La foto que ilustra esta Carta de Lectores la encontré hace unos meses en el Salón de Actos de la Facultad de Filosofía y Letras, cuando estaba recibiendo (tardíamente) mi título de Doctorado.
Estaba en el muro de desaparecidos de la facultad. Era mi amiga-hermana. Tenía 19 años cuando desapareció con su pareja, volviendo de la casa de sus padres a la suya en aquella Navidad de 1976. Juntas habíamos conocido a “Jimmy” y “Tony”, dos que nos hablaban maravillas de la revolución y del marxismo.
Olga era una niña rica que había visto demasiada pobreza, y les creyó. A mí las teorías políticas-económicas me resultaban muy aburridas. ¡Si la economía y el sistema político es sólo cuestión de sentido común, de garantizar la igualdad de oportunidades!
Éramos hijas de Lennon, yo hermana menor de Spinetta y de King Crimson. Quería mi Escalera al Cielo de la mano de Led Zeppelin. Enamorada del amor perfecto ¿Cómo podía llamarme la atención teorías tan materialistas como las de Marx o las de Freud? Sólo con el tiempo pude apreciar algunas de sus verdades. Las dos queríamos “revolución”. Las dos queríamos gentes felices cantando en las calles, sin hambre ni discriminación, con pureza de corazón y mucho amor.
Hacía un año que Olga había vuelto de una Europa efervescente. Era franca, así como hablaba conmigo lo hacía con sus adorados padres y hermano. Chocaba, chocaba que le metieran en la cabeza que tenía que abandonar sus hermosas ropas hipposas y adoptar la “gris ropa que usaba el pueblo”, según esos “revolucionarios”. Chocaba que entraran a su preciosa casa que el viejo había logrado con muchísimo trabajo y que luego de llamarlo “imperialista” se bajaran todo lo que había en la heladera…
En fin, conoció a su pareja, se casó y tras esa Navidad, desapareció. Tras buscarla por cielo y tierra, los padres murieron de pena.
Comprendí luego que gente como Olga eran los perejiles de la “revolución”. Sus jefes transaron con los milicos, otros se “exilaron” en Europa. Ayer, esos mismos, se inventaron un título —como “la abogada exitosa”— en “el extranjero”. Y gracias al “mirar para otro lado de muchos”, hoy son decanos de facultades como de la que recibí mi título.
Quizás Olga pasó sus últimos días en la ESMA, ¿rico asadito Sr. Alak? Seguramente muchos como Olga Menotti lo miran a usted, y a todos los que son como usted, con desprecio y demasiada tristeza desde algún muro donde habitan esos niños fantasmas.
Guadalupe Barúa