje al exterior.
El primer impacto se recibe en el banco en el que uno quiere comprar dólares, pero el sistema lo rechaza.
Con un poco de desconcierto, el empleado bancario envía a la AFIP a la persona que intenta realizar la operación.
En una sede del organismo fiscal, en este caso situada en uno de los distritos más populosos del Gran Buenos Aires, ante la consulta de qué documentación llevar para justificar el origen del dinero en cada caso particular se recibe un papel con una letra, que denomina los trámites para adquisición de moneda extranjera, y un número.
La mayoría del público acude para el mismo trámite, lo cual produce que se demore entre una hora y media y dos la atención.
Los casos son diversos: una docente de escuela pública que ahorró durante varios meses para comprar euros y hacer un viaje al Viejo Continente; otro hombre con aspecto de comerciante que vendió dos automóviles y también pretende viajar al exterior; una jubilada que con tanto movimiento en la tele producido por las medidas del gobierno decidió que era hora de pasar sus reservas a dólares; y los que sienten que sus pesos guardados están a punto de ser devorados por el gran ´carnosaurio´ inflacionario argentino.
Una vez en el mostrador adecuado, la empleada pide el comprobante de que la operación que se pretendía hacer fue rechazada.
Lo tiene que buscar e imprimir uno mismo desde una computadora particular, como si el organismo tributario no tuviera acceso a la red y a sus propias decisiones.
El paso siguiente, para aquellos que no tienen clave, es generarla en otro piso, con la cola consiguiente, paso nunca informado con el empleado que lo atendió a uno en primera instancia y que se limitó a expedir el número.
En medio de la maraña de trámites, con gente que pasa todo el día entre ventanillas, muchos desisten de comprar dólares y la lógica dirigista se impone, pero muchos persisten y dicen: "A mí no me van a ganar por cansancio".
Probar el monto exacto de una indemnización se convierte en tarea titánica, sobre todo si el empleador se maneja en forma confusa en cuanto a montos y convenios de trabajo, pero en el marco de lo correcto de acuerdo con la legislación laboral, que parece no tener esa exigencia.
También hay otros casos en que la empresa es similar a una tortuga que intenta trepar un árbol, como buscar el origen de cualquier donación familiar, los ahorros de años, asuntos que convierten a los individuos en infractores de normas que parecen creadas en un laboratorio muy resguardado de la realidad y la historia argentina.
Adrián Rodríguez
NA