Cuenta regresiva. Como sí el 7 de diciembre fuera el principio o el fin de la Argentina. A todo o nada. Y hasta en ese slogan maniqueo que agita el mismísimo gobierno, la mentira está encarnada.
Cualquiera sea la acción que encare el oficialismo para llevar a cabo su atropello, el país continuará inventando calendarios para sobrevivir al kirchnerismo. Y este hará lo propio para sobrevivir a si mismo. "El hombre es el lobo del hombre" decía Thomas Hobbes.
Cualquiera que escucha las alocuciones de la Presidente percibe la obsesión por el 7D como si algo se modificase sustancialmente ese día. Pero el verdadero interés radica en lograr un efecto distractivo e imponer el debate sobre los medios, en lugar de dar respuestas concretas a los que estos muestran. Buscan la inversión de la prueba. La ficción que representan.
Hay varias consideraciones preliminares que podrían hacerse para demostrar hasta que punto priman intereses meramente políticos. La justicia es un anatema en medio de esta contienda. "Los principios de la justicia se escogen tras un velo de ignorancia", y el gobierno está con la cara destapada.
La ciudadanía se defiende a si misma. Observemos: si bien la venta de periódicos continúa estancada por el avance de los medios digitales, un único diario incrementó en 20 mil ejemplares su venta: Clarín.
Este vuelve a la tendencia positiva al subir sus ventas con respecto al mismo mes del año pasado, logrando una venta neta paga de 274.514 ejemplares (promedio diario de lunes a domingo), a diferencia de Página 12 que recibe la más generosa pauta oficial, y apenas vende 16 mil copias.
Este último sin embargo, sigue costando plata al contribuyente argentino pues recibe anuncios estatales como si vendiese casi lo mismo que "el gran diario argentino". Desde su redacción se había hecho trascender que las ventas habían repuntado con fuerza, pero los números del IVC lo desmienten. Parece haber también un INDEC al servicio de la tinta y del papel.
Los desequilibrios también se extienden a otros medios para-oficiales como BAE, Tiempo Argentino, El Argentino y otros del grupo empresario liderado por Sergio Szpolski, que reciben pauta oficial millonaria pero tienen escasa llegada al público.
Lo cierto que así como ocurrió con el "Fútbol para todos" —perdió 550 millones de pesos en los dos últimos torneos—, millones de argentinos financian a medios privados puestos al servicio de la propaganda oficial.
El gobierno debería ver en esas cifras su error o su desventaja intrínseca. Y hablamos de error puesto que el incremento de ventas se dio, paradójicamente, desde que Kirchner comenzó una lucha encarnizada que ofició como efectiva propaganda. Clarín agradecido porque además no ha perdido ninguna batalla.
A esta altura de las circunstancias, el mentado 7D no es sino otro de los puntos de inflexión que, presuponiendo lo determinan todo, finaliza luego en otro insólito status quo. Gatopardismo del subdesarrollo. Diletantismo del sin sentido. Muerte de la razón pura e impura al mismo tiempo.
No es qué el gobierno vaya a menguar su guerra contra los medios, ni que cederá frente a Clarín o esté perderá prestigio, la fecha en cuestión marca apenas la reedición del relato.
En síntesis, se viene un reemplazo de adjetivos y nuevos significados para los ya conocidos vocablos. Cristina debe cambiar el eje del debate, Clarín es el tema menos intrincado que tiene entre manos. Más simple es acallar a la prensa que solucionar los problemas, así razona la dama y su séquito.
Según cómo logre llevar adelante su objetivo, Cristina Kirchner se armará de un renovado discurso —apropiado según su criterio—, para aparecer frente a la sociedad como la Presidente que gobierna soportando el poder destituyente de la prensa independiente, o por el contrario, como la jefe de Estado victoriosa que venció al enemigo imaginario.
Nunca como ahora, la mandataria necesitó aggionar su papel en el circo. Si se logra diezmar la independencia de criterios, la permanencia en el poder vislumbrará un escenario menos complejo. Si se frena el avance político, ésta sentirá necesidad de otro adversario para justificar las consecuencias de la inoperancia acumulada a lo largo de diez años.
Como sea, lo que sigue es historia conocida: ni la inseguridad, ni la inflación, ni la educación, ni la salud, ni las demandas perentorias del pueblo hallarán políticas concretas de largo plazo tendientes a desterrar el colapso que sufre cada una de ellas. En definitiva, se seguirá en estado de guerra.
A la Argentina se la ha convertido en un compendio de fechas abstractas y arbitrarias que sin decir nada, pretende definirlo todo. Cristina Kirchner espera el día como si se tratara de un duelo decisivo. De no ser así, no podrá resultar vencedora ni vencida, y uno de esos roles debe conquistar imperiosamente para renovarse y justificarse aunque más no sea a sí misma.
Hoy la Presidente es apenas una figura controvertida gastada, jaqueada por su propia impericia. Ha perdido imagen y adherentes. Muchos funcionarios comienzan a "bipolarizarse": la eterna cantinela del cambio de camiseta, o bien la acrobacia incómoda de pararse con un pie de cada lado por sí acaso. Y el "acaso" está justificado por la negligencia que, sin disimulo, se evidencia y trasparenta.
La estrategia no es el cambio sino la permanencia. Se busca perpetuar el escenario de contiendas, y aceitar el engranaje de comunicación que obró con absoluta eficacia en los comicios de 2007 y 2011 respectivamente.
Belicosa y dirigente Cristina no sabe andar sin un as en la manga. Ayer se valió de la ley antiterrorista, hoy lo hace con la normativa mediática. En todos los casos, la intención no pudo ser ocultada: ir por todo o nada. Y la nada para este gobierno se ajusta exclusivamente a la definición sartreana: la nada no es. Por ende, la descartan. E ir por todo implica lo más sagrado para la satrapía que está gobernando: la impunidad que da detentar el mando.
No hay otro motivo que justifique quedarse al frente del Ejecutivo cuando se han vaciado, inescrupulosamente las cajas, y se ha perdido ya todo rédito político.
Gabriela Pousa
Economía para Todos