Es gracioso escuchar la polémica que se desató en estos días, acerca de un tema que, posiblemente, no este teñido en forma directa de política. Se trata del mediático romance entre Marcelo Tinelli y la ex mujer de otro productor televisivo, Sebastián Ortega.
Desde luego, no haré juicio de valor en torno a ello, si acaso lo traigo a colación es porque involucra a una figura que las encuestas, ubican en primer lugar, al medir el poder y la capacidad de formar opinión. Olvidemos por un instante el microclima donde nos retroalimentamos a diario, para comprender el alcance de lo que estamos hablando.
Frente a la mentada relación del animador, se escucharon diversas condenas y absoluciones. Lo singular es que, en apenas 24 o 48 horas, la palabra "código" se propagó como el viento de Agosto.
A ojo de buen cubero, podría ser un dato auspicioso que, la ciudadanía, aún valorice los códigos aunque únicamente, contemple esta suerte de reglas o normas, en relación a la amistad y a las conductas privativas de aquella.
Lo que no se explica, y hace que cualquier síntoma de salubridad caiga en saco roto, es que se hable de códigos o normativas en referencia a la vida íntima de los demás, pero nada de eso surja, a la hora de evaluar el escenario donde a todos (y todas) nos toca actuar.
A esta altura de los acontecimientos, en el teatro de la política, analizar comportamientos éticos, equivale a evaluar la calidad de vida en un cementerio. Pero tal circunstancia, no genera tampoco un ambiente propicio, para alterar este desorden de cosas. Todo se acepta con total parsimonia.
Una semana atrás, nos confirmaban que los presos gozan de "visitas culturales", léase: militancia oficialista, alistados a la causa kirchnerista. Las críticas se oyeron enseguida y si bien, las voces opositoras siguen a la orden del día, el gobierno no está dispuesto a modificar dicha práctica, más allá de los cuestionamientos por la utilización política de las penitenciarias.
Sí, así es como, a los políticos en general, les interesa lo que pensamos de sus medidas.
Anteriormente, la polémica se agotó en una interna difícil de explicar, a cualquiera que no esté familiarizado con la idiosincrasia nacional: Roca o Evita. ¿Para qué? Para estampar su rostro en un billete defectuoso.
Sí, esos son los temas que consumen tiempo y esfuerzo en Argentina. Horas más tarde, la Presidente alardeaba de ser cabeza de un gobierno "peroncho" (inútil explicar aquello en un informe medianamente serio), y festejaba haber hecho lo que correspondía: es decir, saldar una deuda contraída. Algo así como que usted, reúna a sus amistades, contactos laborales, etc., para contarles que mañana vence la factura de teléfono, e irá a pagarla pero con los fondos que usurpe a sus padres o abuelos...
Sí, esos son nuestros festejos.
Simultáneamente, el ministro de Economía, delante de las cámaras televisivas, sostenía con impunidad indiscutida, que no le preocupa la inflación, y aplaudía una restricción a la libertad individual como es la prohibición de hacer con los ahorros, aquello que se considere mejor. Cabe aclarar que la avanzada inflacionaria y la inseguridad, se hallan en la cima de las preocupaciones de la ciudadanía.
Sí, esos son las respuestas que los dirigentes dan la gente.
Si a esta aparición de Miguel Lorenzino, se suma la reciente declaración de Nilda Garré, titular de la cartera de Seguridad, aduciendo que "disminuyó el delito", y que "si persisten las entraderas es porque la gente tiene más plata en sus casas", cualquier intento por lograr una exégesis seria de la coyuntura argentina se convierte en tarea de Sísifo.
Sí, la culpa es nuestra por ahorrar dinero...
Mejor sería empujar una piedra cuesta arriba, por una ladera empinada, y antes de alcanzar la cima, dejarla rodar hacia abajo para comenzar, una y otra vez, la tarea cuyo fin es demostrar, lo vano y absurdo de nuestro trabajo. O quizás, se trate de un castigo de los que jamás se aplicaría a los miembros del Vatayón Militante, pues violaría sus derechos custodiados como el dólar, por un gobierno "derecho y humano", nacional y popular, autoproclamado.
