Hay un potencialmente peligroso clima de hastío que invade a más ocho que conozco.
Hay una efervescencia densa y paulatina que veo en el merca del chino, en los ascensores de los edificios de oficinas y en la cola de la caja 2 del Francés de Triunvirato y Juramento. Y no me gusta ni un poco.
Atmósfera pesada, stratus amenazantes y una casi absoluta imposibilidad de clarificarse, para clarificar.
El relato nos está volviendo locos. Porque ya parece un campeonato de mentiras. Un torneo de presuntas epopeyas no reconocidas, una galería maravillosa que ella no entiende cómo es que no visitamos en tropel. Alborozados y agradecidos.
Y está entrando en la fase del rencor a todos los que no la aplauden, y la macana es que cada día son más.
Ritmo del Moyano
El “Vamos por Todo” conlleva un riesgo atroz en cada extremo.
No hace falta ya aclarar los riesgos si lo logran. Ahí tiene usted a los amigos venezolanos siendo tratados ya ni siquiera como gente.
Porque no podés tener a una nación durante un mes entero sin saber si su presidente siquiera está aún en vida, exiliado en un país ajeno que no brinda un solo parte médico firmado… por un médico. Y haciendo que el presidente en ejercicio extienda mandato a causa de la penosa enfermedad del presidente electo, cuando ambos son el mismo tipo ¡y encima no está! Por Dios, ¿qué están haciendo, muchachos?
Es posible que en la época de las cavernas probablemente hubiera mayor respeto por la gente. Lo que le están haciendo a los venezolanos es inhumano. Y eso que creo firmemente que con Capriles la estarían pasando aún peor.
Pero me detengo un instante en el riesgo de la otra punta del “Vamos por Todo”, el extremo del fracaso. El riesgo es el trasvasamiento de la locura, de arriba para abajo.
Hay un vaso comunicante entre la Presidenta y la ciudadanía. Aunque esto no le suene agradable a casi ningún lector, es lo que hay, no podemos escindirnos. Y vamos aún desde el disenso absoluto, en la misma dirección que ella.
No puedo generalizar, ya que siempre hay sectores que, de uno u otro modo, son ajenos a estas cosas.
Si algo nos sobra en esta Argentina es gente de toda edad con el auricular soldado a las orejas, para aturdirse con una música distinta, acaso.
Pero somos legión los que subimos y bajamos, siguiendo la onda senoidal que recorre el ánimo presidencial. De polo a polo.
Ignoro si la Presidenta adolece de alguna patología, ojalá que no sea así. Pero es puntual que muestra un comportamiento ciertamente patológico.
Un día asistimos al show del fervor patriótico, con arengas, con épicas, con los soldados de Perón y del Pingüino, y con los pibes para la liberación, con una voz que a la segunda frase ya se evaperoniza en el quebranto inclaudicable de esa épica que atrasa 50 años.
Para, al día siguiente, y por la opuesta, asistir al corso triste de la casi resignación que a veces hasta parece implorar amor, reconocimiento, hartando con el uso de la primera persona del singular.
Juro que no me resultaría para nada extraño que alguno de estos días aparezca llorando y gritando "¡Quiéranme!, ¡quiéranme!, mis adorables hijos de mil p…! ¿Por qué no me aman que los quiero matar a todos?", o cosa parecida.
Y la verdad es que no se puede vivir con un gobernante de comportamiento sinusoidal. Desde el discurso y desde la alternancia de frecuencias. Pareciera que desaparece unos días para regresar, arrolladora, a continuar propalando su relato. Un día parada en top y el otro día en bottom. Recorriendo toda la gama de frecuencias intermedias.
No se puede vivir con un gobernante acosador. Que quiere estar metido en tu cabeza y en tu vida 24 x 7 desde la cadena nacional, desde Twitter, desde la carta respondiéndole ninguna respuesta a nadie.
Te termina enloqueciendo. Apagás la TV, pero sigue desde la radio, apagás la radio y se te aparece en la compu, viajás en subte y te está mirando desde la portada de un diario regalado. Llega la noche y pensás: "Por el amor de Dios, ¿cuánto más tendré que soportar esto?" ¿A usted no le pasa que ya directamente escucharle la voz a la locutora oficial lo pone nervioso?
