Según Karl Marx, el capitalismo llevaba ínsito el germen de su propia contradicción, lo que lo llevaría a su propia destrucción.
No solo estaba parcialmente equivocado, dado que el resultado al que arribaba y que veía inminente en el siglo XIX fue los lugares en donde analizó la cuestión (Alemania e Inglaterra, pioneros industriales globales), sino indirectamente el fracaso del denominado “socialismo real” o comunismo.
En el comunismo también anidaba el germen de su propia contradicción, dado que el régimen que pretendía “liberar” al obrero —colocándolo en el sitial de dictador de clase— lo único que conseguía era anularlo como fuente creadora, como productor, como imaginador, creador, etc. El obrero comunista vivía, aún, más alienado que el capitalista, más nulificado que este.
Así, podría sintetizarse que cada régimen o ideario político entraña su propia contradicción. Así nace el sindicalismo argentino, por ejemplo, a la par del denominado “roquismo” sistema que perduró durante más de 40 años y que concentraba un ideario y una estructura de hombres políticos que, aún antes es lapso, pensaron en como transformar 14 aldeas del confín del mundo, en uno de los países que, en las primeras décadas del siglo XIX se colocaba dentro del concierto de las naciones, había sextuplicado su población, y había conciliado la atención de los grandes agentes políticos y económicos de la época.
En la actualidad, se realizan análisis de los distintos hechos políticos y económicos que el actual régimen kirchnerista intenta para, luego de ocho años, salvarse y evitar ser una nueva frustración. Pero, muchos de esos análisis, aun los técnicos, son observaciones, recortes de la parcialidad del momento, a lo sumo de los meses anteriores e inmediatos a devenir. Falta, entonces, una interpretación un poco más abarcativa de las razones profundas del proceso político-económico argentino, y tomando períodos un poco más largos, para arribar a conclusiones (y pronósticos) un poco más seguros.
No se sostiene
El actual proceso político anida en su propia contradicción y ha agotado todos los esfuerzos —mayormente privados, dado la inexistencia económica del estado, en términos de productividad— sin producir ninguna novedad que no se haya visto ya.
El denominado “modelo” ha consumido la capacidad productiva ociosa. La inversión genuina y privada es la más baja de la historia nacional.
La producción privada sale a buscar mano de obra de todo tipo, que no consigue: la calificada. O no hay, o no se la debe capacitar por ineficiencia del sistema educativo que promueve titulación de personas que no conocen los sistemas productivos del siglo XXI, y se han formado en el enciclopedismo de mediados del siglo XX.
La mano de obra simple, que no se consigue, se debe buscar en los países limítrofes, viviéndose hoy el fenómeno de un retorno de los inmigrantes locales de provincia (ingresados en los años 40, hasta 70) por inmigrantes extranjeros. El que lo duce, vaya a cualquier obra en construcción, obra de zanjeo, obra en zona rural, trabajo rural en general, y véalo. Ni encargados de edificios argentinos quedan, tarea que se viene ocupando mayormente por inmigrantes del Perú.
Desde lo económico - social, simplemente se ha devastado el sistema de precios relativos, se ha creando una economía paralela solventada con impuestos a las pocas actividades realmente productivas —en vez de usar esos recursos para impulsar el desarrollo económico— se ha creando un intríngulis de subsidios al no-trabajo, de ingresos indirectos desaforados, como tren gratis, micros destartalados gratos, luz, gas a precios irrisorios, etc.
Desde lo cultural, los jóvenes locales no quieren realizar tareas no ya que impliquen esfuerzo físico, sino aún manuales, los colegios técnicos están vacíos, faltan soldadores, plomeros, expertos en refrigeración, torneros, etc. al punto que el mercado paga hasta el doble del sueldo a un técnico que a un docente de ese mismo técnico.
Se ha minado los valores tradicionales de la cultura, el respeto, la educación, el cuidado de lo público, el derecho del prójimo, la cortesía. Se ha acendrado el odio de clases, promoviéndolo a través de adláteres que vociferan el odio y la división de clases aún en los medios de difusión.
El modelo se encuentra agotado, también, desde lo cultural, dado que los mismos adherentes discuten la viabilidad de un discurso que no logra remover los problemas de atraso educativo, ni cultural. Tampoco resuelve los graves problemas de violencia social, ni los de criminalidad. En todos estos aspectos, el “modelo” es un rotundo fracaso.
Desde lo económico, tampoco puede logran conmover los grados de sub desarrollo, las estadísticas de crecimiento no logran derramar sobre el 30% duro de pobreza.