En ese contexto encima, se da a conocer un estudio realizado por la Universidad Católica y la consultora Barómetro, dando cuenta que "los bajos niveles de confianza política que perduran en nuestra sociedad, parecen indicar la presencia de una democracia débil y falta de calidad para resolver los problemas que aquejan a la ciudadanía".
Sí, esos son los impactantes "descubrimientos" que se hacen en esta geografía.
Realmente, si hay conciencia del desinterés y la ineficiencia para resolver las demandas perentorias del pueblo, ¿cómo se explica que las mismas caras, estén girando en el escenario político, hace más de diez años, y todavía se escuche decir que hay probabilidad de que se mantengan otros 4 años? No se está situando el foco en el verdadero eje del problema.
¿De qué manera puede explicarse que, mientras la gente camina hacia el este, sus "representantes" lo hagan a la inversa, y encima se jacten públicamente de esta, llamémosle, "rebeldía"?
Mientras la insensatez se disemina a lo largo y ancho del país, aparece inexorablemente, una imagen que redime, o al menos cubre el vacío que dejara la esperanza, al vislumbrar tanta ignominia. Es un mecanismo de defensa humano, inventarse una tabla cuando, tras el naufragio, ya nos tapa el agua. Un modo de resistir frente a la nada...
Pocas sociedades se han valido de estas figuras "providenciales" como la argentina. Esta vez, no hay una cabeza única como en su momento fue el Obispo Piña o Alfredo De Angeli, sino que se trata de una "asociación ilícita". Un conglomerado de gobernadores de provincia aparecen así, asombrados de lo que ellos mismos propiciaron: un gobierno unitario, centralizado en una sola voz de mando.
Sin embargo, estos nos generan fe en una salida... Y ahí están, de reunión en reunión, haciéndose el arakiri, o tratando de deshacer el Frankestein que, con sus propias manos crearon.
Si acaso José Manuel De la Sota se vio a "escondidas" con Daniel Scioli, y este a su vez jugara una partida de ajedrez con el artífice de "Néstor 2003", y en algún instante, todos coincidieran en el despacho de Mauricio Macri, parece ser un acicate para la herida sangrante de un pueblo, privado de una salita de primeros auxilios donde le pongan una curita, a falta de merthiolate...
Convengamos que fomentar la ilusión, es una necesidad que vale la pena rescatarse. Pero no olvidemos por ello que, centrar la salvación en quiénes nos han condenado al "éxito" que padecemos, no suena muy creativo ni viable.
Tras lo expuesto, hoy el panorama nacional ofrece, coincidentemente, una sociedad ávida de salvavidas, y una clase dirigente que hace de la necedad y la recreación de una fantasía, un modo de resistir a las mareas y corrientes gélidas.
Lo cierto, en definitiva, es que ni una ni la otra, se hallan a salvo tras un naufragio que intenta mostrarse como un acto voluntario, un saltar consensuado del barco, apenas, para nadar un rato.
El océano puede ser más o menos calmo, pero la costa no se percibe, y no hay certeza ni garantía de un rescate en el corto o mediano plazo. En consecuencia, el "aquí y ahora" exige cuidar las energías, evitar la desesperación, y recordar el consejo de quienes han estado familiarizados con el mar durante algún tiempo:
"Cuando el nadador se ve atrapado por un remolino, no debe malgastar inútilmente fuerzas, tratando de escapar. Por el contrario, debe dejarse succionar hasta el vértice del embudo; una vez allí, la misma fuerza que lo ha absorbido, lo expulsará de nuevo a la superficie"
Eso sí, cuando se nos empuje hacia arriba, tratemos de nadar en lugar de seguir tragando agua y malgastando saliva.
Mientras, aceptemos que hoy, códigos, reglas y normas sólo se limitan a Tinelli y a Moria.
Gabriela Pousa
Economía para Todos