Pareciera que ya no le cree nadie
Acá debo decir que el cigarro del “boleto picado” uno ya se lo tuvo que fumar en 2011, y tuvo un sabor amargo. Por eso ya no firmamos derrotas ni victorias hasta que el árbitro meta los tres pitazos, señalando fin del juego y centro del campo.
Pero es verdad que el discurso se va achicando de manera casi conmovedora. Y es inexplicable que no adviertan que los anuncios pierden la rimbombancia de hace algunos meses, que hasta el fervor de la militancia rentada ha decaído y aparecen como el disco de risas de una comedia de TV. Sonando monocordes, propietarios de, apenas, un par de cantos. Suenan cansados, vea.
Que ya ni los del palo se creen mucho esos anuncios de lo que tantas veces está por ser reinaugurado, que las operaciones distractivas de inteligencia no resisten ni a Grissom, de CSI, y que en dos horas cualquiera les da la cana desde Twitter.
A ellos los acosa la realidad. Por eso desesperan por ocultarla.
Que casi no hay contactos con siquiera segundos niveles de las naciones importantes, que solo el eje castro-chavista es interlocutor y encima ahora está ocupado con temas más trascendentales, que al Pepe le llevamos más problemas que otra cosa y que la pobre Dilma de puro gaucha, cada tanto, hace la visita higiénica, políticamente solidaria.
Que tuvieron que hacer un acto en Mar del Plata escondiéndose del hombre de la calle. Como en aquella versión de Guarany, con el “Estamos prisioneros, carcelero”. Todos presos, a cada lado de la reja.
Que las muestras de indignación ciudadana los hace abandonar los restaurantes, que no pueden caminar las calles libremente y que ya se les animan muchos de los que venían con los dos pies dentro del tarro.
Que todas las ideas son erróneas, porque haciendo ese acto consiguieron que los que no somos del palo nos sintamos kelpers en nuestra tierra. Ciudadanos de segunda que no teníamos derecho al acceso.
Y nosotros, mal por tantas cosas, pero ella también mal por recoger tan poco. Acaso sembró demasiada falsedad como para pretender una cosecha de caricias.
El daño al sistema nervioso
Le puedo asegurar, amigo, que tengo gente conocida que hasta llora de indignación, de bronca, de hartazgo. Que conozco a demasiados que no pueden conciliar el sueño sin las pastas, de tanto sentirse obliterados.
Por tanta exaltación de lo superfluo para omitir los temas importantes.
Por tantas mentiras que ya son obscenas, por tanta burla de adolescente de segundo año comercial, por seguir confrontando contra todos, pasando públicas facturas al que pinte y, fundamentalmente, fanatizada con su propio relato.
Se dijo una vez que Néstor Kirchner les jugó una muy mala pasada, por morirse sin haberles aviado que todo era sanata. Sin haberlos preparado.
Esta gente pervivió en el fanatismo, y hoy son más fanáticos, que sus rentados fanáticos.
¿Alguien hoy puede creer que la década del odio se terminará en paz, cuando termine? ¿Alguien, honestamente, ve a Cristina Kirchner entregándole banda y bastón a un presidente ajeno?
La mayor desgracia que tenemos hoy en día es que la Presidenta se ha creído su relato.
Y cuando cada noche son más los que se piantan, se carga de desazón que siempre termina con agravios.
No es natural que no se pueda hacer un simple discurso donde se hable sin agraviar a alguien, sin burlarse de alguien y sin mentir en algo.
No se puede vivir con este clima. Porque ya está dejando demasiadas víctimas de la esperanza y de la fe, y son de ambos lados.
Le pediría a la Presidenta que tenga un gesto de grandeza, y que, por lo menos, busque un asesor que le escriba mentiras menos agraviantes. Que mienta un poco menos, que se burle un poco menos y que muestre un poco menos de rencor. Porque nos está arrastrado a todos al mismo fango. Y si bien ella y sus funcionarios sí merecen terminar en ese lodo, la gente al fin y al cabo debería ser, por una vez, salvada.
Más que nada por decencia, digo.
Fabián Ferrante
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