La denominada clase media ha dejado de ser propietaria y con capacidad de ahorro, para transformarse en una clase de transferencia de recursos hacia el sistema productivo, o sea, una clase que consume, pero con detenta bienes ni ahorra.
Tampoco se ha podido sostener un programa de desarrollo de la vivienda, aún más, se ha reducido a menos de 1/3 parte de la relación necesidad de vivienda x habitante, ello, respecto a las décadas del peronismo real (años 40 y 50) y aún hasta los años 70, en donde el promedio de vivienda popular construido, si bien era insuficiente, rondaba la relación de 1 vivienda cada 75 habitantes, y en la actualidad —aún con Fonavi y otros planes sociales— ronda el de 1 vivienda cada 102 habitantes.
En consecuencia, bajo el disfraz de la tolerancia, se ha permitido, y aún promovido indirectamente, la toma de tierras, poniendo de paso en discusión, gratis más que barato, el derecho de propiedad, otra patadita bolivariana por debajo de la mesa, a la alicaída cultura argentina. La toma de tierras, quizá sea el medio más inmoral de encarar el problema de la falta de vivienda, al mismo tiempo, que la desinversión en sistema de sanidad e higiene.
Desde lo productivo, se ha desintegrado la economía local con el mundo, privilegiándose, de manera ideológica y antojadiza, determinados acuerdos bilaterales —algo tan antiguo que hace 50 años nadie hace en el mundo— repudiando el sistema de crédito internacional, el más beneficioso de la historia, en donde todos los países, menos Argentina y Venezuela, se financian casi sin intereses, y se hunden los sistemas de financiamiento interno, a donde se ha derivado la deuda, castigando a la ancianidad actual y futura a un desamparo que vemos hoy, y que ha de transformar en inviable la seguridad social del futuro.
Hoy el 75% de los jubilados percibe menos de U$S300 una situación tan calamitosa como la de los malditos 90
A tal punto llega el nihilismo absurdo del kirchnerismo, que viene postergando el desarrollo del país con el discurso falso, mentido y relatado de “el diablo externo” discruso que de paso, le sirve para no ser auditado por el FMI, en cuanto a los índices mentidos del Indec.
Como ejemplo de lo falso de dicho discurso,
¿Porqué nosotros o Venezuela no podríamos conseguir lo mismo que el Sr. Mujica, ex tupamaro, a la postre?
Muy sencillo, se miente la inflación —y todos los otros índices del Indec— el país está “descalzado”, su moneda es impresa a tal velocidad que carece de todo valor, no es productivo, es impositivamente inviable, no se puede exportar o importar con libertad, el tipo de cambio fue puesto en un cepo virtual, tan virtual como el Indec y el discurso siempre mentido, no se pueden girar divisas al exterior, no existen insumos locales suficientes ni de la calidad exigible hoy en día.
Hoy, el único acceso real al crédito es a través del crédito usurario al consumo, a través de la venta de aparatos de dudosa calidad a precios duplicados o triplicados en relación a los costos y los precios en el exterior. La usura siempre fue la libido del ex mandatario cruceño.
En todos estos otros aspectos, el “modelo” también es un rotundo fracaso. Por todo esto la Argentina, hoy, es una economía inviable.
Qué se puede esperar
Dicha peregrina idea de una especie de “Argentina insular” al estilo del Brasil de los 70 y 80, es uno de los últimos delirios kirchneristas. Sería otra etapa del modelo.
Brasil: las razones y los hechos
¿Por qué es inviable ello? Por distintas razones. En lo primero que erran los pensadores del “socialismo del siglo XXI” locales es en el paradigma que nos toca vivir: Argentina no es Brasil, y no vivimos en 1970. En consecuencia, no habrá “milagro argentino”
La relación 4 x 1 de ambos países ya es cosa del pasado, hoy Brasil es la sexta economía mundial siete veces mayor a la local. Simplemente, nos pasaron por encima.
El paradigma brasileño de los años 70 y 80 consistía en sustituir importaciones, dado que las monedas fuertes de entonces eran muy fuertes, lo que arrastraba una sangría de divisas tremenda para el estado y las empresas privadas no se podían financiar (recordar que Cavallo estatizó en 1982 las deudas del sector probado, porque estallaban).
La realidad de hoy es todo lo contrario, salvo para la mente afiebrada de los kirchneristas —en especial para Néstor, mentor de la actual mandataria— que creen vivir aún en la época de la guerra fría: Hoy el dólar es una moneda devaluada, lo mismo que el euro, que aún caerá más, con lo cual es bueno tomar créditos en una moneda que hasta puede desaparecer. Cualquier puede comprar equipos de producción en decenas de países, cosa que hasta los años 70 no era así.
