Cinismo, doble discurso, egos más grandes que una puerta y soberbios andantes. El periodismo es eso y también explotados que arriesgan su vida por el amor a la investigación más allá de alcahuetes y mercaderes del verso.
El helado 7 de junio del 2012, arranqué escuchando a Mario Wainfeld, columnista de Página 12, que lo entrevistaban por radio. Hablaba de bajar los decibeles, evitar los exabruptos entre los colegas y criticar, sea quien sea, a aquellos que intentan silenciar y censurar a un colega. El comentario lo realizó a propósito de la estúpida y fascista golpiza a un camarógrafo de 678, hecho repudiado por el grueso de los medios masivos. Lamentablemente, parte del periodismo no tuvo la misma actitud cuando Gonzalito de CQC fue golpeado en una gran investigación sobre el intendente de Pinamar a propósito de la adjudicación de viviendas. Mucho menos cuando quien firma esta nota fue censurado y levantado del aire en marzo del 2010 en Radio Cooperativa. El dueño de la emisora que no tuvo problemas en contratar a barras de Gimnasia para voltear la antena de una frecuencia cercana (AM 770) declaró ante FOPEA que así fue pues “ese periodista agravió a su emisora y a otros programas”. ¿No se trataba de dinero? En fin…
El día del periodista se celebra en medio de una guerra sin fin entre el gobierno nacional y los grandes medios, llamados monopolios mediáticos para unos; prensa independiente, para otros. Ambos disputan por la preciada credibilidad, desde hace años, en el fangoso terreno de lo simbólico, intentando influir en la opinión pública. El votante como el lector necesita confiar en alguien. Los principales comunicadores creen haberse convertido en voceros de la opinión mayoritaria de la población: Las malditas audiencias. Por ello, enuncian bellas y justas teorías sociales que no se condicen con sus miserables prácticas cotidianas. El gobierno actual fue muy inteligente en explotar el descontento de cientos de colegas periodistas exhaustos de convivir con un sistema de información que excluye múltiples voces y reproduce sin fin a unos pocos “iluminados”. Hace poco, un gran periodista de un triste diario que recibe el grueso de la pauta oficial reflexionaba: “Lo de la pauta oficial, puede ser, tienen razón, está mal distribuida pero… ¿qué se la vas a dar? ¿A los millonarios de Clarín? ¿Para qué?”
Los periodistas no son igual que sus dueños ni que los medios en los que trabajan. Muchas veces tienen otros valores, más nobles y, en otras ocasiones, son peores o podrían llegar a serlo si tuviesen la oportunidad. Eso sí, siempre son más débiles. ¿Sabrán los colegas de Clarín que el mayor escándalo de corrupción del kirchnerismo, como fue la estafa de la construcción de viviendas en
Las generalidades son incompletas pero a grueso modo el periodista habla de la política como si fuese el único y más oscuro terreno de la sociedad. Sin embargo, somos capaces de vender a nuestras madres por una primicia, entregar a un amigo por conseguir una primera plana del diario de mañana y arrodillarnos ante un editor por unos miserables 500 pesos.
Pasamos muchas horas en redes sociales —antes lo hacíamos en bares— discutiendo y opinando sobre otros colegas. Nos quejamos del Presidente de
Empresarios explotadores en tiempos de la ley de medios plural y democrática
¿Denunciamos como deberíamos hacerlo cuando otros colegas sufren el maltrato, la censura y los aprietes? ¿Alguien se anima a escribir de las condiciones laborales de periodistas de los grandes medios? No pues queremos llegar a ellos. ¿Y en los pequeños? Un editor de una miserable revista, cuyo fin es levantar las acciones de tal o cual diputado y senador entre sus pares, tiró por la escalera a una periodista y la sacó a patadas de la redacción para que no ingresase la ambulancia a su empresa. Si lo hacía, hubiesen descubierto que el mercader de noticias no le pagaba los aportes ni obra social a sus trabajadores. En el sindicato de televisión la respuesta fue increíble: “Si le caemos, nos sacan a patadas, ¿para qué? Tiene alguna banca”.
¿Quién banca a estos empresarios de medios? ¿Qué se esconde detrás de estas revistas de poca monta? En general, los grandes empresarios de medios progresaron en este negocio pisando cabezas, aplastando medios opositores, negociando pauta publicitaria con empresarios y gobernantes y hasta extorsionando políticos de poca monta. Los medianos y pequeños empresarios del negocio de la información, admiran a los llamados monopolios y, aunque llenan sus bocas de hermosas palabras como democratización, pluralismo y multiplicidad de las voces, reproducen las injusticias en sus redacciones. Explotan a sus trabajadores con contratos basura, utilizan a entusiastas e ignotos periodistas que creen tocar el cielo con las manos cuando ven su nombre publicado con tinta negra y los inducen a competir entre ellos en una carrera a ninguna parte. El manual no escrito del periodista siglo XXI indica que nunca deberás comentar una buena nota e idea ante un colega. No hay códigos. Los sumarios de notas son sinónimo de robo a mano armada. Muchos de nosotros les contamos a nuestros lectores u oyentes que lo que importa es la verdad y que buscamos cambiar el mundo. Les contamos el cuento de Blancanieves y los siete enanitos. Nada más alejado de la realidad.
Por suerte, hay excepciones en este juego en que se perdieron todas las reglas, aquel día en que los periodistas comenzamos a ser cómplices de un sistema en que los negreros de tinta pasaron a mover los hilos del maldito negocio de la información. Es hora de patear el tablero. Transgredir y animarnos a jugar con honestidad intelectual más allá de la distancia o lejanía con un gobierno o un poder; más allá de izquierdas o de derechas.
Tal vez llegó el momento de participar de otra manera en este juego. Es tiempo de dejar de lado apariencias y de ser mejores colegas, periodistas y, fundamentalmente, mejores personas.
Luis Gasulla
Twitter: @luisgasulla