No son pocos quienes creen que sigue pendiente en Argentina la consolidación de una fuerza de centroizquierda por fuera de las estructuras del justicialismo. El Partido Socialista lo ha intentado una y otra vez: la Alianza, el ARI, la Coalición Cívica, el Acuerdo Cívico y Social, siempre en compañía del radicalismo o con desprendimientos de él. Sin embargo todos fracasaron.
El Frente Amplio Progresista es desde el año pasado la apuesta más grande de cinco partidos políticos que aspiran a arraigarse en la sociedad como una alternativa centroizquierdista del kirchnerismo y de las fuerzas que ubican a su derecha.
Pero el proyecto todavía está verde. Por momentos parece “un conjunto de librepensadores o una confederación de frágiles lazos unitivos”, al decir de Mario Wainfeld.
Unidad e institucionalización son los máximos desafíos del FAP: lograr un comportamiento homogéneo en el Congreso, definir una estructura programática, mantener la gestión en Santa Fe, federalizarse, arraigarse en la sociedad y conquistar un piso electoral relativamente estable. Son todas cuestiones fundamentales si quiere ser un competidor viable en la carrera por el Ejecutivo y asegurarse un clima de gobernabilidad.
En este escenario el FAP aspira a cerrar gran parte de sus diferencias internas en el congreso nacional del 24 de noviembre. Allí se definirá el programa, y de ahí se abrirá paso a otro gran debate interno: la política de alianzas con vistas a las elecciones legislativas del año próximo.
La puesta 2011
Suele ser necesario que los tiempos electorales concreten -de manera tardía- proyectos políticos comunes. El Frente Amplio Progresista nació al calor de las urnas: Hermes Binner finalizaba su mandato en Santa Fe con una imagen positiva, cuando el alfonsinismo, el Gen y hasta Proyecto Sur esperaban que se definiera de cara a las presidenciales. Ricardo Alfonsín era el punto de discordia. Con pragmatismo y baja coherencia ideológica, el radical guiñaba por derecha a Francisco De Narváez mientras lanzaba el ultimátum para el referente socialista. Pero la idea de un gran frente atrapatodo era imposible, y el resto le advertía a Binner que un acuerdo con el “Colorado” estaba fuera de discusión.
Finalmente la apuesta de Alfonsín por el denarvaísmo permitió la convergencia del Partido Socialista, el Gen, la Unidad Popular, el Frente Cívico Córdoba (Partido Nuevo) y Libres del Sur para impulsar la candidatura del santafesino. Inclusive se habían sumado un puñado de radicales disidentes como la exdiputada Sandra Rioboó, y Sebastián Cinquerrui como anticipo de la migración que comenzaría a padecer la Coalición Cívica. La disputa por el espacio en las listas y la falta de acuerdos programáticos impidieron a la postre concretar un acuerdo con el partido de “Pino” Solanas.
En rigor, no es ninguna novedad que estas cinco fuerzas de centroizquierda concreten una estrategia política en común. Como antecedente habían coincidido en 2010 en mantener cierta postura crítica con el Grupo A, más allá de que mantuvieron acciones comunes. En un contexto de bloqueo legislativo, donde ni la oposición ni el oficialismo lograban controlar el Parlamento, surgía desde este espacio la intención de balancear la relación de fuerzas. Pero en la práctica no lograron condicionar a nadie.
Con sorpresa el FAP debutó con la medalla de plata. Y de hecho, es la única de las alianzas electorales que todavía conserva su armado electoral: la Udeso fue un fracaso y no duró más allá del escrutinio; a Patricia Bullrich la aislaron los cívicos; y el kirchnerismo rompió con el moyanismo.
Unidos y Organizados
La máxima cristinista también vale como desafío para el Frente Amplio Progresista. Alentados por la performance electoral y el espanto que les produce el oficialismo y “la oposición de derecha”, sus dirigentes apuestan a consolidarse como alternativa de Gobierno. Con mucho entusiasmo ya llevan realizados numerosos foros de debate en todo el país, y como el resto le pusieron leña a diversos órganos de reflexión política como el Centro de Estudios Municipales y Provinciales o el Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana, que elabora un Índice Barrial de Precios para el conurbano bonaerense.
