Cristina Kirchner puso con bombos y platillos a Martín Sabbatella al frente de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA). El diputado kirchnerista será sin dudas el encargado de continuar con la política de hostigamiento del gobierno hacia los medios críticos, más allá de que su nombre le sirva a nuestra presidenta para intentar aparentar otra cosa.
No puede haber ni habrá cambio de rumbo alguno en la relación con los medios mientras Cristina Kirchner, como en este caso, mantenga el poder real sobre las decisiones. Seguiremos viendo, por tanto, extorsión con la pauta oficial, alianza con los grandes empresarios y testaferros, señalamiento desde la cadena nacional de enemigos públicos del Estado, aplicación desigual de la ley de medios y utilización de la Justicia como herramienta de intervención camuflada.
Sabbatella es consciente de lo que hace, no es un ingenuo ni un fanático. Él se cansó de protestar contra el sistema clientelar y corrupto que tuvo que enfrentar en Morón, y después terminó aliándose con la principal fuente de recursos y de apoyo político de esos aparatos. Su estrategia vendría a ser algo así como asociarse con el narcotraficante para desterrar del barrio a un vendedor de droga. O la bronca y el odio contra sus rivales del conurbano lo enceguecieron demasiado o jamás le importó realmente la justicia, sino la reputación que ella podía llegar a darle. Quiero creer que es lo primero.
El pase de Martín Sabbatella a las huestes del sistema fue pronosticado en el premonitorio cierre de María O'Donnel en su libro "El aparato", cuando cita a un Martín desilusionado y resignado que reconoce que "la honestidad no alcanza". Claro que esta frase podría estar encaminada a alentar una fuerte formación y preparación de la gente honesta para enfrentar políticamente a los corruptos, pero en el contexto en que lo dice y por su trayectoria posterior no es ese el sentido.
Desde el pase al kirchnerismo de Sabbatella, su baluarte político, el municipio de Morón, empezó a revivir denuncias y desavenencias que su población creyó relativamente superadas: aumentos llamativos del gasto público y de los impuestos, sobreprecios, uso político del aparato estatal, etc. Es decir, la clásica política prebendaria de Argentina que les permite a unos pocos adueñarse del poder y usarlo para sus propios intereses.
Ya a inicios de 2011 podían observarse los efectos negativos para Morón del “pacto con el sistema” perpetrado por Martín Sabbatella. Con la campaña para diputado nacional aproximándose, la lógica imperante fue la misma que en el resto del conurbano. “Sabbatella se hace el bueno con la política pero cada vez está más sucio”, señaló en aquel entonces el diputado provincial del FpV Sergio Villegas. Hacía referencia al inusitado aumento del presupuesto de Morón, no orientado precisamente a los intereses del pueblo: 90% en combustible, 142% en viáticos para funcionarios y 107% en publicidad, sin aumento alguno, por ejemplo, para el presupuesto participativo que tanto había ilusionado a los ciudadanos.
Hoy la realidad de Sabbatella es muy distinta a la que muchos imaginamos años atrás. Lejos de ser un “referente de la nueva política”, se encuentra políticamente diluido y absorbido por el aparato kirchnerista, custodiando a su manada para que no desaparezca en medio de la marea K y obligado a ser un fiel y obediente soldado del “modelo”. Seguramente no es tampoco el sueño que a él lo llevó en su momento a enfrentarse al sistema en el plano local.
Uno de los decretos que firmó recientemente Cristina le dio absoluto poder a Sabbatella, al establecer que sólo se necesitará su firma para las resoluciones que tome el organismo que preside. En un gobierno hermético y personalista como el actual, ello sólo puede ser fiel reflejo de la absoluta confianza que Cristina tiene sobre la respuesta incondicional y sumisa del dirigente de Morón. Como no podía ser de otra forma, otro decreto establece en la estructura del organismo una marcada presencia de funcionarios de su riñón.
En fin, seguramente Martín le seguirá siendo útil a Cristina por varios años. Después de todo, en un gobierno plagado de denuncias de corrupción y dirigentes con frondoso prontuario y dudosa trayectoria, una persona que en su momento fue reconocida por su honestidad no le viene nada mal. Pero, desde mi óptica, se lo ve cada vez más lejos de su declarado objetivo inicial, con el que supo entusiasmar a ciudadanos de a pie que ejemplar y valientemente se bancaron piedras y amedrentamientos de los barones del conurbano que siguen sosteniendo al kirchnerismo en Buenos Aires.
Concluyendo, la trayectoria de Martín Sabbatella debe enseñarnos a todos aquellos que queremos enfrentar al sistema político argentino actual, y no sólo a su gobierno, por lo menos dos cosas: Por un lado, que es preciso confiar en la gente, en la condición humana y en la combinación maravillosa de sentido común y honestidad. Por otra parte, que es importante mantener la humildad y no subestimar la capacidad del sistema para regenerarse a sí mismo y contaminar todo lo que toca.
Rafael Eduardo Micheletti
Especial para TDP