La sorpresiva noticia que la presidenta, Cristina de Kirchner, padece un cáncer en la tiroides, desató una conmoción en los argentinos y fue reflejada hoy en la prensa local y en los principales medios de comunicación de Sudamérica y Europa.
Se trata de un carcinoma papilar tiroideo que se presenta con mayor frecuencia en mujeres que en hombres. Los oncólogos y endocrinólogos aseguran que es una enfermedad "curable" en más de 90% de los casos, y es uno de los cánceres menos agresivos.
El tumor detectado en la mandataria está circunscrito a su tiroides, sin "metástasis", es decir que no se ha extendido a otros órganos. La presidenta será operada el 4 de enero en el Hospital Austral. Deberá estar internada durante 72 hs y posteriormente tomarse 20 días de licencia para su recuperación. Durante su ausencia se hará cargo del gobierno, el vicepresidente Amado Boudou.
El vocero presidencial, Alfredo Scoccimarro, hizo el impactante anuncio. Llamó la atención la forma prolija y transparente, propia de una democracia consolidada y tan poco común en este gobierno —sin dramatismo ni exageraciones— en que se hizo la comunicación oficial sobre la enfermedad.
Toda la sociedad argentina se conmocionó profundamente por la dolencia de la presidenta pero al mismo tiempo se alarmó y surgieron suspicacias de diferente tipo.
La primera pregunta que surgió es la siguiente: ¿Es creíble un gobierno o persona que miente, falsea y engaña permanentemente?
Pareciera que es una pregunta de rigor, casi una obligación de un ciudadano que se precie, en un país en que el gobierno y también su presidenta, que a lo largo de más de ocho años, vivieron manipulando, falseando, engañando y mintiendo sistemáticamente. Por supuesto siempre cuando les convenía a sus intereses u objetivos.
No es necesario enumerar, ya que debe estar muy fresco en la memoria de la mayoría de los argentinos, las innumerables veces, a lo largo de casi una década en que se ocultó información pública, se manejaron discrecionalmente los parámetros socio económicos, se manipuló la opinión pública para justificar la trasgresiones a las leyes y a la Constitución para ocultar crímenes y groseros actos de corrupción.
Además utilizaron triquiñuelas, trampas, ardides, artimañas y tretas de todo tipo y naturaleza, algunas verdaderamente insólitas para el logro de sus fines. Recordemos por ejemplo, las candidaturas testimoniales.
Precisamente por esos motivos estamos peleando por los últimos puestos en transparencia y corrupción gubernamental, en el ranking de las naciones del mundo.
¿No es lógico y lícito con estos antecedentes, pensar se estará preparando otra opereta teatral en la cual Cristina en el papel de “Morticia” desempeña el acto central, en su papel de sufriente y dolida viuda, vestida con ropaje de riguroso color negro, aquejada por una cruel dolencia producto de sus desvelos e intenso trabajo en pos de una Argentina mejor?
Simplemente es volver a representar con una nueva versión, el personaje que tanto rédito, y votos obviamente, le trajo apelar emocionalmente a la ciudadanía, por la tragedia ocurrida con el fallecimiento de su esposo en octubre del año pasado.
En realidad esta nueva telenovela melodramática ya empezó hace unos días cuando militantes de distintas agrupaciones kirchneristas comenzaron una vigilia frente al Hospital Austral en apoyo a la presidenta. La semana pasada La Cámpora, esta simpática agrupación de colocaciones laborales, del distrito bonaerense de Vicente López, organizó una campaña dirigida a la toda la población para donar sangre para la operación de Cristina.
Pero simultáneamente toda esta representación tiene también otra finalidad: distraer o minimizar la atención de los argentinos a los diversos conflictos que están estallando en varios sectores del quehacer nacional y ocultar el feroz ajuste económico previsto para el comienzo de este año.
Un viejo y conocido dicho de nuestro refranero popular dice “Piensa mal y acertarás”.
Espero estar equivocado. Si esa fuera la situación pido desde ya mil disculpas, soy un católico practicante, por pensamientos tan turbios y retorcidos.
Pero a ese estado me llevó este gobierno tan perverso, maligno, turbio y retorcido.
Alfredo Raúl Weinstabl