Pero el interbloque tropieza recurrentemente ya que sus legisladores no tienen un comportamiento homogéneo en el Congreso. En verdad, suelen mostrarse unidos en los proyectos que presentan, pero a la hora de bajar al recinto el kirchnerismo los pone en aprietos. No votaron de la misma forma las iniciativas más importantes del Ejecutivo como la Ley de Papel Prensa, la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central o la transferencia del subte a la Ciudad de Buenos Aires. La mayoría de los socialistas se abstuvieron en las dos últimas propuestas; mientras que en Unidad Popular lo hizo en todos los casos. El Gen no cree en esta opción, y junto a Victoria Donda votaron contra todas las iniciativas. La única vez que las cinco fuerzas acompañaron al oficialismo fue para expropiar el 51% de las acciones de YPF, aunque la nota la dio la senadora Norma Morandini que prefirió abstenerse.
Sin embargo la que más revuelo levantó fue la expropiación de la Compañía de Valores Sudamericana. Atrapados en el debate por la soberanía monetaria o el supuesto encubrimiento del vicepresidente Amado Boudou en la causa Ciccone, los legisladores del FAP ofrecieron fuertes contradicciones. Junto a los senadores Jaime Linares y Rubén Giustiniani, Morandini contrarió nada menos que a su colega y compañero de bancada Luis Juez, que por haber impulsado una iniciativa idéntica acompañó al Gobierno. En Diputados la dispersión fue mayor. Pues a la continuidad en la votación de los bloques se sumó una tercera posición, la UP que volvió a abstenerse.
Estos comportamientos traen mucho ruido. En cierta medida, como admitió Juez, habla de cierta tolerancia del disenso interno; algo que tanto le reclaman al kirchnerismo. Empero, la falta de unidad es una de las principales amenazas del Frente Amplio Progresista, pues despierta más inquietudes que certezas cuando uno se pregunta sobre el desempeño que tendrían los partidos a la hora de gobernar.
Y es probable que las diferencias en el Congreso sigan en la medida en que haya cinco bloques separados. Desde su fundación, los legisladores dijeron que la idea de un interbloque era respetar las identidades políticas. La unificación parlamentaria es en cambio la organización que escogieron las diversas facciones que integran el Frente Peronista o las fuerzas no justicialistas que se agrupan en el Frente para la Victoria. Sea como fuere, definir un mecanismo para la resolución de conflictos y lograr que todos los miembros tengan una conducción unificada son tareas pendientes.
Coherencia programática
Junto al carácter oportunista y electoralista que impregnó el nacimiento del FAP hay una estructura que incluye ideas, propuestas, y actitudes en torno a ejes temáticos que ellos definen “progresistas”. Para Margarita Stolbizer “el Gobierno ocupó ese lugar únicamente en base a un relato de sí mismo que construyó muy eficazmente, manipulando y usando a su favor algunos conceptos del progresismo”. “Yo no quiero reconocerles ningún matiz en ese sentido al Gobierno, como si quieren hacer otras fuerzas de centroizquierda. Por eso creo que nosotros, desde el FAP, tenemos que ocupar un espacio político progresista que en la Argentina de hoy está vacío”, piensa la líder del Gen.
Pero el fuerte clima de polarización que caracteriza a la política argentina hace difícil mantener la coherencia programática y representar las identidades partidarias. Si para los partidos tradicionales es todo un desafío, para una coalición tan amplia y nueva como el FAP es todo un calvario.
Con el voto juvenil el Gobierno los ha puesto en una encrucijada: apoyan pero desconfían de sus verdaderas intenciones. Hasta Stolbizer llegó a considerar que se trata de una “bola de humo” para tapar otros problemas. Y si así fuera, la estrategia K es efectiva. Por ejemplo, el interbloque se lanzó a recolectar firmas contra la reforma de la Constitución, de la cual no se conoce proyecto y hasta fue desestimada por la propia Cristina Fernández. El mismo día de la campaña, la senadora Morandini prefirió estar más cerca de los reclamos de la gente y acompañó en el Congreso a una familia cordobesa a seis meses de la desaparición de Facundo Rivera. En la Unidad Popular reconocen incompatibilidades en esta agenda, en todo caso piden discutir la Carta Magna y no sacralizarla.
