Las elecciones presidenciales venezolanas arrojaron un resultado menos parejo de lo que la oposición esperaba: 54% para Chávez y 45% para Capriles. Sin embargo, lejos de significar esto un fracaso, constituye nada menos que un verdadero éxito y un ejemplo a seguir para todos aquellos que aspiramos a que América Latina pueda superar el autoritarismo.
Para empezar, la oposición del país caribeño, una vez unificada a través de bien elaboradas y agotadoras elecciones internas, se entregó de lleno a una batalla voto por voto, pueblo por pueblo. Capriles recorrió el país a lo largo y a lo ancho, enfrentando milicias chavistas y bandas armadas que dejaron un saldo de tres muertos y un herido. Incluso, en una ocasión el aeropuerto donde iba a aterrizar fue bloqueado y tuvo que desviarse y llegar a la localidad en balsa.
Más allá del resultado insuficiente para acceder al gobierno, la oposición demostró que se puede torcer el camino de la hegemonía chavista a base de esfuerzo y por medios pacíficos. Desde que dio inicio a su larga campaña, Capriles no paró de crecer. Tanto es así que Chávez intentó amedrentar a la población pronosticando una “guerra civil” si la oposición resultaba triunfante.
A lo anterior deben sumarse las restricciones y las ventajas oficialistas que ya son costumbre: acceso dispar a los medios de comunicación, violación de la veda electoral, misiones sociales estatales que educan con doctrina chavista, clientelismo masivo, amenazas a empleados públicos, uso de recursos públicos para actividades partidarias, etc.
A pesar de todo, la oposición de Venezuela se mantuvo firme por el camino de la paz, rechazando todo tipo de violencia física y verbal. Demostró un grado de madurez y mesura muy superior al de su contrincante. Encontró el camino que le permitió dejar de mirar a Chávez y empezar a mirar directo a los ojos a los venezolanos, a los que sufrieron injusticias con el chavismo, a los descontentos, pero también a los que se beneficiaron con el dirigente bolivariano y empiezan a notar estancamiento y problemas sociales irresueltos.
En la elección presidencial de 2006 la diferencia fue del 26%. Esta vez fue del 10%. En términos comparativos, la oposición no sólo presentó batalla, sino que dio un gran salto en materia de competitividad política, a pesar de las condiciones tan dispares y adversas. Por tanto, el resultado de los disidentes venezolanos es en realidad un verdadero éxito, que le pone límites claros y obliga a Chávez a un replanteo.
Unos años atrás, con una oposición fragmentada, desorganizada y poco creíble, Venezuela no podía imaginarse sin Chávez en el poder. Hoy en día se puede decir que hay una oposición lista para entrar en acción, renovada, competitiva. Cada error o desgaste de Chávez implicará ahora para él un alejamiento real de la posibilidad de mantener el poder.
En definitiva, Venezuela tendrá seis años más de chavismo, pero ya nada será igual en el país sudamericano. La oposición dio un testimonio fabuloso de integridad, paciencia y convicción. Queda claro que destronar al populismo no es cosa sencilla, pero también que “hay un camino”, como lo expresó Capriles a través de su slogan de campaña. Es el camino del verdadero éxito: el de elegir el sacrificio de lo correcto a pesar de las amenazas y adversidades del entorno.
Rafael Micheletti
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