Mientras escribo este artículo, me estoy desplazando en el espacio sidéreo a una velocidad para mi fantástica, junto con el planeta sobre el que me hallo asentado, con el sol y la galaxia, formando parte de ese devenir accidental, de esta porción estructurada del macro universo además de estar rotando con mi escritorio, mi casa, mi ciudad.
No obstante para la humanidad en general, ocupada en sus diarios quehaceres, no hay tal conciencia de proceso cósmico o anti cósmico. Hay día, noche y un mundo estable, plasmado en la psique casi como una estampa, como algo seguro cual escenario donde se realizan las acciones cotidianas del quehacer biológico.
Esta imagen plasmada en la psique desde que se tienen las primeras impresiones, es lo más inconexo con la realidad extra psíquica.
El hecho de hallarse uno formando parte de las transformaciones, para nosotros lentas, del macro universo, pasa inadvertido en la vida cotidiana y se cree vivir en un mundo firme, asentado sobre la seguridad de que mañana también saldrá el sol.
A veces, cuando la Ciencia nos suele dar un toque de atención acerca de la realidad extra psíquica, como por ejemplo cuando nos habla de la rotación y traslación planetaria, o cuando es la vida misma la que nos la advierte en el momento en que asistimos a un velatorio de algún ser conocido, nos asalta la sensación de inseguridad y caemos en la cuenta de cuan efímero es todo. Más esto pronto se olvida y nos sumergimos nuevamente en el mundo psíquico a saber: las obligaciones, compromisos, anhelos, intereses que nos creamos, etc., que hacen que se continúen tomando las horas del día, los días del año y los años de nuestras vidas, como estampas que desfilan en un marco rígido como representamos al mundo que en realidad es puro cambio, devenir, transitoriedad, pero de duración tan larga para el ser humano, que éste queda engañado y cree ver todo igual desde que nace hasta que muere: la Luna siempre presentando sus fases, los ciclos estacionales sucederse continuamente, la atmósfera constantemente rodeándonos. Tanta regularidad hace pensar en una disposición exacta de las cosas y, el mundo humano se torna así matemático.
En el orden biológico ocurre lo mismo. El tiempo que transcurre entre nacimiento y muerte, entre enfermedad y enfermedad, deja vivir, y durante esos lapsos el individuo normal se siente seguro, no piensa en la muerte, ni le preocupa la enfermedad. Pero si proyectamos una película de la vida de un hombre aceleradamente, veríamos nacimiento, goce, sufrimiento y muerte.
Si el ser humano tuviera conciencia, por un instante, de todos los peligros que acechan a su estructura somática: accidentes (incluidas las enfermedades que son accidentes biológicos) y a su estructura psíquica (psicosis, contrariedades, dolor moral, e infinidad de desgracias, entonces ciertamente renegaría de estar vivo.
No obstante, la especie humana continúa adelante y es porque se aferra a las creencias y a las ilusiones que crea la mente para poder sobrevivir ante la conciencia del peligro, y muchas veces suele apoyarse de las fatuas pseudociencias creyendo ilusamente poseer una ayuda y lo único que logra es una pérdida de tiempo.
El azar suele golpear terrible e indiscriminadamente a todo ser viviente, dada la naturaleza dinámica y ciega de la esencia del universo que crea caminos perecederos de organización casual, pero el hombre sabe a veces “escapar” psíquicamente de las tribulaciones mediante la ilusión y la fantasía.
De ahí a las pseudociencias hay un solo paso, y a veces estos inventos fatuos suelen ser un paliativo ante ciertas circunstancias tenebrosas, pero otras veces todo puede tornarse contraproducente cuando la esperanza en actos milagrosos se transforma en un serio escollo por el “dejarse estar” o sólo rezar a deidades inventadas por la rica fantasía del hombre que nada pueden ofrecer ya que no existen, en lugar de actuar lo más pronto posible para evitar males mayores en situaciones penosas.
Entonces amigos lectores, traten de apartarse de todas las pseudociencias habidas y por haber, que no hacen más que perder —muchas veces— un tiempo precioso ante situaciones apremiantes, que requieren acción inmediata fundada en la lógica, el conocimiento y la cordura, lejos de todo “canto de sirenas”.
Ladislao Vadas