Ahora bien, si desde el kirchnerismo pueden acusarlos de “hacerle el juego a las corporaciones”, repasar la trayectoria del grueso de los militantes del FAP permite hacer más claras sus ideologías y prever algunas conductas. Como dice José Natanson, “quizás la forma más adecuada de acercarse a la cuestión no sea analizar la plataforma de los partidos -los consejos de los asesores de imagen han hecho que incluso dirigentes como Francisco de Narváez incluyan fragmentos programáticos progresistas en sus discursos-, sino indagar los actores sociales detrás de cada candidato”. En efecto, muchos de estos dirigentes estuvieron lejos del neoliberalismo noventista, al que pertenecieron otras figuras de la oposición o de las filas K, inclusive. Y hacen gala de ello: “Nosotros no la creamos, nosotros no la privatizamos, nosotros no la vaciamos”, fue el lema del interbloque durante el debate por la recuperación de control estatal de YPF. Los dardos iban para el todo el arco político.
El FAP se apresta a definir el próximo 24 de noviembre una estructura programática, quizás su principal prioridad, porque constituirá el límite de las alianzas y el sustento del comportamiento legislativo. Es cierto que el Gen o el juecismo -como los radicales- suelen limitar sus cuestionamientos a los déficits institucionales del oficialismo. Pero con los aportes de Claudio Lozano y Victoria Donda -con sus pasos en Proyecto Sur, el primero de manera orgánica, la segunda coyuntural-, el interbloque ha revitalizado ámbitos de discusión como la prohibición de la minería a cielo abierto y la cuestión del medio ambiente y los recursos naturales.
Por el momento hay temas que cuentan con mayor unanimidad: la legalización del aborto; la despenalización del consumo de marihuana; la cuestión minera; y una reforma tributaria y financiera, por nombrar algunos.
Y en muchos de estos puntos no rompen de manera abrupta con el kirchnerismo. Así lo reconoce Gerardo Milman a Semanario Parlamentario en temas como la cuestión Malvinas, la Asignación Universal por Hijo, la política previsional o la Ley de Medios, aunque con sus bemoles. No hay una postura definida en cuanto a la relación Estado-mercado. Es más bien opaca y menos confrontativa.
La instancia Binner
Hermes Binner deberá preparar el terreno en 2013 si quiere volver a presentarse como candidato presidencial en 2015. Su regreso a la Cámara baja es inevitable si quiere fortalecer al FAP.
Es que a pesar de haber salido segundo el año pasado, Binner no es el líder de la oposición, como aseguró Elisa Carrió. No sólo porque salió muy por detrás de la ganadora, sino además porque quedó en el vacío: no gobierna ni legisla, se priva del protagonismo que puede cosechar en el recinto.
Y con sus moderaciones y ambigüedades discursivas, el socialista acentúa esta situación. Es poco claro al deslizar que “depende del radicalismo” la conformación de una futura alianza. Hasta se vio en la necesidad de aclarar su rechazo a Mauricio Macri. Algo similar sucedió con el aborto, cuando el interbloque es uno de los más firmes en esta cuestión.
Aún así es la máxima figura del Frente Amplio Progresista. Es el único que sorteó con éxito algunas experiencias electorales y el que tiene más experiencia en la gestión pública, aunque en el plano local. Por eso puede encolumnar detrás de sí a las filas del FAP. Pero Binner no es un líder personalista, y eso permite pensar la continuidad del proyecto más allá de él. De hecho -ya con sus 69 años-, deslizó el nombre de Antonio Bonfatti para 2015, a pesar de que ahora suene la fórmula Binner-Stolbizer.
Superar la instancia Binner y “ganar una elección no significa nada si no ganamos que la gente se involucre en una idea, que te acompañe con las transformaciones propuestas”, reconoce Alicia Ciciliani. A diferencia de otras fuerzas opositoras, cuentan para este emprendimiento con bases sociales más movilizadas: la militancia de Barrios de Pie (Libres del Sur); o el apoyo de la CTA opositora de Víctor De Gennaro.