El mundo es multipolar, el rol argentino es insignificante en la economía mundial. Hoy importa crear puestos de trabajo de trabajo, no planes. De trabajo significa que creen riqueza, riqueza significa que sean productivos los bienes y servicios creados, no subidiatorios que se obtienen del esfuerzo de otro privado. En consecuencia, errada la visión, desastrosos los resultados actuales. En lo cultural, la Argentina, tampoco es Brasil.
En los años 80 se han vivido el sacrificio que los brasileños produjeron en las épocas de la dictadura (1964/1985). La dictadura militar brasileño tenía muy en claro sus objetivos, por eso, hoy es un líder mundial, no solo por lo económico, sino en lo militar, espacial, energético, cultural, etc.
Brasil en los 80, era una verdadera isla, en donde no se importaba ni un clavo, los productos eran de escasísimo valor agregado y pésima calidad —mismo proceso desarrolló desde antes Taiwán—. Los brasileños vivían y consumían, con productos de pésima calidad, percibiendo salarios bajísimos (en moneda local) todo lo contrario a la realidad argentina actual.
Años de sacrificio y ahorro que se tradujeron en capitalización de un polo industrial impresionante, con 20 ciudades de más de 1 millón de habitantes, con San Pablo, de 42 millones de habitantes y un PBI mayor que la Argentina, etc. etc.
Dicha “masificación tercermundista” o fordismo del tercer mundo, estaba apoyada y orientada hacia un mercado de, en aquel entonces, 120 millones de habitantes.
Se completaba con la instalación de maquiladoras y/o importadores en los países vecinos —primero en Bolivia, Perú, Ecuador— y luego en México, África portugués parlante, y luego el resto del mundo. Brasil logró tras nacionalizarse, y gracias a los Kirchner y la crisis local, se quedaron con buena parte de las empresas locales de carnes, cemento, acero, etc. etc.
Brasil se propuso un “capitalismo de Primera B”, cosa que ya se había pensado en los años ´50 de la mano de Getulio Vargas, Perón e Ibañez.
Dichos fenómenos son ya pasados e irrepetibles. No hay segundos trenes y/u oportunidades.
Brasil es un país nacionalista, militarista y expansionista. Ninguno de estos conceptos ha sido desafiado ni cuestionado a lo largo de toda su historia, salvo en el breve intervalo Fernando Collor de Melo, quien fue echado a patadas de la presidencia del país en apenas dos años, echado a patadas por los mismos industriales que nunca lo quisieron y se dieron cuenta que quería hacer las mismas macanas que acá veníamos haciendo siempre (Menem en especial), y no como acá que se aplaudía entretanto a los Martinez de Hoz, luego se aplaudían a Juan Vital Sourrouille, luego aplaudieron a Cavallo, luego aplaudieron a Machinea, luego, volvieron a aplaudir a Cavallo, y siguen las firmas.
Corolario
Ninguna de las condiciones del fenómeno brasileño ha de verse hoy en día, ni ha de repetirse por estas pampas gauchas.
En consecuencia, ese estima que el cierre definitivo de las fronteras economías no representa, en sí, un plan económico, sino la denominada y clásica “fuga hacia delante”, al mismo tiempo que representa balazos hacia los cocodrilos que los empresarios argentinos siempre tienen en los bolsillos, bolsillos a donde muy pocas veces acuden a meter la mano y sacar la plata con el fin de renovar equipos, ampliar líneas de producción, expandir esfuerzos de exportación, capacitar al personal, formar a los hijos para que no le fundan la empresa cuando la hereden, etc., etc., etc.
Como siempre, y como acto consecuente con la verdadera ideología K, se está ante una nueva conquista de “caja”, los ahorros de los empresarios privados, esta vez no para cobrarle más impuestos, sino, para obligarlos a sacar la plata y colocarla en proyectos de dudoso resultado, dado que nada indicaría que estemos ante un momento de expiación, sino, de vidrieras opacas y persianas bajas.
El capitalismo extorsivo de Guillermo Moreno no tendrá un final feliz. Se visualiza un 2012 más que recesivo. La recesión será inexorable, por más que el Indec vaya mintiendo durante el año.
Mientras se piensa en ello, habrá que distraerse con lo importante, haciendo la cola bajo el sol para sacar la tarjeta Sube, aún sabiendo que el boleto de colectivo subirá inexorablemente. Así somos los argentinos en definitiva.
José Terenzio