Mientras que el entorno se va imprimiendo en nuestras neuronas, la psique, que es el conjunto de ellas y ya con un contenido de improntas, va reaccionando de un modo particular, propiamente antropomórfico, para elaborar una interpretación sui géneros de los fenómenos exteriores a la mente.
Así es como aparecen las nociones como arriba, abajo, derecha, izquierda; cosas que dejan de existir una vez desaparecido el sujeto pensante que observa el mundo. Arriba y abajo carecerían igualmente de sentido si desapareciera la Tierra “bajo” los pies del sujeto y éste se hallara de pronto en el espacio sidéreo. Entonces el Sol y la Luna podrían hallarse tanto abajo como arriba al no haber referencia del piso y la gravedad terrestres.
Con respecto al concepto de la inmovilidad, el hombre común cree ver dos cosas: una es el movimiento, otra el reposo Las cosas pueden moverse o hallarse fijas, inmóviles en un lugar. Un avión puede estar detenido en el aeropuerto, o en movimiento en el aire. Mas en realidad nos preguntamos: ¿dónde puede existir un objeto en verdadero reposo absoluto?
Si sabemos que la Tierra que contiene los objetos, gira sobre si misma, y si a su vez se desplaza alrededor del Sol, y si al mismo tiempo acompaña al Sol en su movimiento de traslación y también acompaña al de la galaxia Vía Láctea en su huida de otras galaxias… además de otros movimientos también superpuestos, ¿cuándo y dónde puede haber algo en reposo absoluto en este mundo?
Ya he explicado en mis libros, tanto la relatividad de los movimientos, como la imposibilidad del reposo absoluto, principalmente en mi obra La esencia del universo, capítulo III, 3, al cual remito.
Con referencia a la visión, para el terráqueo, sólo son visibles los objetos líquidos, sólidos y lumínicos del planeta, no así la mezcla de gases atmosféricos que nos rodean cual océano. El cielo parece ser azul, o celeste a veces, y el hombre habla corrientemente y muy convencido de “cielo azul”, “bóveda celeste”, o de “seres celestiales” según sus ocurrentes mitos, cuando bien se sabe hoy, que el espacio más allá de la atmósfera, es negro.
Los objetos son en sí incoloros; sin embargo, los vemos con colores según la onda de luz que reflejen. La psique elabora con esa longitud particular de onda en que se desplaza el fotón que incide en la retina, un determinado color o matiz. En consecuencia es difícil convencer a una persona común que la sangre es incolora dentro de nuestro organismo: pulmones, corazón, hígado, etc., y que el color rojo que presenta una vez bañada de luz blanca, es sólo un invento de nuestra psique.
Ni la leche es blanca, ni las estrellas son rojas, anaranjadas o amarillas como nuestro Sol y, por supuesto, la mezcla de ondas fotónicas que emite el Sol tampoco es blanca sino que así es como lo interpreta nuestro cerebro. El prisma nos desengaña al descomponer la luz blanca” y mostrarnos a su través, el espectro que va del violeta al rojo; pero al mismo tiempo y paradójicamente nos engaña, porque ninguno de los colores existen. También un color para una persona, puede ser invisible para otra, debido a alguna “anomalía”, como es el caso de los daltónicos.
El acto de ver con cierta gama de ondas electromagnéticas del espectro es un fenómeno físico Es el ojo con nuestro cerebro y cierto segmento de longitud de onda de los fotones, lo que elabora la visión y nos permite ver el mundo. Un ser de otro mundo podría no ver con “nuestra luz” y percibir en cambio el entorno mediante otro fenómeno.
El arco iris, en otro ejemplo, también es sólo una ilusión óptica, ya que mientras para un observador puede hallarse en un lugar, a cierta distancia, para otro se encuentra en otra parte más alejada y en otro sitio con referencia a los objetos como árboles, montañas o casas. Así para cada persona, hay un arco iris particular.
Por su parte la Luna parece desplazarse de Este a Oeste en el firmamento o aparente “bóveda celeste”, cuando esta ilusión es el efecto de la rotación terrestre y en realidad nuestro satélite natural va en sentido contrario, esto es de Oeste a Este, en su órbita.
El comportamiento solar y de todas las estrellas y planetas visibles también engañó, durante siglos, a los hombres, quienes se adhirieron a la creencia de la fijeza de la Tierra, reina del espacio, y del desplazamiento alrededor de ella de todos los astros. Los cometas no podían ser otra cosa que señales o advertencias de hechos aciagos.
En lo tiempos primitivos y en todas las culturas, las enfermedades eran atribuidas a espíritus maléficos instalados arteramente en los cuerpos de los pacientes. Al desconocerse la existencia de virus, hongos, bacterias, protozoarios, patógenos, degeneraciones celulares malignas y psicosis, la mente solucionó el enigma de la enfermedad mediante un “baño” de sobrenaturalismo a los fenómenos naturales patológicos. También otros males o la buenaventura, eran y son atribuidos a castigos o premios respectivamente por parte de las divinidades.
Los judíos, por ejemplo, según sus crónicas del pasado, siempre creyeron que todos los males que les sobrevenían, eran por causa de sus faltas ante su dios Yahvé, y Constantino I, creyó que sus éxitos militares eran debidos a su adhesión al dios de los cristianos.
La tendencia a relacionar hechos realmente inconexos, fue y es una verdadera constante en el ser humano, y de allí nacen las diversas mancias y adivinaciones que “inundan” el mundo por distintos medios de difusión: lectura, cinematografía, conferencias, etc. etc.
También el concepto de que todo objeto es idéntico a si mismo, según mi óptica, es falso. ¡¿Absurdo?! Veremos que no, porque si “todo fluye”, “si no puede uno bañarse dos veces en el mismo río” (según Heráclito), posición que comparto, entonces todo objeto de un instante, ya es otro objeto al instante siguiente. Podría ser idéntico a sí mismo en un instante dado, más aún esto es difícil de pensarlo porque mientras se piensa, el objeto cambia. Además, ¿qué es un instante? ¿Es algo fijo o un flujo sin solución de continuidad? Es más bien lo último.
Todos los simbolismos pertenecen también a la psiquización (valga el neologismo) del entorno. Los escudos, banderas, insignias y diversos objetos de la heráldica con figuras zoomorfas, antropomorfas, etc. constituyen frutos genuinos de la psiquización del entorno, donde juegan su papel águilas, leones, bueyes, dragones y otras criaturas reales o ficticias, como seres idealizados por su valor, fuerza y otras cualidades. Ora se ensalza la nobleza del caballo, ora la bravura y el poderío del “águila guerrera”, ora la fuerza y la valentía del león…
Finalmente, cabe acotar que la poesía, ese otro mundo, el de la alegoría y la metáfora en que se sumerge el poeta, es uno de los más altos exponentes de la psiquización del entorno por parte del ser humano, dentro de lo cual tampoco pueden faltar las miríadas de pseudociencias habidas y por haber que inundan el mundo.
Ladislao Vadas