Radicales sí, radicales no
Alentados por la performance 2011, los partidos del FAP lograron superar su primera experiencia electoral y todo indica hasta el momento que se mantendrán unidos para las legislativas del año que viene. De ahí que concentren la atención de independientes, alfonsinistas y los reformistas del ARI.
El 24 de noviembre le pondrán término a una larga serie de guiños y portazos. Algo ya es seguro: el Frente Amplio Progresista no cree en la idea del candidato único opositor para enfrentar las listas K.
Precisamente hace falta un fuerte batallón para superar al desempeño electoral del aparato kirchnerista. Así es que se acentúa el debate por las alianzas y la federalización y territorialización de la fuerza, más aún si se tiene en cuenta que 2013 tendrá un claro sesgo provincial.
Que el Partido Socialista y la Unión Cívica Radical mantengan cierta afinidad es algo que demuestra la historia, aunque sólo a partir del surgimiento del peronismo. Sin ir más lejos, ambos integran el Frente Progresista que gobierna Santa Fe en los últimos años. Por eso los binneristas deben cuidar muy bien su relación con las boinas blancas, si es que no quieren poner en riesgo la gobernabilidad de la Provincia, que es su mejor carta de presentación. Lo mismo puede valer para la Coalición Cívica y el Partido Demócrata Progresista, aunque ya son irrelevantes a nivel nacional. Como si fuera poco, el diputado Carlos Favario acusó al radicalismo de ningunear a la democracia progresista en el armado santafesino.
Si es posible pensar una lista integrada por Hermes Binner y Mario Barletta en Santa Fe, es más difícil -sino improbable- un acuerdo en Córdoba. Es que las relaciones de Luis Juez con la UCR local son muy malas y es impensable una alianza que lo integre con Oscar Aguad o Ramón Mestre.
Entre ambas situaciones extremas se ubica la provincia de Buenos Aires, “la madre de todas las batallas”. Son pocas las posibilidades de que el radicalismo vuelva alinearse con el denarvaísmo, y en esta soledad ven con buenos ojos la reedición del Acuerdo Cívico Social de 2009. “Nunca he desistido de la posibilidad de alcanzar un acuerdo con el socialismo, desde el ‘83 venimos intentándolo y no lo pudimos concretar; pero seguimos trabajando para que se pueda hacer una alianza de esas características”, reconoció Alfonsín. En el FAP prefieren aceptar a cívicos y radicales “progresistas” pero sin la estructura de sus partidos.
¿Pueden prescindir de la UCR? Por ahora el FAP tiene representación en los distritos más grandes del país, donde la competencia es abierta. Pero no tiene peso en el norte o en la Patagonia donde el radicalismo es la primera minoría.
“Pino” y Estenssoro: Dos en disputa
También son aceitadas las relaciones del FAP con Proyecto Sur y la facción de la Coalición Cívica “antipersonalista” que no quiere depender de las fluctuaciones de Elisa Carrió. Aunque las conversaciones transiten con relativa tranquilidad, hay algunas declaraciones que dejan mucha tela para cortar.
En el marco de la decisión mayoritaria de la CC-ARI de romper con el aislacionismo político, la senadora María Eugenia Estenssoro se sumó en septiembre al interbloque pero sólo como parte de un acuerdo parlamentario. Al parecer la nueva adquisición tomó por sorpresa a Claudio Lozano, que se encargó de ponerle “peros” al beneplácito de sus colegas.
El titular de la UP opinó que la incorporación de la porteña contradice la “democratización” a la que aspira la centroizquierda por no haber sido consensuada; sobre todo “cuando está en discusión alguien que remite a una historia política concreta y un rumbo político no compartido”. Sin tapujos, Lozano vinculó al padre de Estenssoro con la privatización de YPF; para Fernando Solanas fue directamente el “hombre que desguazó” la petrolera: conocen el dicho, “la manzana no cae lejos del árbol”. La senadora lo desmiente.
