La Revolución Marxista de Hugo Chávez, en Venezuela, ha calado hondo en el pueblo.
Y cuando ocurren estas cosas las naciones muestran que, no solo es falso que el pueblo nunca se equivoca, sino que, a veces, los presuntos salvadores de la República, como Henrique Capriles, no tienen la suficiente grandeza como para encabezar procesos transformadores.
Si la locura de Chávez lo llevó a presentarse como candidato en 2012, aún a sabiendas de que su estado de salud le impediría gobernar, y hasta, probablemente, llegar de pie a la asunción del 10 de enero, no es menos cierto que un pueblo fanatizado, creyendo que el poderío del Comandante excedía lo político para incursionar aún en lo sobrenatural, volvió a votarlo.
En un país serio Chávez, sabedor de su condición física, no se presentaba y designaba un delfín de su confianza para continuar "la lucha".
Las actitudes del opositor Capriles lo distancian demasiado de ese líder joven y decidido que traería a Venezuela de regreso a una democracia republicana y moderna. Ya desde la misma noche del comicio, cuando estuvo ganando en todo el país hasta media hora antes del cierre, en una elección que terminó perdiendo por casi 9 puntos porcentuales al cabo de una breve aparición de los Tanques de Guerra exhibiéndose en Barquisimeto.
Lo que Capriles conseguía en meses de campaña y acto comicial, lo perdía con la simple imagen de los vehículos militares chavistas recorriendo lentamente las calles.
La conferencia de prensa inmediata de Capriles, donde el mundo esperaba la denuncia formal de presiones y fraude, fue casi un canto al triunfo chavista. Casi que aparecía contento el hombre.
Cuentan que hubo una extorsión para que admita, silenciosamente, el fraude. No es descartable.
Pero ahora, con Hugo Chávez oculto en la Habana, sin que ningún venezolano pueda saber a ciencia cierta si es que su presidente sigue vivo, el opositor Capriles declara que “si el mandatario Hugo Chávez, hospitalizado en Cuba, no puede reasumir la presidencia el 10 de enero, como señala la Constitución, no pierde la condición de presidente electo, por lo que es posible una postergación de la fecha de reasunción”.
No pierde su condición de presidente electo, pero se acaba su mandato como presidente vigente. Una posible postergación del acto de reasunción deja al país sin presidente formal. Habrá discordia institucional.
Vale decir, Capriles se convierte en el mejor abogado defensor del chavismo. Quisiera uno conocer qué es lo que estarán pensado, por estas horas, los 6 millones y medio de venezolanos que le dieron su voto.
Madura Maduro
Nicolás Maduro es el vicepresidente de la Nación. La gravísima condición física de Chávez ameritaba, si no una dimisión, cuanto menos un pedido de licencia por razones de salud.
No lo ha hecho. Maduro es el mandatario virtual y Chávez, moribundo, el presidente formal.
A 10 días de la asunción mantienen el status quo frente a 27 millones de venezolanos que no saben quién los preside, quién asumirá dentro de 10 días, o si deberán acudir a nuevas elecciones en un mes.
Están en la disyuntiva de que Maduro asumiera, por renuncia o licencia, antes del 10 y convocara a elecciones, o que Chávez, de estar en condiciones, lo hiciera y dimitiera dejando a Maduro como presidente formal. Ahora es el propio Capriles el que les tira una solución alternativa: aplazar la fecha de asunción.
¿Capriles es el mismo?
20 de 23 gobernaciones han sido ganadas por el chavismo en los comicios del pasado 16 de diciembre. 11 de ellas caen en manos de militares que acompañaron a Hugo Chávez en el golpe de estado de 1992. Si estas elecciones de gobernadores se hubieran realizado luego de un Capriles triunfante en las presidenciales, y con Chávez sin asumir el papel de víctima, seguramente otros habrían sido los guarismos. Pero lo cierto es que hoy Chávez le deja a su sucesor, casi todo el país interno comandado por militares de su cuño.
Capriles cayó en la trampa del chavismo, lo que delata su ingenuidad política y su falta de coraje. Se sugiere un cambio de timón para el futuro: este muchacho, claramente, no está dando la talla.
¿Y la gente?
Una de las peores facetas de la Revolución Bolivariana es la colonización de los medios de comunicación. La población prácticamente no tiene información sobre su presidente, y debe atenerse a los informes del vicepresidente Maduro, incongruentes y artificiales.
A Venezuela le están quedando, apenas, las redes sociales, Con mensajes que nunca pueden ser tomados como información oficial ya que Twitter es el reino de los trascendidos y las operaciones de falsa bandera.
Y es pasmoso advertir cómo la gente se ha acostumbrado a tener que vivir en estas condiciones. Daría pena si no fuera que, en Argentina, vamos hacia lo mismo.
N siquiera pueden tener acceso cierto al estado de salud de su propio presidente. Ni los que lo votaron ni los otros. Algo que suena anacrónico para la época global en que vivimos. El hermetismo cubano y su remedo bolivariano se encargan de verificar que la realidad hoy es la encrucijada de todo un pueblo.
Allí es donde debe estar el posible espejo para los argentinos. Si el gobierno de CFK acomete la cada vez más sospechada captura de los medios independientes y de la Internet, posiblemente volvamos a las épocas de Radio Colonia, a la que había que acudir para enterarse de lo que estaba ocurriendo a 60 cuadras de casa.
Son, en definitiva, las postales de una revolución atrasada, insólita, disparatada. Que no tuvo mejor idea que venir a aposentarse en este sitio de la tierra.
Para propalar el fracaso de nuestras sociedades a la hora de acometer el progreso.
La seriedad, y la normalidad de una democracia republicana, que cada vez tiene menos de ambas cosas.
Venezuela muestra muchos recuerdos del futuro argentino.
Y no tiene nada de positivo.
Fabián Ferrante
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