Luis Majul es un periodista que consiguió cierta estabilidad económica en la década del noventa y que rara vez realizó algún trabajo que deje legados.
Con Majul está todo bien, no me importa lo que diga —como a la mayoría de la gente—, pero hay algo en la lectura que hace de lo que él denomina cierto “nuevo periodismo de la era K” que me cruza y tiene que ver con su columna de diario La Nación de este jueves.
Él dice, por ejemplo, que “para estos ‘nuevos’ profesionales —que se encuentran en las redacciones de casi todos los medios, sean éstos oficiales, paraoficiales o también los reconocidos como críticos— hacer periodismo sólo sobre casos de corrupción es algo ‘frívolo’, una decisión editorial que busca ‘impacto’ o ‘sensacionalismo’ y que ya no tiene tanto efecto como el que tuvo durante el menemismo”.
Y tiene razón; hacer periodismo solo sobre casos de corrupción es pensar un momento, es mirar por la rendija de una puerta y salir corriendo a contarlo a los amigos de la esquina. Creo que somos bastantes los que pensamos que los problemas, sean de corrupción, de pobreza, de falta de educación o de inseguridad, tienen que ver con un sistema y con la cuestión global del asunto.
Las coimas, las bolsas con dinero perdidas en un ministerio o la venta de pasajes por parte de diputados, son hechos concretos y bien viene que la sociedad se entere de ellos… pero no explican nada. Que un diputado o un senador devuelva los pasajes que le dan o los regale diciendo a viva voz: “Yo se los regalo a los que me lo piden”, no explica que la política se encuentra en un momento de análisis viejo para su especie. “Los pasajes no son tuyos, vos no se los das a nadie, caradura”, gritan en un pueblito en Traslasierra. La plata que cobren no es el problema, sino la injusticia para con los que no la cobran y pelean por superar los 1.600 pesos de sueldo.
Hay una generación de nuevos periodistas que están buscando explicar, sin degradarse y a bajo costo, las injusticias del sistema de raíz, y asumen —asumimos— cierto compromiso social no solo con contar los chismes, sino con tratar de generar espacios colectivos que difundan esas injusticias propias de la institución.
Que un tipo solo en una esquina robe para vivir, para pasear, para pagarse prostitutas o para lo que sea, no explica que en la otra esquina duerman cuatro nenes con menos de diez años en un colchón tirado en el piso. Explica que las cosas están dadas para que existan en la sociedad esas cinco personas y que nadie se queje de eso.
El papel de los periodistas que piensan como Majul es mantener ese statu quo, cambiar algo para que nada cambie y como el periodismo puede cambiar poco y nada, entonces hacer el negocio para que nada cambie.
Seguramente ese grupo de nuevos profesionales de los que habla Majul tienen alguna afinidad con las redes sociales y están buscando herramientas a prueba y error con la certeza de que los intermediarios —dueños de las grandes empresas, y que poco tienen que ver con la razón por la cual uno se mando a estudiar periodismo— no sigan siendo la única opción de trabajar profesionalmente y de vivir de ello. Vivir apenas, pagar un alquiler, tomar una cerveza, comprarse un pantalón.
También dice Majul: “Ellos dicen, como sostuvo Víctor Hugo Morales en la presentación de El Dueño: ‘Corrupción hubo siempre’. Y punto. O argumentan, como uno de los periodistas de investigación más emblemáticos de los años 90, y que ahora se lo presenta como un ministro sin cartera de la presidenta Cristina Fernández: ‘Si piensan que hay casos de corrupción, vayan e investíguenlos. Yo prefiero investigar y denunciar a los poderes permanentes, como la Iglesia Católica”.
Y ahí se equivoca, porque mezcla todo. No es lo mismo Víctor Hugo Morales, Horacio Verbitsky o Hernán Brienza, —por nombrar uno más joven que “los periodistas jóvenes”— a los que se quiere referir en el comienzo de la nota.
Lo que Mayul llama “nuevo periodismo” no defiende causas, no se trata de ser soldados, no se trata de armar imposturas, ni de volver a casa y meter los pies en agua tibia. No señor, se trata justamente de lo contrario, de tratar de hacer un esfuerzo gigantesco por poder entender y decir que Víctor Hugo Morales y Horacio Verbitsky son parte del nuevo periodismo, es también una chicana que no tiene costos y que no explica nada.
Para el nuevo periodismo las investigaciones de Verbitsky nos dieron un método. La manera de presentar de Jorge Lanata nos dejaron como legado un sistema. Pero ninguno de ellos anda investigando lo que viene, no sabe ni quiere saber, ni les interesa tener nuevos amigos. No tienen necesidad de hacerlo y eso está bien, pertenecen a una generación que mira para atrás y el tiempo los corre.
A Luis también el tiempo lo corre. Ya no se trata de los tres o cinco puntitos de rating, ni tampoco del contrato anual, semestral o trimestral que consiga con el multimedio. Tampoco de la relación afín o crítica a un gobierno. Se trata solamente de buscar y buscar la manera de desnudar el sistema, de contarlo y de pelearnos por la calle para convencer a los otros de que la injusticia es un caso práctico en el que, dadas las cosas como están, siempre ganan los mismos.
Rubén Matos
Twitter: @rubenmatos