La política argentina cerró otro semana caliente, con enfrentamientos de escaso vuelo dirigencial que poco favor le hicieron a los ciudadanos, aunque detrás del eco de tantos gritos comienza a escucharse el murmullo de lo que vendrá, con definiciones trascendentes para el futuro del país.
Cristina Kirchner, protagonista central de la etapa política que atraviesa la Argentina, ofreció un abanico de ideas en el discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso, pero se guardó definiciones políticas y económicas de alto impacto que el Gobierno irá desplegando en el transcurso del año.
Prefirió, en cambio, trenzarse en una discusión pública con el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, quien la había colocado en una encerrona al suspender unilateralmente el traspaso de los subterráneos de la órbita de la Nación a la Ciudad. Por cierto, los usuarios sufrieron las consecuencias de semejante desaguisado.
En ese contexto, la jefa de Estado dijo menos de lo que se esperaba, aunque algunos párrafos de su discurso dieron para la polémica, como la que se disparó con los gremios docentes, que todavía no entienden el tono de las críticas a las que fueron sometidos cuando han sido, en los últimos años, un apoyo importante para el kirchnerismo.
"Lo de Macri seguramente obligó a repensar la estrategia. Un anuncio importante no se puede desperdiciar en medio de otros temas que dominan el momento", analizó ante este columnista un dirigente oficialista al que le "llamaron poderosamente la atención algunos huecos" en el discurso de la mandataria.
¿A qué se refería este dirigente? Sobre todo al "stand by" en el que pareció colocar la Presidenta al conflicto con la petrolera Repsol YPF, que algunos analistas atribuyeron a un llamado del rey español Juan Carlos a Cristina la noche previa de su visita al Congreso. Y a gestiones secretas del CEO Antonio Bruffau.
Pero lo cierto es que el Gobierno está cocinando a fuego lento un paquete de proyectos de ley para darle un nuevo marco jurídico tanto a la explotación petrolera como a la minera, sabiendo que cuenta con un Congreso de mayoría oficialista que le garantiza la aprobación de las iniciativas del Poder Ejecutivo.
La punta de lanza de esta estrategia fue el envío a la Cámara de Diputados del proyecto para modificar la carta orgánica del Banco Central, que le permitirá a la autoridad monetaria disponer de las reservas y —según advierten dirigentes de la oposición— le allanará el camino en cuanto a la emisión de billetes.
Ese proyecto, anunciado por la Presidenta ante la Asamblea Legislativa, ya se encuentra en la Cámara baja. Allí también tienen previsto el ingreso de otra iniciativa que introduciría cambios en el sistema de transporte público, orientado a mejorar los ferrocarriles cuando aún resuena la tragedia de Once.
Una de las principales espadas del kirchnerismo en el Congreso, el santafesino Agustín Rossi, estaría llamado a jugar un rol protagónico en esa reforma. A tal punto que algunos residentes de la Casa Rosada lo sumaron a la lista de posibles sucesores del convaleciente Juan Pablo Schiavi en la Secretaría de Transporte.
En rigor, Rossi viene perdiendo algún predicamento en las filas del oficialismo parlamentario desde el desembarco de Julián Domínguez en la presidencia de la Cámara de Diputados. El ex ministro de Agricultura goza de un trato privilegiado con la Presidenta y su figura se va agrandando en el Congreso.
Allí, las internas surcan al kirchnerismo y pueden afectar al más pintado. Amado Boudou las padeció en carne propia durante la Asamblea Legislativa, cuando desde algún palco lindante al recinto de la Cámara baja arrojaron panfletos que simulaban ser billetes de cien pesos y portaban el rostro del Vicepresidente.
La jugarreta alimentó las denuncias sobre los supuestos vínculos de Boudou con la imprenta Ciccone Calcográfica, que realizó trabajos para el Estado. Presionado por la situación, el titular del Senado debió exponerse por primera vez a hablar del tema: "Son todas mentiras que se irán descubriendo", advirtió.
Debajo de los nombres rutilantes, en el oficialismo se multiplican las rencillas personales. Una de ellas es la que mantienen los diputados Facundo Moyano y Andrés Larroque. No son figuras de primera línea, pero el encono que los distancia expresa una puja de poder que se está incubando en el peronismo.
Larroque lidera a la agrupación ultrakirchnerista La Cámpora, mientras que Facundo Moyano encarna a la Juventud Sindical imaginada y puesta en marcha para darle forma a al proyecto político personal del jefe de la CGT. Hugo Moyano no disimula ya su distanciamiento: "El Gobierno perdió el rumbo", declaró.
Así las cosas, la Presidenta estaría decidida a respaldarse cada vez más en la juventud camporista, a tal punto que comenzó a circular el comentario sobre un desembarco paulatino de Máximo Kirchner en Buenos Aires. En los momentos de crisis, como el que se vivió tras el accidente de Once, Máximo ha sido el principal sostén anímico de la jefa de Estado.
Habrá que ver si, en el devenir político, el peronismo se amansa ante la nueva montura o si seguirá corcoveando, dando rienda suelta a su costado indómito.
Mariano Spezzapria
NA