Como fuera, los cruces tampoco se agotan allí. Ante una consulta de Página 12, la senadora justificó su alianza con Mario Llambías el año pasado por “una decisión de ampliar lo que era el ARI, hacia la izquierda y hacia la derecha, para que sea un partido más amplio, de mayorías”. “Así como el justicialismo es un partido que tiene su izquierda y su derecha, lo mismo el radicalismo, la idea es ampliarlo, pero siempre manteniendo lo que para nosotros es fundamental, que es un compromiso enorme con la transparencia y con la honestidad”. Esta idea parece encontrar resistencia en las filas del FAP.
También tienen en cuenta que Estenssoro militó con los embajadores del neoliberalismo, Domingo Cavallo y Ricardo López Murphy. Además María Eugenia fue miembro del directorio de Poder Ciudadano y de Transparency International, dos organizaciones que desde el CLACSO vinculan con las directivas del Banco Mundial.
Precisamente Estenssoro es muy amiga de Norma Morandini -juntas fundaron la revista Mujeres & Compañía-, otra que recibió durísimos cuestionamientos desde el arco “progresista” del Congreso. Un dirigente de este sector no ocultó a Semanario Parlamentario cierto rechazo a la figura de la cordobesa por los estrechos vínculos que supuestamente mantiene con el Grupo Clarín. Interpretan que su candidatura a vice fue un guiño al multimedio, y todavía recuerdan que votó en contra la ley que regula la obtención de ADN para encontrar a hijos de desaparecidos.
A todo esto Binner “no se explica por qué Pino no está en el FAP”. La diputada Alcira Argumedo no lo ocultó en su momento a este medio. En una entrevista concedida después de las PASO, la socióloga lo comparó con Fernando De la Rúa y señaló: “Caímos en una trampa muy especial cuando fracasa la alianza con el FAP que, la verdad, nos sentimos malamente sorprendidos (…) Las condiciones eran inaceptables”. Hasta habló de un “Pacto de Gobernabilidad” entre toda la oposición para no cuestionar las mismas causas que reivindica Proyecto Sur. Por eso, una alianza a nivel nacional con ellos dependerá de un sólido acuerdo programático.
Tiempo de pasar al frente
El Frente Amplio Progresista puede integrar la larga lista de proyectos que no pudieron sostenerse más allá de una o dos elecciones o bien consolidarse como alternativa de gobierno. El desafio es grande, y lo reconocen: “Hay una experiencia de mucha frustración en coaliciones políticas en Argentina. Es muy complejo, porque es mucho más fácil en todos los órdenes de la vida tomar decisiones en soledad. Pero nosotros creemos que así hay más riegos de equivocarse, se pierde creatividad y la posibilidad de incorporar otras miradas”, reflexionó Ciciliani ante Semanario Parlamentario.
“Tenemos centros de estudios, foros, y formaciones para no generar una nueva frustración en la Argentina. Estamos convencidos de que el fracaso del Frente Amplio Progresista va a ser no sólo el fracaso de un grupo de dirigentes, que no sería lo importante, sino la pérdida de una nueva esperanza y alternativa en Argentina”, afirma. El FAP crece, con entusiasmo y expectativas.
Pablo Riveros
Parlamentario
El FAP en el Congreso:
Unidad Popular (5): Claudio Lozano, Liliana Parada (Capital Federal), Víctor de Gennaro, Graciela Iturraspe (Buenos Aires), Antonio Riestra (Santa Fe).
GEN (6): Margarita Stolbizer, Omar Duclós, Gerardo Milman, Virginia Linares, Jaime Linares (Buenos Aires), Fabián Peralta (Santa Fe).
Partido Socialista (7): Rubén Giustiniani, Juan Carlos Zabalza, Alicia Ciciliani, Omar Barchetta, Élida Rasino (Santa Fe), Ricardo Cuccovillo (Buenos Aires), Roy Cortina (Capital Federal).
Frente Cívico Córdoba (7): Luis Juez, Norma Morandini, Gumersindo Alonso, Ernesto Martínez, Susana Mazzarella, Jorge Valinotto y Graciela Villata.
Libres del Sur (1): Victoria Donda.
Coalición Cívica (1): María Eugenia Estenssoro (sólo a fines parlamentarios).
Total: 27